“Cantabrum
indoctum
iuga
ferre nostra” (Horacio)
[‘El
cántabro, no acostumbrado
a
llevar nuestro yugo’]
He sabido del fallecimiento
producido ayer (viernes, 22 de marzo de 2013), en su casa de la calle Rualasal
de Santander, del sacerdote, erudito arqueólogo e historiador D. Joaquín González Echegaray. Tenía
ochenta y dos años, y llevaba enfermo hacía tiempo. Han sido mis amigos de
BISALIA, y en particular, D. Ismael Díez, quienes me han comunicado la noticia.
González Echegaray (Santander,
1930) ha sido un referente indiscutible para la investigación del patrimonio
cultural de Cantabria. Tanto él, como su hermana Mª del Carmen, han sido
responsables del estudio, catalogación y conservación de yacimientos que van
del Paleolítico (cuevas rupestres), al periodo alto y bajomedieval, y aun
posterior. Su extraordinario libro Los
cántabros (1966), que Ediciones de la Librería Estudio ha reeditado en
distintos formatos varias veces, viene a
servir de oportuna actualización y ampliación al ya clásico de Adolf Schulten, Los cántabros y astures y su guerra con Roma
(1943). Como Schulten, Echegaray comenzó a recopilar en sus tiempos de
seminarista todas las fuentes latinas que hablaban de Cantabria y del norte de
Hispania. A partir de dichas fuentes dispersas, completadas por investigaciones
de campo (básicamente, inscripciones en piedra --funerarias, votivas, públicas—y
grafitos sobre piezas y objetos), fue construyendo e hilvanando el pasado
antiguo de la región. Así descubrió un pueblo aguerrido, indómito, rebelde
contumaz, nacido para la guerra, cuyos hijos hechos esclavos asesinaban a sus
dueños y se volvían al monte. Sin embargo, Echegaray consideró esta belicosidad
como signo y causa de su rápido ocaso, pues no puede vivir nadie en una batalla
permanente. No donde se levanta una civilización, que era lo que acaecía en el
resto de la Península. Los episodios suicidas de que habla Estrabón –madres infanticidas,
hijos parricidas, crucificados que perecían cantando-- tenían frente a la
romanización los días contados. Echegaray defiende, como condición de
supervivencia relativa, la capacidad de adaptación de una cultura a aquella
otra que pretende asimilarla y modificarla. El futuro es progreso, y el
progreso está en saber avenirse. Algo muy duro de concebir después por los escritores
regionalistas del XIX, como José Mª de Pereda y Amós de Escalante.
Echegaray era funcionario de la
Diputación Provincial, puesto del que se jubiló en 1990. Su especialidad era la
Historia Antigua; no en vano dirigió excavaciones no solo en la región
cántabra, sino también en Jerusalén y Jordania. Fue a un colegio privado, laico
y mixto, sorprendentemente llamado Santa Teresa de Jesús. Sus estudios
religiosos los hizo en el seminario de Cóbreces (donde “se alistó” con tan solo
once años) y en Corbán. Luego los completó en la Universidad Gregoriana de
Roma.
De vuelta a su ciudad querida, se
presentó a unas oposiciones al cargo de vicedirector del Museo de Prehistoria.
Había sido otro religioso, el padre Carballo, paleontólogo, quien le introdujo
en la afición por el pasado antiguo. Más tarde, fue colaborador del profesor
Antonio García Bellido.
En Cantabria investigó las cuevas
de Morín (Villanueva de Villaescusa), El Pendo, el Juyo (Igollo de Camargo), la
Chora, el Otero, Rascaño y Altamira. Desenterró al “Hombre de Morín”, cuyo
cadáver había dejado fiel impresión en la tierra arcillosa de su sepultura.
Gran conocedor de los
asentamientos romanos, se ocupó también de Julióbriga (en una de sus primeras
campañas) y del antiguo Portus Victoriae,
es decir, la primitiva Santander latina, cuyos vestigios (unas termas romanas) puso
al descubierto en el subsuelo de la cripta de la catedral de la ciudad.
Fue el fundador y primer director
del Centro de Investigación y Museo Nacional de Altamira.
Con su desaparición se abre la
gran incógnita de quién o quiénes van a tomar el relevo. Cantabria se está
quedando sin arqueólogos locales, y hay todavía mucho patrimonio oculto que
explorar. Cada vez que se amplía una carretera, o se mejora una autopista,
aparecen entradas a cavidades con pinturas o huellas de asentamiento
prehistórico que hay que cerrar apresuradamente con malla metálica para evitar
su expolio. Y así permanecen olvidadas durante años.
Los oficios por su eterno
descanso han tenido lugar el sábado 23, en la catedral de Santander.
Posteriormente, el cuerpo ha sido conducido hasta el cementerio de Ciriego, e
inhumado en el Panteón de Hombres Ilustres, junto a las cenizas del poeta José
Hierro Real.
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* Su testimonio sobre Cantabria como Comunidad:
--“Creo que un pueblo como el
nuestro debe estar interesado por sus raíces, pero esto no es conveniente que
se lleve al mundo de la política, porque se deforma la realidad y puede
conducir a situaciones ajenas al historiador.”
--“A veces pueblos de la
antigüedad muy guerreros han transformado luego su manera de ser. Todo el mundo
recuerda lo aguerrido de las legiones romanas, mientras que los italianos de
hoy no son un pueblo que se signifique mucho por su arrojo en el combate. Eso
suele pasar, son jugadas de la historia, y no debe interpretarse de forma
peyorativa. Pero hay algo que sí podemos enlazar con aquella época, y es ese
amor a lo nuestro, esa preocupación por nuestras cosas. El aprecio a nuestra
tradición es una característica del pueblo cántabro. Incluso en el mundo de la
emigración: todos los indianos vuelven a sus raíces. En cuanto al espíritu
combativo, resurgió en parte durante la Guerra de la Independencia, cuando el
obispo Menéndez de Luarca, al declararse la guerra a Napoleón, se dirigió al
pueblo con una alocución que empezaba así: “Valerosos cántabros…”. Se inició la
guerra, y se creó en Santander un ejército que subió a Reinosa a luchar contra
los franceses, pero fue derrotado. Después, sobre todo en Liébana, se crearon una
serie de unidades militares que llevaron el nombre de cántabros: “Los húsares
de Cantabria”, “Tiradores de Cantabria”, “Cazadores de Cantabria”… Fue un
momento histórico, una época en la que toda España estaba unida en la lucha por
la independencia. Luego, afortunadamente, no ha habido más casos.”
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