“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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domingo, 24 de noviembre de 2013

Violencia en el trato a las personas.


El 25 de noviembre es la fecha elegida internacionalmente como Día contra la Violencia hacia la Mujer, que la ONU ratificó en 1999.
 
Se escogió esa fecha en el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, celebrado en Bogotá (Colombia) en julio de 1981.
Para ello se tuvo presente la conmemoración del día del asesinato de tres mujeres dominicanas, las hermanas Minerva, María Teresa y Patria Mirabal, muertas a golpes por militares bajo las órdenes del cruel déspota y dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina (1891-1961). 


 
Sin embargo, hay que aclarar que las hermanas Mirabal no fueron maltratadas y muertas por su condición femenina, sino que su detención ilegal y eliminación obedeció solo a razones políticas. Fue un crimen de Estado, no un acto de violencia contra mujeres, en cuanto a mujeres.
Las hermanas Mirabal –apodadas Las Mariposas—eran bien conocidas como opositoras activas al régimen de Trujillo. De hecho, estuvieron encarceladas varias veces, fueron vejadas y hasta violadas y torturadas, y sus maridos respectivos sufrieron prisión incondicional. Ellas procedían de la burguesía rural acomodada (su padre era un exitoso hombre de negocios) y se educaron con monjas franciscanas. El hombre fuerte de la República Dominicana desde 1930, Rafael Leónidas Trujillo, se cruzó en sus tiernas vidas con inusual frecuencia. La familia perdió su fortuna por su culpa, y en 1949, Minerva Mirabal resultó molestada y acosada por El Jefe, El Chivo, o El Tigre del Caribe, como gustaban apodar a Trujillo.
Trujillo estaba al mando de la Guardia Nacional, cuerpo de intervención castrense creado bajo el parabién de los Estados Unidos. En 1930, obligó a dimitir al presidente Horacio Vázquez e impuso en el país un régimen megalómano, cruel y sanguinario. Era famoso por hacer desaparecer a los contestatarios arrojándolos directamente a los tiburones. Practicó torturas y encarcelamientos, así como asesinatos en masa, como la Matanza del Perejil: entre el 3 y el 8 de octubre de 1937, la policía y el ejército dominicanos recorrieron las aldeas y haciendas limítrofes con Haití, asesinando a palos, hachazos y machetazos a los residentes negros de origen haitiano. La excusa era que quitaban trabajo de jornaleros y peones a los nacionales. Miles de hombres, mujeres y niños de color fueron reunidos por grupos y obligados a pronunciar la palabra “perejil” para saber si eran nativos o extranjeros. Los haitianos, que hablaban un dialecto francés (el créole o criollo), no pronunciaban ni la “r” ni la “j”, y les salía “pegsil”. Este fallo les conducía al exterminio inmediato. Cerca de 30.000 murieron. Trujillo lo organizó todo como si de una cacería se tratara: inutilizó puentes para acorralar a las presas y animó a los terratenientes y peones locales a que se sumaran a la matanza. Muchos acudieron a divertirse con lo que tenían más a mano: hachas, cuchillos, machetes, palos o piedras. Todo valía. Se mataba a las madres en presencia de sus hijos, y a estos –de un sinfín de modos y con honda saña—ante aquellas. El río Massacre se llevó al mar cientos de cadáveres, para que fueran festín de los escualos. El gobierno de Haití reclamó una indemnización de 750.000 dólares USA, que fue negociada por Trujillo y finalmente rebajada a 525.000. El presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt apoyó la multa, que, no obstante, nunca llegó a las familias de las víctimas. En realidad, Trujillo había liquidado a una masa desclasada, socialmente incómoda para ambos gobiernos, dominicano y haitiano.

 
Trujillo se retiró de la presidencia a intervalos, pero a condición de poner en el cargo a cabezas títere manejadas por él, como Peynado, Troncoso de la Concha y Héctor Trujillo. La jefatura de la Guardia Nacional le aseguraba el control real y efectivo del país.
En su vida privada, era un mujeriego acosador y enfermizo: obtenía favores sexuales de niñas, adolescentes y hasta mujeres adultas casadas, bajo amenaza de represalia contra sus familias y maridos. A menudo, supo sin embargo granjearse ciertas confianzas y simpatías entre el campesinado, acabando con la influencia de algunos caciques locales. Pero lo que hizo en realidad fue eliminar a quienes lo molestaban, para obtener el completo monopolio en el comercio de la sal, el azúcar y el tabaco. Así, miembros de su familia y de su camarilla personal sustituyeron a los antiguos caciques, llegando a traficar incluso con sustancias alucinógenas.


 Aunque siempre contó con el apoyo norteamericano, por su postura anticomunista, anticastrista y aliada de dictaduras como la de Somoza en Nicaragua, sus salvajadas tronaron más fuerte y significaron su fin: la CIA organizó una emboscada de sus secuaces de antaño contra el vehículo de Trujillo, y más de sesenta balas fueron en un momento dirigidas hacia su interior. Rafael Trujillo se llevó siete de ellas. Era el 30 de mayo de 1961, tan solo seis meses después del asesinato de las hermanas Mirabal.
Trujillo es el oscuro protagonista de la novela La fiesta del Chivo (2000), del Nobel Mario Vargas Llosa. Este relato de ficción, basado en hechos reales, ha sido recientemente proclamado por el diario ABC como la mejor novela en español del siglo presente. La encuesta se realizó entre cien escritores, editores y figuras del mundo cultural hispano (http://www.abc.es/cultura/libros/20130519/abci-noveladelsiglo-201305191751.html)
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Minerva, María Teresa y Patria Mirabal se dirigían a visitar en la cárcel a los respectivos maridos de las dos primeras. Las familias pertenecían al movimiento de resistencia “Agrupación Política 14 de Junio”, fundado por el abogado Manolo Tavárez Justo, de línea procastrista, y con más de seis mil miembros compromisarios repartidos por todo el país. Previamente, y siguiendo motivos estratégicos, a ellas se las había excarcelado y a los presos se les había aproximado al lugar de residencia de las interesadas. Desde el 18 de noviembre de 1960, su jeep era vigilado por un comando militar, encabezado por el cabo de policía Ciriaco de la Rosa, bajo la supervisión del teniente Víctor Peña Rivera. El día 25, cuando no viajaban con niños, se las paró en un puente. Se las detuvo a ellas tres y a su chófer acompañante, Rufino de la Cruz. Según algunas versiones, se les condujo a los cuatro a un cañaveral cercano y allí las víctimas fueron separadas e inmoladas a golpes y mediante asfixia. La idea era que sus cuerpos tuvieran magulladuras graves para simular un accidente de carretera. Según otras fuentes, el cuarteto fue apaleado más cómodamente en una casa de adobe de la localidad de La Cumbre. Seis fueron los sicarios que tomaron parte en el crimen. Después de desaparecido en combate el dictador, se dictó juicio contra ellos y fueron sentenciados a penas de entre veinte y treinta años de prisión, pero los simpatizantes del régimen trujillista se las arreglaron para hacerles escapar al extranjero con pasaportes falsos.
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Consideradas mártires de la causa de la mujer por diversas asociaciones feministas, las Mirabal han dado pie a la fecha del 25 de noviembre como día contra la violencia contra las mujeres. Pero, como hemos visto, no tuvieron nada que ver con ningún proceso expresamente reivindicativo de ciertos derechos sociales femeninos. De hecho, de no haber luchado ellas políticamente contra el régimen trujillista, no habrían acabado de la forma tan lamentable y lastimosa como terminaron. Además, en la conspiración también pereció un varón acompañante, el chófer Rufino.
Si siguiéramos el criterio de considerar violencia machista en el crimen contra las Mirabal, también podríamos escoger como día mundial el 16 de octubre, por el de 1793 en que fue guillotinada en París la reina María Antonieta de Austria. Recordemos que, burlonamente, fue enterrada con las piernas abiertas y con la cabeza tapando su pubis. O quizá mejor el 3 de septiembre, por el de 1792 en que la fiel amiga de aquella reina, la princesa de Lamballe, María Luisa de Saboya-Carignan, fue descuartizada viva en la prisión de la Force, y su cabeza, grotescamente empolvada y maquillada, empalada y paseada entre gritos e insultos obscenos por las calles.
Pero, sin duda, una de las víctimas candidatas mejores a fijar otro día para la violencia machista sería Ana Bolena (1501?-1536), segunda esposa del misógino monarca Enrique VIII. Su error fue no tener a tiempo hijos varones. El rey se deshizo de ella bajo la acusación de adulterio, incesto y traición, mientras coqueteaba ya con su nueva favorita, Jean Seymour. Se conmutó la pena de cremación por otra más piadosa de decapitación mediante espada de doble filo, a cargo de un experto maestro de esgrima de Calais. La reina moriría en el tajo de la Torre de Londres, de un solo golpe, la mañana del 19 de mayo de 1536. Un disparo de cañón señaló el postrer momento. En el cadalso, Ana se despidió de sus damas, su limosnero y las autoridades de la Torre con estas palabras amables:
«Buena gente cristiana, he venido aquí para morir, de acuerdo a la ley, y según la ley se juzga que yo muera, y por lo tanto no diré nada contra ello. He venido aquí no para acusar a ningún hombre, ni a cuestionar nada de eso, de que yo soy acusada y condenada a morir, sino que rezo a Dios para que salve al rey y le dé mucho tiempo para reinar sobre ustedes, para el más generoso príncipe misericordioso que hubo nunca: para mí él fue siempre bueno, un señor gentil y soberano. Y si alguna persona se entremete en mi causa, requiero que ellos juzguen lo mejor. Y así tomo mi partida del mundo y de todos ustedes, y cordialmente les pido que recen por mí. ¡Oh, Señor, ten misericordia de mí! A Dios encomiendo mi alma

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En España se suele mencionar la fecha del 25 de noviembre como Día Mundial contra la Violencia de Género. Cuando “género” es un término equívoco e impropio, pues lo hay tanto masculino como femenino. Del mismo modo, si bien la violencia machista es un problema muy serio y grave que afecta hoy a la mujer (y que la lleva martirizando desde hace siglos, desde que el mundo es mundo), no es menos preocupante que se produzca, en el seno de la pareja y del hogar, violencia de la mujer contra su compañero, que puede ser verbal o incluso física. También hay hombres que resultan ignorados, vejados, vilipendiados, ofendidos y humillados, a diario o frecuentemente, por sus esposas. Hay mujeres que no dan ningún valor a la talla humana del hombre con el que comparten su vida. De la misma manera que existen hombres que consideran a la hembra como un simple objeto de posesión, que debe someterse a la voluntad decisoria y sexual del marido. Cuando hablamos de hombres y de mujeres, hemos de considerar que son PERSONAS. Ante todo y sobre todo, son personas, por encima de su sexo o de su orientación sexual. Y las personas se merecen una dignidad y un respeto en el trato. Y una igualdad a nivel laboral y ante la ley. Ninguna mujer debería ocupar un puesto de trabajo de tipología inferior por el hecho de ser mujer; ninguna mujer debería recibir menor retribución, derechos y consideraciones que un hombre en una misma escala de puesto laboral. Ninguna mujer debería ser obligada a cuidar del hogar y de los hijos sin percibir por ello un salario justo. Ninguna mujer debería ser apartada de una Educación de calidad. Ninguna mujer debería ser esclavizada sexualmente o sufrir ablación. Porque no es solo el varón en la familia, sino la sociedad en general quien comete los principales actos de injusticia contra las mujeres.


 ¿Cómo exigir del hombre que se comporte dignamente con su pareja femenina, cuando la sociedad en que él vive auspicia lo contrario, la indignidad encubierta contra la mujer?
No obstante, no debemos tampoco permitir que se utilice a la justicia para tratar de equilibrar, en contra de sujetos que a lo mejor no lo merecen, esa desigualdad que la sociedad practica. No es justo que, en las actuales leyes de nuestro país, el varón no sea individuo protegido en las relaciones familiares y de pareja, y la mujer, en cambio, sí reciba la mayor confianza y protección. La justicia es una dama vendada que sujeta un fiel horizontal. Este equilibrio adecuado debe favorecer a mujeres y hombres por igual. No puede estar la justicia para actuar como un tribunal inquisitorial que persiga al hombre que es denunciado, dudando desde un primer momento de sus derechos fundamentales como ciudadano y persona. Y debemos exigir que proteja esos derechos como se inquieta por los de la mujer. Debemos exigir que el hombre que sufre humillaciones, vejaciones y violencia en el trato familiar y afectivo, pueda también reclamar, ser escuchado y recibir protección de los tribunales de justicia.


Dice el artículo 7º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación”.
La actual Constitución española de 1978 suscribe, en su artículo 10.2, los derechos fundamentales de esa Declaración y refrenda, en su artículo 14: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Porque, de lo contrario, perpetuaremos los consabidos arquetipos de los que se pretende escapar: macho que sabe siempre imponerse y defenderse solo, hembra que es dominada y acomplejada por el varón.
©Antonio Ángel Usábel, noviembre de 2013.
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Con el fin de RECORDAR QUE TODOS SOMOS PERSONAS, Y COMO SERES HUMANOS, MERECEDORES SIEMPRE DE UN TRATO DIGNO Y JUSTO, he preparado estos vídeos que he subido a You Tube. Creo que son interesantes. Son cinco, y se titulan "Violencia en el trato a las personas". Os pongo los enlaces, para que podáis acceder a ellos:

Violencia en el trato... 1ª Parte
Violencia en el trato... 2ª Parte
Violencia en el trato... 3ª Parte
Violencia en el trato... 4ª Parte
Violencia en el trato... 5ª Parte y final.

Nuevo caso de violencia contra una mujer, con resultado de muerte.