“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

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miércoles, 22 de agosto de 2018

De migraciones y empalizadas.


La migración, ya sea de animales o de personas, suele conllevar un factor de subsistencia. No se cambia de clima, de región o de área de la Tierra por cansancio o capricho, sino, generalmente, para mejorar las condiciones de vida. Las aves migran en primavera a zonas cálidas para anidar y reproducirse, mientras que se trasladan a otros lugares cuando llega el otoño. Siempre buscando una temperatura templada y huyendo del frío. Los seres humanos imitaron un tiempo a las aves, y también escaparon del frío, y buscaron el calor del fuego. Cuando las grandes civilizaciones se asentaron, sin embargo, los seres humanos migraron por otros motivos: huyeron de las invasiones de pueblos hostiles, del azote de las epidemias, de las hambrunas, de las inundaciones, o bien en busca de trabajo o de vías comerciales. Los hombres se diferencian de los animales en que su ánimo migratorio no sigue una regularidad programada. No responde al tiempo o las estaciones. El hombre sabe cómo guarecerse de las inclemencias, pero no tanto sobre cómo protegerse de sus semejantes, cuando estos se vuelven sus enemigos y amenazan su vida y las de los suyos.

En la actualidad, asistimos a una huida generalizada de grandes masas de personas desde ciertas regiones y países a otros. Huyen de la violencia de la guerra, de las injusticias, del fanatismo e intolerancia religiosos, de la limpieza étnica, de la falta de trabajo, de la miseria y el hambre. El mundo es grande; es de todos; pero la población del globo crece sin cesar y no hay recursos suficientes, o estos están desigualmente repartidos. Esto hace que haya zonas “favoritas” porque son las más favorecidas: hay paz, respeto cultural y confesional, un orden social y ciudadano, una estabilidad. No obstante, tampoco hay empleo a discreción para todos. Gente bien formada debe desplazarse a países vecinos, o incluso atravesar medio mundo hasta encontrar un trabajo prometedor.

Las culturas siempre han levantado muros y empalizadas para defenderse de lo extranjero, para delimitar su espacio vital y cultural, para marcar las fronteras de lo suyo, de su idiosincrasia. Uno de los últimos muros (y de los más vergonzosos), el de Berlín, cuando la Europa comunista apartó a sus ciudadanos de cualquier “contaminación” capitalista. El muro de Berlín fue una cruel e infamante barrera ideológica, que algunos se saltaron y lo pagaron con su vida.

En relación directa con las migraciones humanas y los muros, la UIMP ha presentado en Santander, en agosto de 2018, el montaje escénico Birdie, a cargo de la Agrupación Señor Serrano (fundada en Barcelona en 2006). Se trata de una alternativa muy original e innovadora, que parte de la creación de mensajes visuales filmados y proyectados en directo, a partir de fotografías, recortes de periódico, maquetas, objetos, figuras a escala reducida, música, sonidos y voz en off (en inglés, de Simone Milsdochter, con subtítulos en castellano). El espectador asiste a una coreografía milimétricamente ensayada, que en este caso apunta a las desigualdades territoriales, las vallas fronterizas junto a lujosos campos de golf, y la esperanza de ciudades cosmopolitas, como Melilla, que, a semejanza de la Toledo medieval, acoge a varias religiones (cristiana, islámica y hebrea).

Secuencias y fotogramas de la mítica Los pájaros, de Hitchcock, sirven para establecer un paralelo entre las migraciones de aves y de personas damnificadas, a la vez que la profusión avícola de la película representa los temores invisibles y los miedos compartidos que fustigan a una sociedad que se protege de lo foráneo. Los pájaros son el pánico en el subconsciente colectivo y, al mismo tiempo, la Amenaza de Andrómeda que surge de la valla. Por una parte, el terror no tiene forma; por otra, son esos subsaharianos encaramados a una empalizada, que van a saltar sobre el campo de golf de los sueños avaros. Birdie, en inglés, significa ‘pajarito’, pero también ‘un golpe por debajo del par’ a la hora de meter la pelota en el hoyo. De este modo, se aúnan ambos sentidos: los intrusos y el ocio lujoso.
En sesenta minutos tan solo, Álex Serrano, Pau Palacios, Ferran Dordal y David Muñiz construyen su reflexión sobre las migraciones actuales. Según ellos, carece de sentido (y de utilidad) levantar vallas, porque las corrientes son indómitas y terminan traspasando los obstáculos. Pero, ¿cupieron todos los seres de la Creación en el Arca de Noé? Imaginemos que el mundo es el Titánic, cuya cubierta se divide simétricamente entre una borda favorita y otra odiada. Evidentemente, el impulso de dirigirse todo el pasaje hacia el área favorita, despoblando la repelente, hace zozobrar el buque, que en este caso se escora y hunde no tras chocar contra un iceberg, sino al impactar contra el ansia de bienestar y supervivencia de todos los miembros de la especie humana.

Quizá la mejor solución, la única viable y posible, pase por sanear las zonas peligrosas e indeseadas de la Tierra, volviéndolas más prósperas y seguras, para evitar así las migraciones masivas de personas. Pero habrá que aplicarse e implicarse bien a fondo, pues estamos hablando de países inmersos en eternos conflictos civiles, con facciones a menudo muy fanatizadas, donde reina la corrupción absoluta y no existe ninguna tradición democrática. Un terreno muy difícil de roturar, oxigenar, abonar, cultivar y recolectar en equitativo reparto.

Ni Europa ni el mundo occidental no pueden acoger volúmenes masivos de seres humanos desesperados. ¿Debe implicarse el primer mundo en una lucha armada abierta para domeñar ciertas áreas lejanas conflictivas? ¿A cuánta gente hay que matar en esa suerte de “cruzada” de liberación panafricana con el fin de que prosperen la paz y la estabilidad? No a una docena, ni a cientos, sino tal vez a miles; o incluso a cientos de miles, hasta que cundan la equidad y la justicia social, y estas puedan, más o menos, mantenerse y levantar naciones prósperas, tal y como las hemos conocido. La labor de “depuración” en loor del bien común sería ardua y cruel. Y sin embargo, acaso sea una apuesta inevitable que deba afrontar el primer mundo, haciendo suya la vieja máxima senatorial romana: Si vis pacem, para bellum” (‘Si quieres la paz, prepárate para la guerra’). Pues las guerras traen la paz, o la ilusión de la misma.

¿Podría la diplomacia ganar una batalla? Difícil, en ciertos ámbitos indómitos. ¿Las sanciones económicas? Las termina pagando el que menos culpa lleva. Hay que intervenir, con la fuerza, en esos territorios, al tiempo que se bloquea el tráfico de armas de fuego hacia las zonas hostiles. Solo así, con la ocupación militar temporal, cabría avanzar algo, siempre que se contara con la colaboración mayoritaria, y no tibia, de la población civil. Porque la guerra de guerrillas todavía ningún ocupante invasor la ha ganado. Si acaso Roma en territorio cántabro-astur, después de tener pacificada y sometida toda la Península.

Hasta el momento, la diplomacia y los ejércitos de Occidente solo se han ocupado de derrocar dictaduras, pero sin alcanzar a establecer, en su lugar, alternativas democráticas. Se marcha el dictador de turno, pero ahí queda eso. En parte, también, porque no son sociedades que sean capaces de vivir al modo occidental, y los enfrentamientos y rivalidades étnicas y religiosas conducen a situaciones de inestabilidad permanente. Habría que tutelar, durante muchos años, esas sociedades, e incluso así sería un reto de titanes, con una probabilidad de éxito incierto. El colonialismo fracasó en el siglo XIX. Al final, hubo que irse de allí, aunque entonces el propósito no fue la enseñanza altruista, sino la explotación generalizada de los recursos naturales.
El “buen salvaje” no ha existido nunca. Cada cual llama bárbaro a aquello que no es su propia costumbre. La globalización derriba muchas diferencias, pero no es una panacea. Acerca mentalidades, pero la idiosincrasia cultural va a seguir en activo, y las creencias que se sientan amenazadas serán un amargo acicate contra una manera tolerante de entender y de vivir la realidad.

© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2018.
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[Preguntado Alfred Hitchcock sobre el sentido de su largometraje Los pájaros, respondió: “Si lo desea, puede convertirlo en el tema que crea más satisfacción en el mundo: que la gente no es consciente de que la catástrofe nos rodea.”

Por su parte, los críticos Ian Cameron y Richard Jeffrey escribieron: “La ambigüedad del significado de la película es su virtud principal. Si hubiera tenido un determinado significado alegórico, resultaría lo suficientemente relevante para que cada espectador lo tratara después en el ámbito personal. En cambio, su gran ambigüedad permite que la trama llegue a todos los niveles de la conciencia del público.”