“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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lunes, 4 de marzo de 2013

La despedida de Benedicto XVI.


Por primera vez en nuestros tiempos modernos, un papa abandona vivo la sede apostólica de Pedro y remonta los cielos de la Ciudad Eterna. Fue a las 17:07 del pasado jueves, 28 de febrero de 2013, con dirección a Castel Gandolfo, la residencia pontificia a veintitrés kilómetros de Roma, más extensa en superficie que el Vaticano.
Se va Benedicto. Es como si Ratzinger dejara sitio para que llegara Cristo. Ojalá entren aires de sincera renovación entre la curia vaticana, pues la Iglesia católica los necesita urgentemente para ganar credibilidad y confianza frente al mundo. Ya se alzan los preparativos en la Sixtina y se habla de cardenales favoritos. El Camarlengo Bertone selló las estancias papales a las 20:01 del 28, y destruyó el anillo distintivo del pontífice. Todos los cargos han cesado automáticamente, salvo aquellos de transición más esenciales.
Benedicto XVI no podía volver a ser cardenal. En principio, se sugirió el título de Obispo emérito de Roma. Pero eso parecía sonar a poco, y va a ser tratado como Papa emérito, lo que vaticina la posibilidad de un reinado en la sombra, y de que su sucesor lo tenga en cuenta para algunas decisiones trascendentales. Como diría Mario Moreno Cantinflas, “Parece que se ha ido, pero no es cierto”. Este hecho de estar de consultor ocasional no resulta, en principio, negativo, pues asume la experiencia de más de siete años como papa, además de muchos atrasados con cargo de responsabilidad en la Santa Sede, y conoce bien el meollo. Tan bien lo conoce, que se va un tanto “desangelado”, aunque lleve consigo la fuerza del Espíritu Santo. Las últimas palabras del papa a los cardenales electores fue una llamada a la unidad, para que toquen como lo hace una orquesta, con diferentes voces, pero armónicamente.
Nos deja un papa como todos, con sus virtudes y defectos. Proclive a autorizar la comunión a los divorciados, no se atrevió a imponer su criterio. Tampoco deseó tocar otros aspectos calientes, como el del celibato sacerdotal y el sacerdocio de la mujer (temas muy New Age, pero que deberían resolverse ya mismo). Escribió tres notables encíclicas (Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate) y ha dejado sin rubricar una cuarta. Sus tres libros divulgativos sobre Jesús de Nazaret presentan una fría erudición que desaprovecha la posibilidad de acercar el Evangelio y la vida del Maestro a los cristianos de hoy. Como ensayos están bien, son muy pulcros, pero también asépticos y poco comprometidos con la realidad histórica de aquel entonces y de ahora. Ha rehabilitado la antigua liturgia en latín, preconciliar, aunque con carácter opcional, por supuesto, y ha levantado excomunión a cuatro obispos cismáticos ultraconservadores. Ha recibido al disidente progresista Hans Küng, mas no le ha levantado el veto de enseñar teología católica. Ha perdonado al obispo Richard Williamson por negar las atrocidades del Holocausto judío. En 2006, retiró el sacerdocio activo a Marcial Maciel, fundador disoluto de los Legionarios de Cristo, y apadrinado por el anterior papa Juan Pablo. A partir de 2010, persiguió y castigó los abusos sexuales de bastantes curas pederastas. En su pueblo natal de Marktl, en Baviera, el 13 de julio de 1997, le levantaron una placa en la fachada de su casa, conmemorativa de su elección como Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
Ha sido un papa austero, sencillo, que no se ha dado a sí mismo ningún predicamento. Ha visto cosas que no le han gustado, y ha luchado contra ellas, para sanearlas. Aborda su renuncia con valentía, y es consecuente respecto de sus limitaciones físicas y quizá de mando.
Castel Gandolfo será la residencia provisional de Benedicto XVI hasta la elección de un nuevo papa. Se levanta en 55 hectáreas (once más que el Vaticano) sobre la antigua villa de recreo del emperador Domiciano. Son treinta hectáreas de jardines privados y veinticinco más de corrales, cuadras, olivares, hortalizas y pastos para el ganado (sesenta y tres vacas que producen seiscientos litros diarios de una excelente leche, que es consumida por la curia; gallinas que depositan cien huevos por jornada). Castel Gandolfo fue abierta por Pío XII a los refugiados. En la alcoba del papa, convertida en paritorio, nacieron más de cincuenta niños durante la Segunda Guerra Mundial.
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El siglo XX vistió a ocho papas:

Pío X (1903-1914), combatió el laicismo con más catecismo; reformó y unificó el Derecho canónico.
Benedicto XV (1914-1922): diplomático e imparcial durante los hechos de la Gran Guerra.
Pío XI (1922-1939): contrario a toda doctrina totalitaria, ya sea comunista o fascista. Se opuso con virulencia al Duce Mussolini.
Pío XII (1939-1958): sostuvo un complicadísimo pulso con Hitler, para impedir que invadiera el Vaticano y terminara con la ayuda en la sombra a disidentes, judíos y evadidos. Tenía preparada su carta de renuncia si era sometido por los nazis.
Juan XXIII (1958-1963): Angelo Giuseppe Roncalli, el Papa Bueno. Tenía la sencillez campechana y la bondad del cura rural que sabe lo que es pasar hambre. De una simpatía y un carisma natural desbordantes, renovó los cimientos del culto y de la Iglesia con su apertura al mundo moderno. Convocó el Concilio Vaticano II, el más espectacular y amplio desde la Edad Media. Excomulgó al dictador Fidel Castro. Sin duda, el mejor papa de los últimos doscientos años.
Pablo VI (1963-1978): concluyó el Vaticano II y tuvo un espíritu dialogante, abierto y ecuménico.
Juan Pablo I (1978): murió del corazón tras ocupar solo 33 días su puesto de pontífice. Su lema era la Humildad, y preparaba serias reformas para acercar a la Iglesia a la sociedad contemporánea.
Juan Pablo II (1978-2005): conservador, populista, viajero incansable, mensajero del dogma, intervino en la disolución del bloque del Este y del comunismo en su Polonia natal. Combatió con dureza la intervención de los curas en política (Teología de la Liberación) y defendió con ahínco el derecho a la vida de los no nacidos. Olvidó cuidar la casa.
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Diez máximas de Benedicto XVI (2005-2013):
1ª. “Donde Dios no ocupa el primer lugar, corre el peligro la dignidad del hombre”.
2ª. “Cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino los ídolos”.
3ª. “Una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe”.
4ª. “La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana”.
5ª. “Cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca”.
6ª. “El laicismo se está convirtiendo en una ideología autoritaria e intolerante”.
7ª. “No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor”.
8ª. “Hay quien afirma que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad. Pero, ¿qué objeto tiene entonces la libertad?”
9ª. “Las cuentas sobre el hombre, sin Dios, no cuadran; y las cuentas del universo, sin Dios, tampoco cuadran”.
10ª. “La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico romano”.
[Ofrecidas por José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián]

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