“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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sábado, 23 de marzo de 2013

Nos deja González Echegaray.

“Cantabrum indoctum
iuga ferre nostra” (Horacio)
[‘El cántabro, no acostumbrado
a llevar nuestro yugo’]
He sabido del fallecimiento producido ayer (viernes, 22 de marzo de 2013), en su casa de la calle Rualasal de Santander, del sacerdote, erudito arqueólogo e historiador D. Joaquín González Echegaray. Tenía ochenta y dos años, y llevaba enfermo hacía tiempo. Han sido mis amigos de BISALIA, y en particular, D. Ismael Díez, quienes me han comunicado la noticia.
González Echegaray (Santander, 1930) ha sido un referente indiscutible para la investigación del patrimonio cultural de Cantabria. Tanto él, como su hermana Mª del Carmen, han sido responsables del estudio, catalogación y conservación de yacimientos que van del Paleolítico (cuevas rupestres), al periodo alto y bajomedieval, y aun posterior. Su extraordinario libro Los cántabros (1966), que Ediciones de la Librería Estudio ha reeditado en distintos formatos varias veces,  viene a servir de oportuna actualización y ampliación al ya clásico de Adolf Schulten, Los cántabros y astures y su guerra con Roma (1943). Como Schulten, Echegaray comenzó a recopilar en sus tiempos de seminarista todas las fuentes latinas que hablaban de Cantabria y del norte de Hispania. A partir de dichas fuentes dispersas, completadas por investigaciones de campo (básicamente, inscripciones en piedra --funerarias, votivas, públicas—y grafitos sobre piezas y objetos), fue construyendo e hilvanando el pasado antiguo de la región. Así descubrió un pueblo aguerrido, indómito, rebelde contumaz, nacido para la guerra, cuyos hijos hechos esclavos asesinaban a sus dueños y se volvían al monte. Sin embargo, Echegaray consideró esta belicosidad como signo y causa de su rápido ocaso, pues no puede vivir nadie en una batalla permanente. No donde se levanta una civilización, que era lo que acaecía en el resto de la Península. Los episodios suicidas de que habla Estrabón –madres infanticidas, hijos parricidas, crucificados que perecían cantando-- tenían frente a la romanización los días contados. Echegaray defiende, como condición de supervivencia relativa, la capacidad de adaptación de una cultura a aquella otra que pretende asimilarla y modificarla. El futuro es progreso, y el progreso está en saber avenirse. Algo muy duro de concebir después por los escritores regionalistas del XIX, como José Mª de Pereda y Amós de Escalante.
Echegaray era funcionario de la Diputación Provincial, puesto del que se jubiló en 1990. Su especialidad era la Historia Antigua; no en vano dirigió excavaciones no solo en la región cántabra, sino también en Jerusalén y Jordania. Fue a un colegio privado, laico y mixto, sorprendentemente llamado Santa Teresa de Jesús. Sus estudios religiosos los hizo en el seminario de Cóbreces (donde “se alistó” con tan solo once años) y en Corbán. Luego los completó en la Universidad Gregoriana de Roma.
De vuelta a su ciudad querida, se presentó a unas oposiciones al cargo de vicedirector del Museo de Prehistoria. Había sido otro religioso, el padre Carballo, paleontólogo, quien le introdujo en la afición por el pasado antiguo. Más tarde, fue colaborador del profesor Antonio García Bellido.
En Cantabria investigó las cuevas de Morín (Villanueva de Villaescusa), El Pendo, el Juyo (Igollo de Camargo), la Chora, el Otero, Rascaño y Altamira. Desenterró al “Hombre de Morín”, cuyo cadáver había dejado fiel impresión en la tierra arcillosa de su sepultura.
Gran conocedor de los asentamientos romanos, se ocupó también de Julióbriga (en una de sus primeras campañas) y del antiguo Portus Victoriae, es decir, la primitiva Santander latina, cuyos vestigios (unas termas romanas) puso al descubierto en el subsuelo de la cripta de la catedral de la ciudad.
Fue el fundador y primer director del Centro de Investigación y Museo Nacional de Altamira.
Con su desaparición se abre la gran incógnita de quién o quiénes van a tomar el relevo. Cantabria se está quedando sin arqueólogos locales, y hay todavía mucho patrimonio oculto que explorar. Cada vez que se amplía una carretera, o se mejora una autopista, aparecen entradas a cavidades con pinturas o huellas de asentamiento prehistórico que hay que cerrar apresuradamente con malla metálica para evitar su expolio. Y así permanecen olvidadas durante años.
Los oficios por su eterno descanso han tenido lugar el sábado 23, en la catedral de Santander. Posteriormente, el cuerpo ha sido conducido hasta el cementerio de Ciriego, e inhumado en el Panteón de Hombres Ilustres, junto a las cenizas del poeta José Hierro Real.
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* Su testimonio sobre Cantabria como Comunidad:
--“Creo que un pueblo como el nuestro debe estar interesado por sus raíces, pero esto no es conveniente que se lleve al mundo de la política, porque se deforma la realidad y puede conducir a situaciones ajenas al historiador.”
--“A veces pueblos de la antigüedad muy guerreros han transformado luego su manera de ser. Todo el mundo recuerda lo aguerrido de las legiones romanas, mientras que los italianos de hoy no son un pueblo que se signifique mucho por su arrojo en el combate. Eso suele pasar, son jugadas de la historia, y no debe interpretarse de forma peyorativa. Pero hay algo que sí podemos enlazar con aquella época, y es ese amor a lo nuestro, esa preocupación por nuestras cosas. El aprecio a nuestra tradición es una característica del pueblo cántabro. Incluso en el mundo de la emigración: todos los indianos vuelven a sus raíces. En cuanto al espíritu combativo, resurgió en parte durante la Guerra de la Independencia, cuando el obispo Menéndez de Luarca, al declararse la guerra a Napoleón, se dirigió al pueblo con una alocución que empezaba así: “Valerosos cántabros…”. Se inició la guerra, y se creó en Santander un ejército que subió a Reinosa a luchar contra los franceses, pero fue derrotado. Después, sobre todo en Liébana, se crearon una serie de unidades militares que llevaron el nombre de cántabros: “Los húsares de Cantabria”, “Tiradores de Cantabria”, “Cazadores de Cantabria”… Fue un momento histórico, una época en la que toda España estaba unida en la lucha por la independencia. Luego, afortunadamente, no ha habido más casos.”

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