“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

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sábado, 23 de marzo de 2013

Nos deja González Echegaray.

“Cantabrum indoctum
iuga ferre nostra” (Horacio)
[‘El cántabro, no acostumbrado
a llevar nuestro yugo’]
He sabido del fallecimiento producido ayer (viernes, 22 de marzo de 2013), en su casa de la calle Rualasal de Santander, del sacerdote, erudito arqueólogo e historiador D. Joaquín González Echegaray. Tenía ochenta y dos años, y llevaba enfermo hacía tiempo. Han sido mis amigos de BISALIA, y en particular, D. Ismael Díez, quienes me han comunicado la noticia.
González Echegaray (Santander, 1930) ha sido un referente indiscutible para la investigación del patrimonio cultural de Cantabria. Tanto él, como su hermana Mª del Carmen, han sido responsables del estudio, catalogación y conservación de yacimientos que van del Paleolítico (cuevas rupestres), al periodo alto y bajomedieval, y aun posterior. Su extraordinario libro Los cántabros (1966), que Ediciones de la Librería Estudio ha reeditado en distintos formatos varias veces,  viene a servir de oportuna actualización y ampliación al ya clásico de Adolf Schulten, Los cántabros y astures y su guerra con Roma (1943). Como Schulten, Echegaray comenzó a recopilar en sus tiempos de seminarista todas las fuentes latinas que hablaban de Cantabria y del norte de Hispania. A partir de dichas fuentes dispersas, completadas por investigaciones de campo (básicamente, inscripciones en piedra --funerarias, votivas, públicas—y grafitos sobre piezas y objetos), fue construyendo e hilvanando el pasado antiguo de la región. Así descubrió un pueblo aguerrido, indómito, rebelde contumaz, nacido para la guerra, cuyos hijos hechos esclavos asesinaban a sus dueños y se volvían al monte. Sin embargo, Echegaray consideró esta belicosidad como signo y causa de su rápido ocaso, pues no puede vivir nadie en una batalla permanente. No donde se levanta una civilización, que era lo que acaecía en el resto de la Península. Los episodios suicidas de que habla Estrabón –madres infanticidas, hijos parricidas, crucificados que perecían cantando-- tenían frente a la romanización los días contados. Echegaray defiende, como condición de supervivencia relativa, la capacidad de adaptación de una cultura a aquella otra que pretende asimilarla y modificarla. El futuro es progreso, y el progreso está en saber avenirse. Algo muy duro de concebir después por los escritores regionalistas del XIX, como José Mª de Pereda y Amós de Escalante.
Echegaray era funcionario de la Diputación Provincial, puesto del que se jubiló en 1990. Su especialidad era la Historia Antigua; no en vano dirigió excavaciones no solo en la región cántabra, sino también en Jerusalén y Jordania. Fue a un colegio privado, laico y mixto, sorprendentemente llamado Santa Teresa de Jesús. Sus estudios religiosos los hizo en el seminario de Cóbreces (donde “se alistó” con tan solo once años) y en Corbán. Luego los completó en la Universidad Gregoriana de Roma.
De vuelta a su ciudad querida, se presentó a unas oposiciones al cargo de vicedirector del Museo de Prehistoria. Había sido otro religioso, el padre Carballo, paleontólogo, quien le introdujo en la afición por el pasado antiguo. Más tarde, fue colaborador del profesor Antonio García Bellido.
En Cantabria investigó las cuevas de Morín (Villanueva de Villaescusa), El Pendo, el Juyo (Igollo de Camargo), la Chora, el Otero, Rascaño y Altamira. Desenterró al “Hombre de Morín”, cuyo cadáver había dejado fiel impresión en la tierra arcillosa de su sepultura.
Gran conocedor de los asentamientos romanos, se ocupó también de Julióbriga (en una de sus primeras campañas) y del antiguo Portus Victoriae, es decir, la primitiva Santander latina, cuyos vestigios (unas termas romanas) puso al descubierto en el subsuelo de la cripta de la catedral de la ciudad.
Fue el fundador y primer director del Centro de Investigación y Museo Nacional de Altamira.
Con su desaparición se abre la gran incógnita de quién o quiénes van a tomar el relevo. Cantabria se está quedando sin arqueólogos locales, y hay todavía mucho patrimonio oculto que explorar. Cada vez que se amplía una carretera, o se mejora una autopista, aparecen entradas a cavidades con pinturas o huellas de asentamiento prehistórico que hay que cerrar apresuradamente con malla metálica para evitar su expolio. Y así permanecen olvidadas durante años.
Los oficios por su eterno descanso han tenido lugar el sábado 23, en la catedral de Santander. Posteriormente, el cuerpo ha sido conducido hasta el cementerio de Ciriego, e inhumado en el Panteón de Hombres Ilustres, junto a las cenizas del poeta José Hierro Real.
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* Su testimonio sobre Cantabria como Comunidad:
--“Creo que un pueblo como el nuestro debe estar interesado por sus raíces, pero esto no es conveniente que se lleve al mundo de la política, porque se deforma la realidad y puede conducir a situaciones ajenas al historiador.”
--“A veces pueblos de la antigüedad muy guerreros han transformado luego su manera de ser. Todo el mundo recuerda lo aguerrido de las legiones romanas, mientras que los italianos de hoy no son un pueblo que se signifique mucho por su arrojo en el combate. Eso suele pasar, son jugadas de la historia, y no debe interpretarse de forma peyorativa. Pero hay algo que sí podemos enlazar con aquella época, y es ese amor a lo nuestro, esa preocupación por nuestras cosas. El aprecio a nuestra tradición es una característica del pueblo cántabro. Incluso en el mundo de la emigración: todos los indianos vuelven a sus raíces. En cuanto al espíritu combativo, resurgió en parte durante la Guerra de la Independencia, cuando el obispo Menéndez de Luarca, al declararse la guerra a Napoleón, se dirigió al pueblo con una alocución que empezaba así: “Valerosos cántabros…”. Se inició la guerra, y se creó en Santander un ejército que subió a Reinosa a luchar contra los franceses, pero fue derrotado. Después, sobre todo en Liébana, se crearon una serie de unidades militares que llevaron el nombre de cántabros: “Los húsares de Cantabria”, “Tiradores de Cantabria”, “Cazadores de Cantabria”… Fue un momento histórico, una época en la que toda España estaba unida en la lucha por la independencia. Luego, afortunadamente, no ha habido más casos.”

domingo, 17 de marzo de 2013

El papa Francisco.


La elección de un nuevo papa es siempre motivo de alegría para los cristianos. Supone esperanza, ver qué cambiará en la Iglesia con el signo de los tiempos, qué mensaje renovador y qué acciones se emprenderán desde Roma. A la vez, nos sentimos arropados, porque la alegría del nuevo pontífice nos embarga y conforta, como representante que es del amor de Jesucristo en la tierra.
El miércoles, 13 de marzo de 2013, alrededor de las siete de la tarde, y tras una quinta votación, fue elegido el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como sucesor número 266 del apóstol Pedro. Había superado con creces los 77 votos necesarios para la elección. El nuevo papa decidió llamarse Francisco, en honor de San Francisco de Asís y su entrega a los más pobres.
No es un papa más, sino que rompe muchos convencionalismos. Es el primer papa natural del continente hispanoamericano, y el primer jesuita, una orden contemplada siempre con suma desconfianza por la curia, y que fue duramente represaliada por Juan Pablo II con la destitución del general Arrupe. Los jesuitas, propietarios de la prestigiosa Universidad de Georgetown, en Boston (EE.UU.), y de otros centros educativos señeros repartidos por doquier, tienen fama de racionalistas, de saber conjugar muy bien razón y fe, de estimar y cultivar la inteligencia, de abrirse a la Ciencia y a las innovaciones. Esto puede significar la propuesta y ejecución de notables cambios en el nuevo apostolado. Como anota José Manuel Vidal (El Mundo, 15-03-2013), “los jesuitas siguen brillando […] La alta teología es suya, pero siempre con los pies en la tierra. Ubicados en la frontera social e intelectual, es lógico que sean perseguidos y que la institución los digiera mal, como demuestran las últimas condenas de dos de sus grandes teólogos, Jon Sobrino y Roger Haight.”

Por otra parte, la naturaleza hispanoamericana del papa Francisco puede dar relieve y sustancia a la fijación por la Iglesia en los más desfavorecidos, en los desarraigados. Latinoamérica significa más del setenta por ciento de los cristianos, muchos de los cuales abandonan por desengaño los templos católicos y buscan consuelo y respuesta en iglesias evangelistas o en organizaciones sectarias. La gestión, hasta ahora privilegiada, del Opus y del Camino Neocatecumenal no ha hecho más que aumentar la desconfianza de los creyentes y propiciar las deserciones y el laicismo agnóstico. Las parroquias son yermos donde meditan sus rezos tres viejucas.

Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires (Argentina). Su padre, ferroviario, y su madre, ama de casa. Ambos, un matrimonio inmigrante italiano. El padre llegó de Portacomaro (Asti, en el Piamonte) y la madre era ya bonaerense, con ascendencia piamontesa y genovesa. Su origen humilde le cerró algunas puertas, como la sentimental, pues su novia Amalia no pudo formalizar su relación con él al prohibírselo sus padres. De hecho, con doce años, la chiquilla recibió una paliza de su progenitor por recibir cartas de Jorge Mario. Entonces él declaró que, si no podía tenerla, se haría sacerdote. El joven siguió estudios superiores industriales, y alcanzó el título de técnico químico. A finales de los cincuenta, decidió también profesar, ingresa en la Compañía, y se ordena el 13 de diciembre de 1969. Promete a su padre hacerse cura de pobres y no curita faldero. Alterna su labor pastoral con las clases de teología y los ejercicios espirituales, y guarda una estrecha colaboración con compañeros curas que trabajan en barrios azotados por la miseria. Termina su tercera probación en la Casa de los Jesuitas de Alcalá de Henares, donde se aloja durante cuatro meses, de diciembre de 1970 a abril de 1971. Entre 1973 y 1979, fue provincial de su orden en Buenos Aires. El 20 de mayo de 1992, es nombrado obispo de Auca, es decir, auxiliar de Buenos Aires. El 28 de febrero de 1998, ascendió al cargo de arzobispo de Buenos Aires. Otro mes de febrero, pero de 2001, recibió un nuevo espaldarazo, cuando Juan Pablo II lo convirtió en cardenal y primado de la Iglesia en Argentina. Además, ha presidido dos veces la Conferencia Episcopal de su país, y ha formado parte de diversas congregaciones: clero, culto divino, vida consagrada, etc.
Pasa por ser un hombre afable, de buen trato y de vida sencilla. Habitaba un pequeño apartamento, se guisaba su comida y se desplazaba en metro o autobús. Con veintiún años, sufrió una pulmonía severa y tuvo varias recaídas; la formación de tres quistes le llevó a una intervención quirúrgica en la que le fue extirpado parte del pulmón derecho. Con setenta y seis años, disfruta de buena salud. Le fascina Hölderlin, admira a Borges y su película preferida es… El festín de Babette. Elogia La crucifixión blanca, de Chagall.

Aun con ser un defensor de la causa de los pobres, es más bien prudente y conservador en lo doctrinal: se ha opuesto al matrimonio gay y a la Teología de la Liberación. Sin embargo, es partidario del bautismo de niños de parejas de hecho o de padres no casados por la Iglesia. Es un firme defensor de la unidad de la Iglesia, por encima de disensiones ideológicas que no responden al estricto mensaje evangélico de Salvación. No en vano, ha dejado claro: “Podemos caminar y edificar, pero si no confesamos a Jesucristo la cosa no funciona, seremos una ONG piadosa, pero no una Iglesia esposa del Señor.” Es un religioso de doctrina firme. Recomienda caminar y edificar con la cruz siempre, para no caer nunca en la mundanidad del demonio. Como jesuita, es esperable que guíe la Iglesia como un solo cuerpo de ejército. En política, reivindicó la soberanía argentina de las islas Malvinas. Se le ha querido vincular con la represión de la dictadura militar argentina, incluso con la desaparición de ciertos documentos comprometedores y la negación de auxilio, en 1976, a dos jesuitas encarcelados, Francisco Jalics y Orlando Yorio. Pero el caso es que su superior Bergoglio les alertó varias veces del riesgo que corrían y les recomendó la salida del país; tras cinco meses de cautiverio, ambos fueron liberados, seguramente por la mediación de la jerarquía eclesiástica. Yorio falleció en 2000 en Uruguay, pero Jalics (Budapest, 1927) vive y dice sentirse en paz con Bergoglio. Pasó cinco meses vendado y atado. Un ayudante de ellos estaba relacionado con la guerrilla y debió de acusar a los jesuitas bajo tortura. Hoy Jalics, que vive en una localidad bávara, dice que no puede relacionar a Bergoglio con su captura y que se reconcilió con todo lo ocurrido y lo dio por cerrado. En torno a este hecho luctuoso, el Premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel, compatriota suyo, lo ha defendido y ha dejado claro que nada tuvo que ver Bergoglio con los cómplices religiosos de la dictadura.
La exjueza y exsecretaria de Derechos Humanos, Alicia Oliveira, represaliada por la junta militar, exculpa a Bergoglio y lo vincula con el socorro en la sombra de personas perseguidas. Una vez prestó su cédula de identificación y su ropa de sacerdote a un hombre para que pudiera cruzar la frontera. Este gesto comprometido no lo tiene cualquiera. Por su parte, el líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, ha declarado: “Es un peronista, comprometido con los más humildes, con el que hemos trabajado en las villas, con los cartoneros, luchando contra el paco (‘crack’)”. Frente a él se posiciona Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, quien afirma no haber recibido nunca ayuda de Bergoglio, que sí ha colaborado en otros asuntos hirientes, y lo identifica con la Iglesia que “oscureció al país” durante la represión.
Prada, en su columna de ABC (16-03-2013), recoge opiniones de amigos porteños agnósticos  que le han hablado sobre el nuevo papa. Uno de ellos comenta: “Está más loco que una cabra. Va a patear el tablero. Aunque es moderado y prudente, no es políticamente correcto. Que nadie espere que vaya a ser genuflexo con los poderes de este mundo. No va a ser un papa acomodado a los círculos de poder. Me alegra su elección, más que nada por la patada en las pelotas que significa para los intereses creados y los vivos y los chupamedias de siempre”. Otro amigo de Prada añade: “Bergoglio durante la dictadura tuvo una actitud valiente y comprometida y salvó muchas vidas; lo que ocurre es que después no se jactó de haberlo hecho”. Y uno más sentencia: “Bergoglio es de una ortodoxia implacable, pero es extremadamente de base en lo social, tiene un compromiso real y tangible con los pobres y excluidos”.

Para Álvaro Vargas Llosa (El Mundo, 15-03-2013), el papa Francisco está contra la corrupción, el abuso de poder y el enriquecimiento fácil. Apoya el matrimonio civil, y es contrario al derechismo opulento del Opus Dei latinoamericano. Es un conservador doctrinal con un discurso socialcristiano. En temperamento parece franciscano y en ideología es un centrista (o un ecléctico); una amalgama entre Juan XXIII, en su diálogo con la modernidad (sin ser estrictamente moderno) y Juan Pablo II, en su acercamiento a la calle.
El nuevo pontífice no es muy proclive al proselitismo y sermoneo entre laicos. Pone de ejemplo los doscientos años que las comunidades cristianas de Japón estuvieron sin sacerdotes. Entonces les fue suficiente con su fe en el bautismo. Así, cuando pudieron volver los misioneros los encontraron a todos bautizados, casados religiosamente y con cruces cristianas sobre sus sepulturas.

Para el diario El País (14-03-2013), el papa Francisco es la revelación del triunfo de la periferia de la Iglesia y la derrota de la curia vaticana. Lo considera “flexible en materia de ética sexual”. Puede ser un hombre dialogante dentro de la ortodoxia, y es partidario de algunos ritos casi extraviados, como la imposición de manos a los fieles en la cabeza al término de la misa.
A la mañana siguiente a su elección, el papa Francisco fue a la Residencia Internationalis Paolo VI a recoger su maleta. Quiso pagar la cuenta por el hospedaje, pero la dirección no se lo permitió. Estuvo alojado en la habitación 109. El precio ronda los sesenta euros diarios con desayuno, los setenta y tres con media pensión, y ochenta y cinco con pensión completa.
Otras dos de sus primeras acciones fueron saludar por teléfono al Padre General de los Jesuitas en Roma, y visitar en el hospital Pío XI al nonagenario cardenal Jorge Mejía, internado por un infarto.
 
Comienza ahora para Jorge Mario Bergoglio un camino de soledad nada  envidiable. La soledad de los papas, del Vaticano, del protocolo, de la curia. Tal vez la voz del que predica en el desierto.


Presentación del papa Francisco (13-03-2013).
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Algunas de las declaraciones del hoy papa Francisco:
--“No debemos ceder jamás al pesimismo, a esa amargura que el diablo nos propone cada día.”
--“Quizá nos haga bien sufrir un poquito delante del Señor, pidiendo perdón, por tantas veces que, en nuestra tarea de pastores, hemos pecado en este mundo. El mal que hayamos hecho, probablemente por ingenuos, es un mal que se multiplica. Y si nos encontramos en falta, que el Señor nos conceda la gracia del espíritu de reparación y penitencia que nos lleve a una firme enmienda.”
--“Quizás en la Iglesia oprobio y menosprecio nos sobrevenga si, por seguir al Señor, dejamos de ‘probar los bueyes’, de ‘comprar el campo’ y de ‘contraer nupcias’ (Lc 14, 18-20).
--Los hombres de Iglesia son aquellos que “buscan su alimento en la palabra de Dios y no se dejan aprisionar por la polarización política o por las ideologías de moda, prontas a explotar su inmenso potencial humano.”
--Cuando –en nuestra vida cotidiana—sentimos la presencia de Dios, no queda sino decir ‘Dios está aquí’, y cuando Dios está lo primero que hay que hacer es ponerse de rodillas.”
--“La conversión de nuestros pecados, de nuestro egoísmo, apunta a este estar disponibles para los demás. La misión del pastor de ‘incluir’ a todas las ovejas (también la de esos ‘otros rebaños’ de los que habla el Señor) implica una verdadera conversión de nuestros egoísmos de modo que a la hora de la verdad estemos bien dispuestos para recibir a todos y no nos vayamos convirtiendo en expulsivos por cuestiones de carácter o estrechez de miras.”
--“Para llevar la cruz el pastor necesitará la fortaleza que viene de la esperanza y debe pedirla en la oración para tomar las decisiones necesarias, aunque sean impopulares…”
--“El obispo es el que cuida la esperanza velando por su pueblo […] Supervisar hace referencia más al cuidado de la doctrina y de las costumbres en su expresión y su práctica; en cambio velar dice más a cuidar que haya sal y luz en los corazones.”
--“La resurrección no se entiende sin la cruz. En la cruz está la historia del mundo: la gracia y el pecado, la misericordia y el arrepentimiento, el bien y el mal, el tiempo y la eternidad.”
--“Es tan fácil olvidar, sobre todo cuando estamos satisfechos… ‘Cuando hayas comido y te hayas saciado no te olvides de Yahvé que te sacó de Egipto, donde eras esclavo’ (Deut. 6, 10-12)”
--“A la hora de la muerte el sacerdote nos despide en nombre de la Iglesia para dejarnos en los brazos de María. ‘Una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de estrellas’”.
--“El Señor, amigo de la naturaleza humana, manda liberar a todos de las ‘redes y cadenas’ con que el demonio tiene atadas a las personas […] Es el mandato a enseñar a vivir en el espíritu de las Bienaventuranzas que trae la libertad de corazón de la que tenemos necesidad todos: cristianos y protestantes, judíos, musulmanes, ateos, progresistas y conservadores y también los indiferentes. No se trata de decirle al otro: ‘Deja tus convicciones y accede a las mías que son mejores’, sino de ofrecer una ayuda a partir de la experiencia de Jesús sin pedir nada a cambio, sin exigir condiciones. Todos los hombres sienten necesidad de la libertad que enseña Jesús, aun cuando ya tengan una fe, todos necesitamos liberarnos de la angustia y encontrar la paz y la alegría. Es este camino de la paz el que debemos proponer de manera práctica, ética…”
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* El decálogo de los diez retos que el también jesuita Pedro Miguel Lamet propone al papa Francisco:
1º. Conseguir acercar a las iglesias a las personas de la calle, no vinculadas a movimientos seglares. Y entre ellas, a las más pobres y desfavorecidas.
2º. No temer al mundo: bajar del baluarte vaticano y dialogar con la ciencia, la cultura y las preocupaciones del hombre de hoy.
3º. Volcarse a la oración en común con otras confesiones cristianas y con otras religiones. Promover un ecumenismo real y acabar con la persecución de los cristianos en muchas partes del mundo.
4º. Saber escuchar a los laicos y a los responsables de órdenes religiosas. Trocar el absolutismo papal por una gradual “descentralización”.
 5º. Flexibilizar la moral sexual --contemplado siempre el sexo como expresión del amor verdadero--, admitiendo en la comunidad a los divorciados. No demonizar el uso del preservativo.
6º. Replantearse la posible ordenación sacerdotal de las mujeres. Entre las más cercanas discípulas de Jesús estaban ellas.
7º. Revisar el celibato eclesiástico como opción y no como imposición. En el rito oriental bizantino es opcional desde el Concilio in Trullo de 691. El obispo debe ser célibe, pero no así los sacerdotes, diáconos y subdiáconos. El clérigo que desee casarse debe hacerlo antes de sus votos definitivos.
8º. Renovar en profundidad la curia vaticana y sus mecanismos fácticos de poder. IOR incluido.
9º. Mejorar la comunicación tanto externa –cara a los fieles--, con un lenguaje más directo y sencillo, como interna –acabando con los privilegios sectarios de determinados movimientos que actúan dentro de la comunidad--.
10º. Saciar la sed de mística del hombre que huye del materialismo reinante. Canalizar esa ansia que lleva a muchos a las filosofías orientales y al New Age. Estar siempre con los pobres y humillados.
** Estos diez mandamientos se resumen en dos: aplicar en toda su extensión el olvidado Concilio Vaticano II, y recuperar la credibilidad de la Iglesia en el corazón de la gente.
[v. El Mundo, 14-03-2013, pp. 32-33]

domingo, 10 de marzo de 2013

Causas de la Guerra Civil española (1936-1939).

A mi amigo Jaime M. M.

13 de febrero de 1837. Anochece en Madrid. Tercer piso de Santa Clara 3. Un hombre elegante se contempla ante un espejo. Acerca una pistola a su sien derecha. Suena una detonación. “Aquí yace media España; murió de la otra media”. El suicidio de Larra, por amor triple –a Dolores Armijo, al pueblo llano español, y a su adinerada clase media--, es el preludio de un futuro conflicto armado. Larra es el dandy de corazón escindido: está con la gente sencilla, y quiere lo mejor para ella –educación, justicia, dignidad, progreso--, pero al mismo tiempo le da miedo apoyar una causa revolucionaria. Torrijos y sus compañeros liberales habían muerto fusilados en 1831. En 1833, desaparece el tirano Fernando VII, pero estalla en el norte la primera guerra carlista, signo de seguimiento por parte de la población del espíritu ultraconservador y católico. Entre 1834-35, los ánimos están revueltos: en la capital se asesina a varios frailes y en Barcelona arden conventos. Los sargentos se sublevan en La Granja el 13 de agosto de 1836. Exigen de la regente el restablecimiento de las garantías constitucionales de 1812. A las dos de la madrugada, María Cristina se aviene. La sargentada había sido promovida por un funcionario liberal del ministerio de Hacienda, Manuel Barrera (amigo íntimo de Juan de Dios Álvarez Mendizábal) y por un periodista del Eco del Comercio, Ángel Iznardi. Se inicia la Desamortización para dar vida a las tierras baldías. Una nueva Constitución se promulga en 1837, más moderada que la de Cádiz, pero también más precisa.
Sin embargo, el hombre que abre el periodismo crítico en este país atisba entre las sombras del pasado y las nieblas del porvenir, y opta por no esperar ningún cambio importante. Desengañado de la sociedad española, se despide de ella radicalmente. Sí, amigo Larra, “te llamas liberal y despreocupado, y el día que te apoderes del látigo azotarás como te han azotado”.  Antes de irte, dinos, ¿qué hemos de hacer los españoles por nosotros mismos? –Tal vez funcione aquello que escribí en abril de 1833: creamos que España es capaz de esfuerzos y felicidades –como recogen los norteamericanos en su Carta Magna--; “cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: ¡Cosas de España!, contribuya cada cual a las mejoras posibles”.
Ese ánimo de levantar un país no se puede materializar sin educar al pueblo. España era un país atrasado, donde la buena educación recaía en las clases pudientes. El pueblo silbaba por una llave hueca. En Alemania y Francia ya se comenzaba a construir un sólido modelo de educación nacional. Los “gimnasios” y los “liceos” aproximan la cultura a todos. Jovellanos había elegido el término “instituto” para designar al centro de estudios medios, dirigidos, no obstante, a los hijos de la burguesía. La clase media se reservaba así el acceso a la cultura, mientras permitía escuelas primarias para los pobres. La Iglesia por su parte, en un ejemplar esfuerzo que no debe ser olvidado, llevó la iniciativa de responsabilizarse de la primera educación de muchos niños que de otro modo hubieran permanecido ignorantes y analfabetos. Todo el siglo XIX español y buena parte del XX, arropó una lucha de intereses partidistas entre pedagogos conservadores y liberales. El plan del Duque de Rivas, por ejemplo, solo estuvo vigente ¡diez días! En una década hubo hasta siete planes educativos diferentes, como el propuesto por Romanones, el primero en mentalizarse de la industrialización y del progreso. Con Miguel Primo de Rivera, hubo dos bachilleratos: elemental y universitario; cada uno de tres años, más un curso común y dos específicos.
A todo esto, manga por hombro y la casa sin barrer. Porque el pueblo llano seguía siendo analfabeto en su mayor parte. Vemos a esos jóvenes y ancianos que contemplan embobados un entremés del Siglo de Oro escenificado por Lorca y sus compañeros de La Barraca. O por Casona, al frente del Teatro del Pueblo de las interesantes Misiones Pedagógicas (270 en 1934). Realmente existió un considerable esfuerzo, por parte de la II República, en llevar la cultura al pueblo, si bien podando los finales justicieros de todo matiz monárquico (como se hizo con la versión mutilada de Fuenteovejuna). Pero ya era tarde, pues la escisión entre los de arriba y los de abajo estaba garantizada por el abandono, el olvido milenario de estos últimos. El pueblo nació para servir y para estar en su sitio: que Peribáñez defienda a Casilda del Comendador, que obtenga el favor real, pero que no reclame una escuela. Lo suyo es el campo, las burras y la labranza. “Cada uno en su casa, y Dios en la de todos”. Bernarda tiene bien aprendida la consigna: “Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón”.
El divorcio clasista y malquerencia entre burguesía y proletariado condujo a tomar a los obreros como masa indolente y a machacarlos en la Semana Trágica de Barcelona (1909). Que fueran a Marruecos los padres y mozos de la chusma. Lo curioso es que justo tres siglos antes, en 1609, se extirpó a los moriscos por antiespañoles, ellos que eran los reyes del comercio textil y de florida agricultura. Lo cierto es que se usó la artillería contra las barricadas obreras del Paralelo y del Paseo de Colón. Cómo no, la Iglesia, que siempre está en medio, y lo mismo vale para un roto que para un descosido, volvió a pagar el pato: treinta conventos y veintiún templos quemados. Los que se salvaron, lo fueron por voluntarios carlistas, que no hay mal que por bien no venga. Un valiente maestrillo laico, Francisco Ferrer Guardia, era detenido el 1 de septiembre de 1909. El gobierno buscaba un responsable directo de la sublevación. Ferrer era carne de horca. Su fusilamiento, el 13 de octubre, causó honda conmoción en el extranjero, entre toda la izquierda europea. Maura se tuvo que ir a leer el periódico a un parque. Después veremos lo que va a pasar por armar a los catetos: hordas de ignorantes gañanes cayendo sobre Madrid, asaltando y desvalijando los mejores barrios, matando a los señoritos y violando a las niñas bien. Muchos han sufrido el azote ruin del terrateniente. Sobre todo, en Andalucía y Extremadura. Y no pueden más. Ya se huele la guerra.
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Aldeacorba de Suso. Un pequeño llamado Celipín escapa de su casa con un raquítico hatillo sobre el hombro. Se quiere ir a Madrid, a estudiar, y ser un hombre de posibles, como el doctor Teodoro Golfín (de Gold y To find, ‘hallar oro’). ¿Lo conseguirá? Mejor para España si lo logra, y miles como él, que no deseen vivir sumidos en el yugo de la ignorancia.
Don Benito Pérez Galdós, quien ya habló de esta España nuestra, veía en una educación científica moderna la única solución para los males del país. Lo recogió en esa Marianela de Celipín, en Doña Perfecta y en otras novelas de su primera época. ¡Gran lástima fatal que nadie le hiciera caso!
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14 de abril de 1931. Don Alfonso XIII se exilia para Cartagena, y luego Italia. Solo el diario ABC lo defiende. Se proclama en Madrid y en otros municipios la II República. Pero el cambio de régimen político no iba a venir acompañado, desgraciadamente, de cambios sociales relevantes. Los líderes republicanos, incluso los más radicales, jugarían con fuego a la hora de dotar de derechos y libertades a las clases bajas. No se trataba de imitar a los soviéticos, sino de hacer la revolución paulatina desde arriba, como se acometió en Francia en 1789. Nadie quería la toma del poder por los exaltados: ni Niceto Alcalá Zamora, ni Largo Caballero, ni Azaña, ni Gil Robles, ni Lerroux. Pero ahí estaban, ariete en alto, los comunistas y los anarquistas, que no eran tan señoritos como quienes se habían hospedado en la Residencia de Estudiantes o educado en la Institución Libre de Enseñanza. Entre los augustos “residentes”, Federico García Lorca, estudiante frustrado de Derecho, poeta enorme y genuino, a quien su padre pagaba gastos y los libros de poesía (que no daba ni para sopas de ajo). Federico era muy amigo de Fernando de los Ríos, ministro de Cultura, quien le abocó a La Barraca para que hiciera algo de provecho por la república. Federico era de una vivacidad increíble; era un sol todo el año; siempre estaba alegre. Así decía de él Jorge Guillén: “Hoy no hace ni frío ni calor; hoy hace Federico”. Con él iba la música popular andaluza, su cante, sus romances y su teatro del Barroco. Se hizo amigo de un pintor escuálido y algo huraño, ególatra y pretencioso a más no poder, hijo pródigo de un notario del Ampurdán: Salvador Dalí. También de un áspero aspirante a púgil, de cara recia y ojos saltones, llamado Luis Buñuel Portolés. Buñuel –alumno de corazonistas y jesuitas-- era un obseso de la religión, a la que odiaba y admiraba enfermizamente. Le gustaba vestirse de cura marista, como a Dalí, y hacer burla escatológica. Era un bruto irreverente, machista contumaz, que vendería el piano de su mujer para que esta no tocara. Luis caía en la vulgaridad más absoluta, como cuando cantaba la jota de su invención: “No me jodas en el suelo/ como si fuera una perra,/ que con esos cojonazos/ me echas en el coño tierra”. Una vez se acercó por detrás al dulce poeta y le espetó sin piedad: “—Oye, Federico, ¿es verdad que eres maricón?” Eso significó el final de la amistad entre vate y futuro cineasta, “ateo, gracias a Dios”. La puntilla la obró en París, en 1929, el cortometraje silente Un perro andaluz, en clara alusión al origen de Lorca. Buñuel había reclutado para el proyecto a Dalí, con quien Federico había tonteado más de una vez, sobre todo en Cadaqués, donde a menudo el poeta se ponía agorero y trágico y gustaba escenificar su propia muerte y entierro. Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca constituían los mejores exponentes del arte de vanguardia que quería la izquierda española, frente a las opciones retrógradas y cansinas de Pedro Muñoz Seca, Ramiro de Maeztu o José Ortega y Gasset, de las derechas. Marañón y Unamuno estaban en la mitad, indecisos. Valle-Inclán, lo mismo, con sí con sa. Para mostrar el misérrimo estancamiento del campo español, Buñuel se marchó a la comarca de las Hurdes, para rodar Tierra sin pan (1932). Existía una fuerte conciencia solidaria en estos intelectuales que no era compartida a igual nivel por los teóricos conservadores, amigos de esbozar una revolución parca, controlada y cristiana. La Falange de José Antonio Primo de Rivera sería el medio para esa transformación. Una fuerza anticapitalista y anticomunista, alentadora, y a la vez redentora, del sacrificio pío obrero, bendecida por curas y dirigida por señoritas y señoritos tradicionalistas.
La República se escindía en dos mitades: derecha e izquierda. Y la izquierda era una Polinesia. Los socialistas velaban por los intereses del vulgo, a quien “es justo hablarle en necio para darle gusto” (Lope dixit). Los comunistas y anarquistas querían la locomotora a todo gas, y echaban más leña al fuego. En octubre de 1934, prendió la revolución popular minera de Asturias, sofocada por Franco con ayuda de la Legión. A nadie interesaba que los obreros tomaran el mando. Mil muertos, ejecuciones sumarias, torturas y despidos. La cuenca del Nalón era una región muy levantisca. Antaño quedó don Pelayo, las flechas reversibles y el tributo de las cien doncellas. De las regiones más bonitas de España, con sus Picos de Europa, sus pueblecitos pesqueros (Ribadesella, Cudillero, Luarca) y donde mejor se come. Qué le habría hecho la Santina a nuestro Nobel don Camilo, cuando tras las hoscas huellas de Buñuel, soltó aquel grueso improperio: “Si la Virgen de Covadonga es pequeñita y galana, que se jo**”.
A todo esto, más imágenes de santos a la hoguera. Nueva quema de iglesias en Madrid en mayo de 1931.
Tanto miedo tenían los socialistas a los partidos obreros que, cuando se forjó el Frente Popular el 15 de enero de 1936, se optó por dejarles fuera del mando. Se dice a menudo que el alzamiento militar y la Guerra (In)Civil fueron unos hechos mezquinos y sangrientos contra el gobierno republicano legítimo, pero se olvida que los verdaderamente sangrientos fueron muchos líderes de partidos y semipartidos, buitres carroñeros que engañaron y sangraron al pueblo, y condujeron al país al caos y al odio generalizado. Como acaece ahora, en nuestros días, que todos quieren mandar: centralistas, catalanistas, populares, socialistas, peneuvistas, regionalistas, etc. ¿Miran de verdad por el interés de España como nación madre? Seguramente no. Hasta alguno hay que se ríe del concepto de “patria”, como si fuera desde siempre un cuento o quimera.
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“--[Madre,] deme la navaja”. “—La navaja, la navaja… Malditas sean todas y el bribón que las inventó”. La Luna en presagio de la Mendiga, la Muerte. En muchos pueblos, familias enfrentadas por odios ancestrales. “Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío”. “Esa gente mata pronto y bien”. En la España profunda y rural se mascaba el odio. Lorca lo comprendió y lo ofrece en altar dramático como ambiente de preguerra. Es el teatro el que hace ganar su primer dinero al poeta, merced a los acomodos de las actrices Margarita Xirgu y Lola Membrives. Lorca, apolítico en testimonio de su íntimo amigo Pepín Bello, declara el 15 de diciembre de 1934: “En este mundo yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. Ahora bien, el genio granadino se situaba ante el mismo dilema que había acuciado a Larra: ¿cómo estar con los pobres sin ser uno de ellos? Dilema que recuerda al del rico en el Evangelio: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás riqueza en el cielo; luego ven y sígueme” (Mc 10, 21). 

La primera víctima de una guerra es la inocencia. El general de la Benemérita Antonio Escobar Huertas, fiel a la legitimidad del gobierno republicano hasta el final, varias veces herido durante la contienda, murió en el foso de Montjuich besando un crucifijo. Como católico que era, obedeció a unos dirigentes que armaron a los anarquistas que asaltaron y quemaron los templos barceloneses. Pudo escapar a Portugal o a Francia, pero no aceptó tal solución. Ni Lorca, ni Maeztu, ni Muñoz Seca, ni tantos otros intelectuales, o simples hombres de bien, eran culpables de nada, pero se llevaron lo peor. Que no se vuelva a repetir. El pueblo español ya no vive en la ignorancia, mas debe huir del fanatismo y de la intolerancia de ideas y opiniones como de piel de lobo. Porque quien no recuerda su Historia, y no la toma como dura advertencia, está llamado a repetirla.
En el momento en que se extravía la idea de causa común (que es la que ha vuelto grandes a alemanes, franceses y anglos; que es la que salvó a Inglaterra con Churchill durante la SGM), un país camina al borde del precipicio. Lo vemos en "nuestras" repúblicas bananeras, legado de nuestro pasado histórico: cada uno tira hacia lo suyo, en vez de mirar el bien de todos. Y a los españoles nos está pasando lo mismo, con tanta corrupción, tanta “autonosuya”, y tanta mentira. A este paso, Dios nos coja confesados.
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El pelotón que fusiló a García Lorca. 
Los asesinos de F.G. Lorca y Bernarda Alba.
Bernarda Alba y la muerte de García Lorca.

lunes, 4 de marzo de 2013

La despedida de Benedicto XVI.


Por primera vez en nuestros tiempos modernos, un papa abandona vivo la sede apostólica de Pedro y remonta los cielos de la Ciudad Eterna. Fue a las 17:07 del pasado jueves, 28 de febrero de 2013, con dirección a Castel Gandolfo, la residencia pontificia a veintitrés kilómetros de Roma, más extensa en superficie que el Vaticano.
Se va Benedicto. Es como si Ratzinger dejara sitio para que llegara Cristo. Ojalá entren aires de sincera renovación entre la curia vaticana, pues la Iglesia católica los necesita urgentemente para ganar credibilidad y confianza frente al mundo. Ya se alzan los preparativos en la Sixtina y se habla de cardenales favoritos. El Camarlengo Bertone selló las estancias papales a las 20:01 del 28, y destruyó el anillo distintivo del pontífice. Todos los cargos han cesado automáticamente, salvo aquellos de transición más esenciales.
Benedicto XVI no podía volver a ser cardenal. En principio, se sugirió el título de Obispo emérito de Roma. Pero eso parecía sonar a poco, y va a ser tratado como Papa emérito, lo que vaticina la posibilidad de un reinado en la sombra, y de que su sucesor lo tenga en cuenta para algunas decisiones trascendentales. Como diría Mario Moreno Cantinflas, “Parece que se ha ido, pero no es cierto”. Este hecho de estar de consultor ocasional no resulta, en principio, negativo, pues asume la experiencia de más de siete años como papa, además de muchos atrasados con cargo de responsabilidad en la Santa Sede, y conoce bien el meollo. Tan bien lo conoce, que se va un tanto “desangelado”, aunque lleve consigo la fuerza del Espíritu Santo. Las últimas palabras del papa a los cardenales electores fue una llamada a la unidad, para que toquen como lo hace una orquesta, con diferentes voces, pero armónicamente.
Nos deja un papa como todos, con sus virtudes y defectos. Proclive a autorizar la comunión a los divorciados, no se atrevió a imponer su criterio. Tampoco deseó tocar otros aspectos calientes, como el del celibato sacerdotal y el sacerdocio de la mujer (temas muy New Age, pero que deberían resolverse ya mismo). Escribió tres notables encíclicas (Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate) y ha dejado sin rubricar una cuarta. Sus tres libros divulgativos sobre Jesús de Nazaret presentan una fría erudición que desaprovecha la posibilidad de acercar el Evangelio y la vida del Maestro a los cristianos de hoy. Como ensayos están bien, son muy pulcros, pero también asépticos y poco comprometidos con la realidad histórica de aquel entonces y de ahora. Ha rehabilitado la antigua liturgia en latín, preconciliar, aunque con carácter opcional, por supuesto, y ha levantado excomunión a cuatro obispos cismáticos ultraconservadores. Ha recibido al disidente progresista Hans Küng, mas no le ha levantado el veto de enseñar teología católica. Ha perdonado al obispo Richard Williamson por negar las atrocidades del Holocausto judío. En 2006, retiró el sacerdocio activo a Marcial Maciel, fundador disoluto de los Legionarios de Cristo, y apadrinado por el anterior papa Juan Pablo. A partir de 2010, persiguió y castigó los abusos sexuales de bastantes curas pederastas. En su pueblo natal de Marktl, en Baviera, el 13 de julio de 1997, le levantaron una placa en la fachada de su casa, conmemorativa de su elección como Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
Ha sido un papa austero, sencillo, que no se ha dado a sí mismo ningún predicamento. Ha visto cosas que no le han gustado, y ha luchado contra ellas, para sanearlas. Aborda su renuncia con valentía, y es consecuente respecto de sus limitaciones físicas y quizá de mando.
Castel Gandolfo será la residencia provisional de Benedicto XVI hasta la elección de un nuevo papa. Se levanta en 55 hectáreas (once más que el Vaticano) sobre la antigua villa de recreo del emperador Domiciano. Son treinta hectáreas de jardines privados y veinticinco más de corrales, cuadras, olivares, hortalizas y pastos para el ganado (sesenta y tres vacas que producen seiscientos litros diarios de una excelente leche, que es consumida por la curia; gallinas que depositan cien huevos por jornada). Castel Gandolfo fue abierta por Pío XII a los refugiados. En la alcoba del papa, convertida en paritorio, nacieron más de cincuenta niños durante la Segunda Guerra Mundial.
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El siglo XX vistió a ocho papas:

Pío X (1903-1914), combatió el laicismo con más catecismo; reformó y unificó el Derecho canónico.
Benedicto XV (1914-1922): diplomático e imparcial durante los hechos de la Gran Guerra.
Pío XI (1922-1939): contrario a toda doctrina totalitaria, ya sea comunista o fascista. Se opuso con virulencia al Duce Mussolini.
Pío XII (1939-1958): sostuvo un complicadísimo pulso con Hitler, para impedir que invadiera el Vaticano y terminara con la ayuda en la sombra a disidentes, judíos y evadidos. Tenía preparada su carta de renuncia si era sometido por los nazis.
Juan XXIII (1958-1963): Angelo Giuseppe Roncalli, el Papa Bueno. Tenía la sencillez campechana y la bondad del cura rural que sabe lo que es pasar hambre. De una simpatía y un carisma natural desbordantes, renovó los cimientos del culto y de la Iglesia con su apertura al mundo moderno. Convocó el Concilio Vaticano II, el más espectacular y amplio desde la Edad Media. Excomulgó al dictador Fidel Castro. Sin duda, el mejor papa de los últimos doscientos años.
Pablo VI (1963-1978): concluyó el Vaticano II y tuvo un espíritu dialogante, abierto y ecuménico.
Juan Pablo I (1978): murió del corazón tras ocupar solo 33 días su puesto de pontífice. Su lema era la Humildad, y preparaba serias reformas para acercar a la Iglesia a la sociedad contemporánea.
Juan Pablo II (1978-2005): conservador, populista, viajero incansable, mensajero del dogma, intervino en la disolución del bloque del Este y del comunismo en su Polonia natal. Combatió con dureza la intervención de los curas en política (Teología de la Liberación) y defendió con ahínco el derecho a la vida de los no nacidos. Olvidó cuidar la casa.
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Diez máximas de Benedicto XVI (2005-2013):
1ª. “Donde Dios no ocupa el primer lugar, corre el peligro la dignidad del hombre”.
2ª. “Cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino los ídolos”.
3ª. “Una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe”.
4ª. “La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana”.
5ª. “Cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca”.
6ª. “El laicismo se está convirtiendo en una ideología autoritaria e intolerante”.
7ª. “No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor”.
8ª. “Hay quien afirma que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad. Pero, ¿qué objeto tiene entonces la libertad?”
9ª. “Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas del universo, sin Dios, tampoco cuadran”.
10ª. “La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico romano”.
[Ofrecidas por José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián]