La elección de un nuevo papa es
siempre motivo de alegría para los cristianos. Supone esperanza, ver qué
cambiará en la Iglesia con el signo de los tiempos, qué mensaje renovador y qué
acciones se emprenderán desde Roma. A la vez, nos sentimos arropados, porque la
alegría del nuevo pontífice nos embarga y conforta, como representante que es
del amor de Jesucristo en la tierra.
El miércoles, 13 de marzo de
2013, alrededor de las siete de la tarde, y tras una quinta votación, fue
elegido el cardenal argentino Jorge
Mario Bergoglio como sucesor número 266 del apóstol Pedro. Había superado con
creces los 77 votos necesarios para la elección. El nuevo papa decidió llamarse
Francisco, en honor de San Francisco de Asís y su entrega a los más pobres.
No es un papa más, sino que rompe
muchos convencionalismos. Es el primer papa natural del continente
hispanoamericano, y el primer jesuita, una orden contemplada siempre con suma
desconfianza por la curia, y que fue duramente represaliada por Juan Pablo II
con la destitución del general Arrupe. Los jesuitas, propietarios de la
prestigiosa Universidad de Georgetown, en Boston (EE.UU.), y de otros centros
educativos señeros repartidos por doquier, tienen fama de racionalistas, de
saber conjugar muy bien razón y fe, de estimar y cultivar la inteligencia, de
abrirse a la Ciencia y a las innovaciones. Esto puede significar la propuesta y
ejecución de notables cambios en el nuevo apostolado. Como anota José Manuel
Vidal (El Mundo, 15-03-2013), “los jesuitas siguen brillando […] La alta teología es suya, pero siempre con
los pies en la tierra. Ubicados en la frontera social e intelectual, es lógico
que sean perseguidos y que la institución los digiera mal, como demuestran las
últimas condenas de dos de sus grandes teólogos, Jon Sobrino y Roger Haight.”
Por otra parte, la naturaleza
hispanoamericana del papa Francisco puede dar relieve y sustancia a la fijación
por la Iglesia en los más desfavorecidos, en los desarraigados. Latinoamérica
significa más del setenta por ciento de los cristianos, muchos de los cuales
abandonan por desengaño los templos católicos y buscan consuelo y respuesta en
iglesias evangelistas o en organizaciones sectarias. La gestión, hasta ahora
privilegiada, del Opus y del Camino Neocatecumenal no ha hecho más que aumentar
la desconfianza de los creyentes y propiciar las deserciones y el laicismo
agnóstico. Las parroquias son yermos donde meditan sus rezos tres viejucas.
Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos
Aires (Argentina). Su padre, ferroviario, y su madre, ama de casa. Ambos, un
matrimonio inmigrante italiano. El padre llegó de Portacomaro (Asti, en el
Piamonte) y la madre era ya bonaerense, con ascendencia piamontesa y genovesa. Su
origen humilde le cerró algunas puertas, como la sentimental, pues su novia
Amalia no pudo formalizar su relación con él al prohibírselo sus padres. De
hecho, con doce años, la chiquilla recibió una paliza de su progenitor por
recibir cartas de Jorge Mario. Entonces él declaró que, si no podía tenerla, se
haría sacerdote. El joven siguió estudios superiores industriales, y alcanzó el
título de técnico químico. A finales de los cincuenta, decidió también
profesar, ingresa en la Compañía, y se ordena el 13 de diciembre de 1969. Promete
a su padre hacerse cura de pobres y no curita faldero. Alterna su labor
pastoral con las clases de teología y los ejercicios espirituales, y guarda una
estrecha colaboración con compañeros curas que trabajan en barrios azotados por
la miseria. Termina su tercera probación en la Casa de los Jesuitas de Alcalá
de Henares, donde se aloja durante cuatro meses, de diciembre de 1970 a abril
de 1971. Entre 1973 y 1979, fue provincial de su orden en Buenos Aires. El 20
de mayo de 1992, es nombrado obispo de Auca, es decir, auxiliar de Buenos
Aires. El 28 de febrero de 1998, ascendió al cargo de arzobispo de Buenos
Aires. Otro mes de febrero, pero de 2001, recibió un nuevo espaldarazo, cuando
Juan Pablo II lo convirtió en cardenal y primado de la Iglesia en Argentina.
Además, ha presidido dos veces la Conferencia Episcopal de su país, y ha
formado parte de diversas congregaciones: clero, culto divino, vida consagrada,
etc.
Pasa por ser un hombre afable, de
buen trato y de vida sencilla. Habitaba un pequeño apartamento, se guisaba su
comida y se desplazaba en metro o autobús. Con veintiún años, sufrió una
pulmonía severa y tuvo varias recaídas; la formación de tres quistes le llevó a
una intervención quirúrgica en la que le fue extirpado parte del pulmón
derecho. Con setenta y seis años, disfruta de buena salud. Le fascina Hölderlin,
admira a Borges y su película preferida es… El
festín de Babette. Elogia La
crucifixión blanca, de Chagall.
Aun con ser un defensor de la
causa de los pobres, es más bien prudente y conservador en lo doctrinal: se ha
opuesto al matrimonio gay y a la Teología de la Liberación. Sin embargo, es
partidario del bautismo de niños de parejas de hecho o de padres no casados por
la Iglesia. Es un firme defensor de la
unidad de la Iglesia, por encima de disensiones ideológicas que no responden al
estricto mensaje evangélico de Salvación. No en vano, ha dejado claro: “Podemos caminar y edificar, pero si no
confesamos a Jesucristo la cosa no funciona, seremos una ONG piadosa, pero no
una Iglesia esposa del Señor.” Es un religioso de doctrina firme. Recomienda
caminar y edificar con la cruz siempre, para no caer nunca en la mundanidad del
demonio. Como jesuita, es esperable que
guíe la Iglesia como un solo cuerpo de ejército. En política, reivindicó la
soberanía argentina de las islas Malvinas. Se le ha querido vincular con la
represión de la dictadura militar argentina, incluso con la desaparición de
ciertos documentos comprometedores y la negación de auxilio, en 1976, a dos
jesuitas encarcelados, Francisco Jalics y Orlando Yorio. Pero el caso es que su
superior Bergoglio les alertó varias veces del riesgo que corrían y les
recomendó la salida del país; tras cinco meses de cautiverio, ambos fueron
liberados, seguramente por la mediación de la jerarquía eclesiástica. Yorio
falleció en 2000 en Uruguay, pero Jalics (Budapest, 1927) vive y dice sentirse
en paz con Bergoglio. Pasó cinco meses vendado y atado. Un ayudante de ellos
estaba relacionado con la guerrilla y debió de acusar a los jesuitas bajo tortura.
Hoy Jalics, que vive en una localidad bávara, dice que no puede relacionar a
Bergoglio con su captura y que se reconcilió con todo lo ocurrido y lo dio por
cerrado. En torno a este hecho luctuoso, el Premio Nobel de la Paz de 1980,
Adolfo Pérez Esquivel, compatriota suyo, lo ha defendido y ha dejado claro que
nada tuvo que ver Bergoglio con los cómplices religiosos de la dictadura.
La exjueza y exsecretaria de
Derechos Humanos, Alicia Oliveira, represaliada por la junta militar, exculpa a
Bergoglio y lo vincula con el socorro en la sombra de personas perseguidas. Una
vez prestó su cédula de identificación y su ropa de sacerdote a un hombre para
que pudiera cruzar la frontera. Este gesto comprometido no lo tiene cualquiera.
Por su parte, el líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico, ha declarado: “Es un peronista, comprometido con los más
humildes, con el que hemos trabajado en las villas, con los cartoneros,
luchando contra el paco (‘crack’)”. Frente a él se posiciona Estela de
Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, quien afirma no haber
recibido nunca ayuda de Bergoglio, que sí ha colaborado en otros asuntos
hirientes, y lo identifica con la Iglesia que “oscureció al país” durante la
represión.
Prada, en su columna de ABC (16-03-2013), recoge opiniones de
amigos porteños agnósticos que le han
hablado sobre el nuevo papa. Uno de ellos comenta: “Está más loco que una cabra. Va a patear el tablero. Aunque es
moderado y prudente, no es políticamente correcto. Que nadie espere que vaya a
ser genuflexo con los poderes de este mundo. No va a ser un papa acomodado a
los círculos de poder. Me alegra su elección, más que nada por la patada en las
pelotas que significa para los intereses creados y los vivos y los chupamedias
de siempre”. Otro amigo de Prada añade: “Bergoglio
durante la dictadura tuvo una actitud valiente y comprometida y salvó muchas
vidas; lo que ocurre es que después no se jactó de haberlo hecho”. Y uno
más sentencia: “Bergoglio es de una
ortodoxia implacable, pero es extremadamente de base en lo social, tiene un
compromiso real y tangible con los pobres y excluidos”.
Para Álvaro Vargas Llosa (El Mundo, 15-03-2013), el papa Francisco
está contra la corrupción, el abuso de poder y el enriquecimiento fácil. Apoya
el matrimonio civil, y es contrario al derechismo opulento del Opus Dei
latinoamericano. Es un conservador doctrinal con un discurso socialcristiano.
En temperamento parece franciscano y en ideología es un centrista (o un
ecléctico); una amalgama entre Juan XXIII, en su diálogo con la modernidad (sin
ser estrictamente moderno) y Juan Pablo II, en su acercamiento a la calle.
El nuevo pontífice no es muy
proclive al proselitismo y sermoneo entre laicos. Pone de ejemplo los
doscientos años que las comunidades cristianas de Japón estuvieron sin
sacerdotes. Entonces les fue suficiente con su fe en el bautismo. Así, cuando
pudieron volver los misioneros los encontraron a todos bautizados, casados
religiosamente y con cruces cristianas sobre sus sepulturas.
Para el diario El País (14-03-2013), el papa Francisco
es la revelación del triunfo de la periferia de la Iglesia y la derrota de la
curia vaticana. Lo considera “flexible en materia de ética sexual”. Puede ser
un hombre dialogante dentro de la ortodoxia, y es partidario de algunos ritos
casi extraviados, como la imposición de manos a los fieles en la cabeza al
término de la misa.
A la mañana siguiente a su
elección, el papa Francisco fue a la Residencia Internationalis Paolo VI a
recoger su maleta. Quiso pagar la cuenta por el hospedaje, pero la dirección no
se lo permitió. Estuvo alojado en la habitación 109. El precio ronda los
sesenta euros diarios con desayuno, los setenta y tres con media pensión, y
ochenta y cinco con pensión completa.
Otras dos de sus primeras acciones
fueron saludar por teléfono al Padre General de los Jesuitas en Roma, y visitar
en el hospital Pío XI al nonagenario cardenal Jorge Mejía, internado por un
infarto.
Comienza ahora para Jorge Mario Bergoglio un camino de soledad nada envidiable. La soledad de los papas, del Vaticano, del protocolo, de la curia. Tal vez la voz del que predica en el desierto.
Presentación del papa Francisco (13-03-2013).
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Algunas de las declaraciones del hoy papa Francisco:
--“No debemos ceder jamás al pesimismo, a esa amargura que el diablo
nos propone cada día.”
--“Quizá nos haga bien sufrir un poquito delante del Señor, pidiendo
perdón, por tantas veces que, en nuestra tarea de pastores, hemos pecado en
este mundo. El mal que hayamos hecho, probablemente por ingenuos, es un mal que
se multiplica. Y si nos encontramos en falta, que el Señor nos conceda la
gracia del espíritu de reparación y penitencia que nos lleve a una firme
enmienda.”
--“Quizás en la Iglesia oprobio y menosprecio nos sobrevenga si, por
seguir al Señor, dejamos de ‘probar los bueyes’, de ‘comprar el campo’ y de
‘contraer nupcias’ (Lc 14, 18-20).
--Los hombres de Iglesia son
aquellos que “buscan su alimento en la
palabra de Dios y no se dejan aprisionar por la polarización política o por las
ideologías de moda, prontas a explotar su inmenso potencial humano.”
--Cuando –en nuestra vida cotidiana—sentimos la presencia de Dios, no
queda sino decir ‘Dios está aquí’, y cuando Dios está lo primero que hay que
hacer es ponerse de rodillas.”
--“La conversión de nuestros pecados, de nuestro egoísmo, apunta a este
estar disponibles para los demás. La misión del pastor de ‘incluir’ a todas las
ovejas (también la de esos ‘otros rebaños’ de los que habla el Señor) implica
una verdadera conversión de nuestros egoísmos de modo que a la hora de la
verdad estemos bien dispuestos para recibir a todos y no nos vayamos
convirtiendo en expulsivos por cuestiones de carácter o estrechez de miras.”
--“Para llevar la cruz el pastor necesitará la fortaleza que viene de
la esperanza y debe pedirla en la oración para tomar las decisiones necesarias,
aunque sean impopulares…”
--“El obispo es el que cuida la esperanza velando por su pueblo […] Supervisar hace referencia más al cuidado
de la doctrina y de las costumbres en su expresión y su práctica; en cambio
velar dice más a cuidar que haya sal y luz en los corazones.”
--“La resurrección no se entiende sin la cruz. En la cruz está la
historia del mundo: la gracia y el pecado, la misericordia y el
arrepentimiento, el bien y el mal, el tiempo y la eternidad.”
--“Es tan fácil olvidar, sobre todo cuando estamos satisfechos… ‘Cuando
hayas comido y te hayas saciado no te olvides de Yahvé que te sacó de Egipto,
donde eras esclavo’ (Deut. 6, 10-12)”
--“A la hora de la muerte el sacerdote nos despide en nombre de la
Iglesia para dejarnos en los brazos de María. ‘Una mujer vestida de sol, con la
luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de estrellas’”.
--“El Señor, amigo de la naturaleza humana, manda liberar a todos de
las ‘redes y cadenas’ con que el demonio tiene atadas a las personas […] Es el mandato a enseñar a vivir en el
espíritu de las Bienaventuranzas que trae la libertad de corazón de la que tenemos
necesidad todos: cristianos y protestantes, judíos, musulmanes, ateos,
progresistas y conservadores y también los indiferentes. No se trata de decirle
al otro: ‘Deja tus convicciones y accede a las mías que son mejores’, sino de
ofrecer una ayuda a partir de la experiencia de Jesús sin pedir nada a cambio,
sin exigir condiciones. Todos los hombres sienten necesidad de la libertad que
enseña Jesús, aun cuando ya tengan una fe, todos necesitamos liberarnos de la
angustia y encontrar la paz y la alegría. Es este camino de la paz el que
debemos proponer de manera práctica, ética…”
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* El decálogo de los diez retos que el también jesuita Pedro Miguel
Lamet propone al papa Francisco:
1º. Conseguir acercar a las
iglesias a las personas de la calle, no vinculadas a movimientos seglares. Y
entre ellas, a las más pobres y desfavorecidas.
2º. No temer al mundo: bajar del
baluarte vaticano y dialogar con la ciencia, la cultura y las preocupaciones
del hombre de hoy.
3º. Volcarse a la oración en
común con otras confesiones cristianas y con otras religiones. Promover un
ecumenismo real y acabar con la persecución de los cristianos en muchas partes
del mundo.
4º. Saber escuchar a los laicos y
a los responsables de órdenes religiosas. Trocar el absolutismo papal por una
gradual “descentralización”.
5º. Flexibilizar la moral sexual --contemplado
siempre el sexo como expresión del amor verdadero--, admitiendo en la comunidad
a los divorciados. No demonizar el uso del preservativo.
6º. Replantearse la posible
ordenación sacerdotal de las mujeres. Entre las más cercanas discípulas de
Jesús estaban ellas.
7º. Revisar el celibato
eclesiástico como opción y no como imposición. En el rito oriental bizantino es
opcional desde el Concilio in Trullo de 691. El obispo debe ser célibe, pero no
así los sacerdotes, diáconos y subdiáconos. El clérigo que desee casarse debe
hacerlo antes de sus votos definitivos.
8º. Renovar en profundidad la
curia vaticana y sus mecanismos fácticos de poder. IOR incluido.
9º. Mejorar la comunicación tanto
externa –cara a los fieles--, con un lenguaje más directo y sencillo, como
interna –acabando con los privilegios sectarios de determinados movimientos que
actúan dentro de la comunidad--.
10º. Saciar la sed de mística del
hombre que huye del materialismo reinante. Canalizar esa ansia que lleva a
muchos a las filosofías orientales y al New
Age. Estar siempre con los pobres y humillados.
** Estos diez mandamientos se
resumen en dos: aplicar en toda su extensión el olvidado Concilio Vaticano
II, y recuperar la credibilidad de la Iglesia en el corazón de la gente.
[v. El Mundo, 14-03-2013, pp. 32-33]