“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

En este país...

viernes, 27 de octubre de 2017

Virtuosismo a veinte metros de altura.


“El valor se demuestra a veinte metros de altura”. Este era el lema para su trabajo de María Cristina del Pino Segura Gómez, más conocida en el mundo artístico circense y fuera de él, como Pinito del Oro. La mejor trapecista de todos los tiempos ha fallecido el miércoles, 25 de octubre de 2017, a los ochenta y cinco años, en su ciudad natal de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Premio Nacional del Circo en 1990, cuando llevaba veinte años de retiro. Su padre, José Segura Fenollar, era copropietario del Circo Hermanos Segura. Un fatal accidente de tráfico, en el que perdió la vida su hermana Esther, la señaló su destino: subir al alambre para completar un número. María Cristina era la menor de siete hermanos, de un total de diecinueve hijos que alumbró su madre Atilana, doce de ellos muertos por circunstancias diversas. Doña Atilana había sufrido demasiado por las repetidas caídas y descalabros de sus hijos y, en principio, no quería que la pequeña se subiera a las alturas. Pero a la niña siempre la tentaron las piruetas de bailarina sobre el alambre. Las ensayó con éxito bajo la atenta mirada de su padre, y, a las pocas semanas, ya se había subido al trapecio.

Fue en Valencia, durante un número en el Circo de los Hermanos Díaz, cuando un cazatalentos de los Ringling se fijó en ella y le ofreció un contrato para el Ringling Bross. María Cristina tenía dieciocho años. Todavía menor de edad, según la legislación española. Se casó a la carrera, y se marchó a Estados Unidos, al más grande y célebre espectáculo del mundo. Enseñó a su marido a sujetar la escalera en el trapecio y la cuerda por donde ella ascendía y bajaba. Tuvo dos hijos con él, que no siguieron su vida artística; sin embargo, no debió de ser feliz en su matrimonio, que contó con las reticencias de sus padres.
En el Ringling, se subió a una lanzadera cohete, pero se volvió la reina absoluta del trapecio. Maravillosos equilibrios sobre una silla con solo dos de sus patas apoyadas sobre la barra. De cabeza, en vertical, sobre el trapecio. Sin seguridad, sin red. Balanceándose sobre las puntas de los pies a un lado y a otro, con las manos asidas por encima de su cabeza. Siempre en pos del “más difícil todavía”.

Pinito del Oro, como la bautizó su padre, sufrió tres aparatosos accidentes en el trapecio. Uno cada diez años: Huelva (1948), Suecia (1958) y Laredo (1968). De ellos se repuso con valentía, entereza y una fuerza de voluntad inusitada; con el sedal milagroso e invisible que cauteriza las cornadas de un diestro.
En Huelva, en el Circo Calatrava de los Hermanos Segura, y luego en el Ringling Bross, coincidió Pinito con otra María del Pino, de apellido Papadopoulos, una gaditana solo dos años más joven que ella: Miss Mara. Otra gigante del trapecio. Hermana de Los Tonitos, excelentes alambristas, Miss Mara también se separó de su esposo y sufrió varias caídas. Tras la primera se rompió la cadera y hubo de dormir un mes sobre una tabla. Otro accidente sería en Tacoma, en 1953… Fractura de vértebras lumbares, tibia, peroné y astrágalo. Diez semanas de hospital y fijación con tornillos. Año y medio después, el 4 de marzo de 1955, Miss Mara volvía a volar. En el mítico Madison Square Garden. La especialidad de Miss Mara era dejarse resbalar desde las corvas a los talones y sujetarse solo con estos, mientras la barra se columpiaba. Miss Mara, como la bautizaron los Ringling, actuaba en la pista central de su circo.
Tanto Pinito del Oro como Miss Mara pusieron broche de diamantes a las veladas del mítico Circo Price de Madrid, en la Plaza del Rey. La cámara de Antonio Mercero captó el último número de Pinito en el Price. Fue el 12 de abril de 1970. Alfredo Marqueríe proclamó a Pinito “Reina del Circo, Soberana del Trapecio y Zarina del Espacio”. Después de repetir sus oscilaciones sobre la barra y sus balanceos de perfil, Pinito bajó al suelo, y con los ojos empañados por la emoción de la despedida, recibió la placa-homenaje de Arturo Castilla y Manuel Feijoo, los empresarios del Price. La leyenda decía: “A Pinito del Oro, la gran trapecista canaria que ha paseado el nombre de España por el mundo entero. Los artistas y la dirección del Circo Price de Madrid. Feijoo-Castilla.”
© Antonio Ángel Usábel, octubre de 2017.
[Con información obtenida del volumen De Madrid al Circo (Terán Libros y Teatro Circo Price, 2008), obra de Luis Prados de la Plaza, Cronista oficial de la Villa]

sábado, 21 de octubre de 2017

Virginia Woolf: por un lugar en el mundo.


Con el cartel de “No hay billetes para todas las representaciones”, vuelve a resplandecer, en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español, Una habitación propia, en versión libre y dirección de María Ruiz. El texto se basa en un ensayo capital de Virginia Woolf sobre los derechos de la mujer y su acceso a la Cultura. Virginia fue una escritora aclamada y traducida por Borges, cuya novela Orlando debe leerse, al menos, una vez en la vida. Orlando es la historia de un personaje que vive varias existencias, bien como hombre o como mujer. Sus descripciones, a medio camino entre el verismo y la alucinación, están en el origen del realismo mágico de García Márquez (tal y como señalé en mi tesis doctoral). En su peculiar relato histórico, la autora recordaba a sus lectores: “La vida normal de una mujer era una sucesión de partos. Se casaba a los diecinueve años, y a los treinta ya había tenido quince o dieciocho hijos, porque abundaban los gemelos. Así nació el Imperio Británico.”
Hasta el siglo XVIII, las mujeres no comenzaron a ser reconocidas como personas. Su educación era somera y muy limitada. En 1866, aparecen las dos primeras facultades inglesas que admiten mujeres. Hasta 1880, la mujer no era propietaria de sus bienes, que correspondían a su marido. En 1919, llegó en Reino Unido el sufragio femenino. Alcances lentos. Costó mucho que la mujer pudiera pensar libremente. En España, la escritora y poetisa Concha Méndez Cuesta anotaba con amargura cómo, siendo ella una niña, un amigo de su padre, que preguntaba a sus hermanos lo que querían ser de mayores, le espetó, sin reparo alguno: “—Las niñas no son nada.”
Leer a Virginia Woolf es dejarse llevar por una de las virtuosas esenciales de las letras inglesas. Es gozar de una prosa exquisita, cuidada. Una habitación propia (1929) es una lectura que tampoco se debe postergar mucho. Cargada de un agradable humor y de una sutil ironía, repasa el pasado y el presente de mujeres con inquietudes intelectuales. Tal vez Shakespeare tuviera una hermana, que se llamara Judith, y osara a ser poeta y actriz en Londres. Imagina a la pobre mujer muerta por la pérdida de su buen nombre y enterrada junto a un cruce de caminos, convertido luego en una parada de autobús. Todavía en agosto de 1928, Sir Egerton Brydges pontificaba: “Las mujeres novelistas deben solo aspirar a descollar por el valiente conocimiento de las limitaciones de su sexo.” ¡Las limitaciones de su sexo! Mayor fogosidad, especial inclinación al pecado de lascivia, cerebro disminuido… 
“Cada vez que una lee de una bruja tirada al agua, de una mujer poseída por los demonios, de una curandera vendiendo hierbas y aun de la madre de un hombre célebre pienso que estamos en la pista de un novelista, un poeta abortado, o una Jane Austen muda.” Para la autonomía relativa de la mujer, más importante que el voto, fue la posesión de su propio peculio. Cuando fallece una tía de la narradora, de una caída de caballo en Bombay, y se prescribe una renta anual vitalicia de quinientas libras, se anota que es preferible contar con dinero que con el sufragio. Con dinero, una persona puede arreglarse mejor. A pesar de ello, el acceso a las bibliotecas universitarias seguía restringido, como no fuera salvado mediante una oportuna carta de presentación, o una visita en ilustre compañía de un profesor. “Que una mujer haya maldecido una biblioteca famosa es asunto del todo indiferente a la biblioteca famosa.”
Clara Sanchís, soberbia intérprete a quien se pudo aclamar en La lengua en pedazos (de Juan Mayorga), compone una Virginia Woolf recia, firme, deslumbrante. Acompaña su disertación de varios solos de piano, hábiles apóstrofes, vigorosos subrayados de su ansiedad creativa. Clara Sanchís es Profesionalidad en el escenario, entregada en cuerpo y alma a un complejo ejercicio memorístico y expresivo de hora y cuarto.
Una obra para celebrar y recordar, con el brillante compromiso de leer Una habitación propia.
© Antonio Ángel Usábel, octubre de 2017.

viernes, 13 de octubre de 2017

A la búsqueda incansable de la Energía.


“Nada podía comprar a mi gurú;
ni siquiera el amor.” (P. Yogananda)
Rafael Álvarez El Brujo nos lleva a la India, a los pies del Himalaya. El camino ascendente de un yogui o santón célebre, Paramahansa Yogananda (1893-1952). Cuando era niño, Yogananda se tumbó en su cama, cerró los ojos, y contempló la oscuridad. Un muro. Entonces se hizo una pregunta relevante: “¿Qué hay detrás de la oscuridad?” Los padres del pequeño Mukunda eran adeptos del santón Lahiri Mahasaya (nombre harto repetido por El Brujo durante su representación). A raíz de perder a su madre, con once años, al sentirla fundida con la Gran Madre Cósmica Universal, Yogananda decidió consagrar su vida a responder a aquella antigua pregunta: ¿qué existe tras la tiniebla? Se puso a servir a un gurú (Yukteswar Giri) que encontró en Benarés –la ciudad sagrada--, quien le acercó, por medio del kriya yoga, la solución al eterno enigma.
Detrás de las tinieblas (como creía también Juan de la Cuesta, impresor del Quijote) está la Luz. La Luz es una constante cósmica. Yogananda y Einstein coincidieron en lo mismo. La Luz es la energía absoluta. Nada supera su fuerza expansiva, ni su velocidad. Se puede alcanzar la paz completa canalizando la relajación del cuerpo, a través de la energía de la mente y de la espina dorsal, hasta aproximarse a la Energía vital de la Luz cósmica. En 1920, Yogananda se creyó llamado a predicar el yoga en Occidente, y viajó a Estados Unidos. Allí encontró un ferviente seguidor y mecenas, el magnate del petróleo James Lynn. Yogananda habló de una relación personal con la divinidad, que es Energía, Luz. Enviaba sus lecciones incluso por correo postal aéreo. Creó una comunidad de monjes y monjas célibes en Mount Washington (Los Ángeles): Self-Realization Fellowship (‘Confraternidad de la Realización del Ser’).

Yogananda intentó una simbiosis entre panteísmo, hinduismo meditativo y cristianismo. A Cristo se le lleva dentro –pensaba—y hay que encontrarlo. No es tanto una pura cuestión de fe como sí de intuición y realización personal. La meditación del kriya yoga puede conducir a la contemplación de la luz divina. Y con ello a un estado mental y corporal de bienestar, relajación y paz completa. El universo es como una gran película proyectada y nosotros somos los actores. Solo nos falta mirar hacia el proyector, la fuente de luz, el origen de todo. En cierto modo, es una relectura del mito de la caverna de Platón. En principio, vemos sombras reflejadas sobre una pared. Pero, a medida que nos vamos perfeccionando y limpiando interiormente, somos capaces de visionar más, con mayor nitidez. Nos acercamos a las verdaderas realidades, en este caso reunidas, concentradas en la Energía del Cosmos.
 Yogananda continuó enseñando kriya yoga en Estados Unidos. Efectuó algunos viajes a la India, y consiguió atraerse a personalidades como Mahatma Gandhi. A menudo, entraba en trance, en suspensión entre la consciencia y la absorbente contemplación íntima de la divinidad. Durante una recepción en el hotel Biltmore de Los Ángeles, se sintió plenamente “santificado” y cayó muerto al suelo. Era el 7 de marzo de 1952. Su cuerpo se conserva incorrupto:
«El señor Harry T. Lowe, director del cementerio de Forest Lawn Memorial Park de Glendale (en el cual reposa provisionalmente el cuerpo del Maestro), remitió a Self Realization Fellowship una carta certificada ante notario, de la cual se han extraído los párrafos siguientes:
“La ausencia de cualquier signo visible de descomposición en el cuerpo de Paramahansa Yogananda constituye el caso más extraordinario de nuestra experiencia […] Incluso veinte días después de su fallecimiento, no se apreciaba en su cuerpo desintegración física alguna […] Ningún indicio de moho se observaba en su piel, ni existía desecación visible en sus tejidos. […] Este estado de perfecta conservación de un cuerpo es, hasta donde podemos colegir de acuerdo con los anales del cementerio, un caso sin precedentes. […] Cuando se recibió el cuerpo de Yogananda en el cementerio, nuestro personal esperaba observar, a través de la cubierta de vidrio del féretro, las manifestaciones habituales de la descomposición física progresiva. Pero nuestro asombro fue creciendo a medida que transcurrieron los días sin que se produjera ningún cambio visible en el cuerpo bajo observación. El cuerpo de Yogananda se encontraba aparentemente en un estado de extraordinaria inmutabilidad. […]

Nunca emanó de él olor alguno a descomposición. […] El aspecto físico de Yogananda instantes antes de que se colocara en su lugar la cubierta de bronce de su féretro, el 27 de marzo, era exactamente igual al que presentaba el 7 del mismo mes, la noche de su deceso; se veía tan fresco e incorrupto como entonces. No existía razón alguna para afirmar, el 27 de marzo, que su cuerpo hubiera sufrido la más mínima desintegración aparente. Debido a estos motivos, manifestamos nuevamente que el caso de Paramahansa Yogananda es único en nuestra experiencia”.»
“Y añadió: No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir.” (Ex 33, 20) “El único que tiene inmortalidad y habita en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.” (1 Tim 6, 16)

Existe esa posibilidad de que Yogananda alcanzara la visión de esa Luz en Majestad que ocupa la última etapa del camino espiritual. Que se llenara de ella y así entregara su alma rebosante de paz.
Yogananda escribió mucho acerca de sus experiencias meditativas. Como todo místico –tanto oriental como occidental--, procuró la purificación del alma y del cuerpo para unirse a la esencia divina. Su libro más comentado es Autobiografía de un yogui, cuya redacción comenzó en 1945. Pero alumbró otros muchos y extensos títulos, como los tres volúmenes de La segunda venida de Cristo. En esta obra, Yogananda reivindica la presencia del Jesús que todos llevamos con nosotros, y que hay que descubrir y revitalizar. Como segundo nazareno, tampoco Yogananda se cortó el cabello, que llevaba en rizada y larga melena sobre los hombros. Como todo seguidor de yoga, prescribió vivir en el presente, olvidando el pasado (que no vuelve) y no pensando en el futuro (que aún no existe). Hay que postergar tanto el peso de los recuerdos, como las arriesgadas conjeturas. El hombre es SER, primero, más que hacer. Si no descubre la plenitud de su Ser, no alcanza nada. Estas enseñanzas, anteriores al cristianismo, y con más de cinco mil años de antigüedad, han sido actualmente incorporadas en Occidente al método Mindfulness: vivir conscientemente; poner atención plena (pero sosegada) a todo instante del tiempo presente.
Entrevista con "El Brujo" sobre "Autobiografía de un yogui". 
* * *
La obra de Rafael Álvarez, en el Teatro Cofidis Alcázar de Madrid, se extiende durante dos horas y media. Para un público interesado en aspectos trascendentes, ese tiempo pasa hermosamente rápido. El Brujo, muy consciente en todo momento de la densidad temática del drama, lo ameniza con un anecdotario personal que intenta conectar con los diferentes estadios de Autobiografía de un yogui. Como introducción a la vida e inquietudes metafísicas de Yogananda, la propuesta y la lectura son acertadas. La visualización invita a saber más sobre este personaje. A la salida, en el vestíbulo del mismo teatro, se pueden adquirir diversas publicaciones sobre Yogananda, incluido el documental Awake (Despierta). La vida de Yogananda (narrado en castellano, entre otros, por el propio Rafael Álvarez).
© Antonio Ángel Usábel, octubre de 2017.

miércoles, 4 de octubre de 2017

MENSAJE A LA NACIÓN DE SU MAJESTAD EL REY.


El martes, 3 de octubre, Su Majestad el Rey Felipe VI se ha dirigido al pueblo español en un mensaje televisado de seis minutos. Nuestro monarca sale valedor del estado constitucional vigente, de la unidad de España, y determina que, en un estado democrático como el nuestro, todo el mundo puede defender con respeto sus ideas, sin actuar en menoscabo de la paz y de la concordia nacionales.


"Buenas noches,

Estamos viviendo momentos muy graves para nuestra vida democrática. Y en estas circunstancias, quiero dirigirme directamente a todos los españoles. Todos hemos sido testigos de los hechos que se han ido produciendo en Cataluña, con la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada −ilegalmente−la independencia de Cataluña.

Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña, de una manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno.

Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado. Un Estado al que, precisamente, esas autoridades representan en Cataluña.

Han quebrantado los principios democráticos de todo Estado de Derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando ─desgraciadamente─ a dividirla. Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada.

Esas autoridades han menospreciado los afectos y los sentimientos de solidaridad que han unido y unirán al conjunto de los españoles; y con su conducta irresponsable incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España.

En definitiva, todo ello ha supuesto la culminación de un inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña. Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común.

Por todo ello y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía.

Hoy quiero, además, transmitir varios mensajes a todos los españoles, particularmente a los catalanes.
A los ciudadanos de Cataluña –a todos− quiero reiterarles que desde hace décadas vivimos en un Estado democrático que ofrece las vías constitucionales para que cualquier persona pueda defender sus ideas dentro del respeto a la ley. Porque, como todos sabemos, sin ese respeto no hay convivencia democrática posible en paz y libertad, ni en Cataluña, ni en el resto de España, ni en ningún lugar del mundo. En la España constitucional y democrática, saben bien que tienen un espacio de concordia y de encuentro con todos sus conciudadanos.

Sé muy bien que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas. A quienes así lo sienten, les digo que no están solos, ni lo estarán; que tienen todo el apoyo y la solidaridad del resto de los españoles, y la garantía absoluta de nuestro Estado de Derecho en la defensa de su libertad y de sus derechos.

Y al conjunto de los españoles, que viven con desasosiego y tristeza estos acontecimientos, les transmito un mensaje de tranquilidad, de confianza y, también, de esperanza.

Son momentos difíciles, pero los superaremos. Son momentos muy complejos, pero saldremos adelante. Porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos. Porque nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y en libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas. Y así debemos seguir ese camino, con serenidad y con determinación. En ese camino, en esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña.

Termino ya estas palabras, dirigidas a todo el pueblo español, para subrayar una vez más el firme compromiso de la Corona con la Constitución y con la democracia, mi entrega al entendimiento y la concordia entre españoles, y mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España."

(Felipe VI, Rey)

lunes, 2 de octubre de 2017

La vuelta a la hora en ochenta risas.


Si hay un espectáculo teatral verdaderamente completo y para el disfrute familiar (niños, a partir de doce años) ese es La vuelta al mundo en ochenta días, adaptación cómica de la célebre novela de Julio Verne. Se estrenó primeramente en Francia, donde ha venido cosechando un nutrido éxito de público. El libreto es de Sébastien Azzopardi y Sacha Danino, y su versión española de Laura Olivé.
Cinco actores dan vida a varios personajes. La dirección es de Jorge Muñoz. El argumento es rigurosamente respetuoso con la obra de Verne, pero juega con algunos anacronismos para provocar la hilaridad del espectador. El tono sarcástico y gamberro, el ritmo vivo y la incorporación de toques musicales acercan la comedia al vodevil o a la revista.
Los personajes reciben al público en la calle, a la entrada del Teatro Muñoz Seca. El programa es una curiosa reproducción del Morning Chronicle, donde se recoge el robo al Banco de Inglaterra, lo que dará pie al continuo acoso de Mr. Phileas Fogg (Juan Anillo) por el incansable e implacable inspector Fix (Dani Llull). Fogg recorre Suez, la India, Hong Kong y Estados Unidos, acompañado de su criado Picaporte (José Carrillo). Por el camino rescatan a la princesa Audá (Silvia Rey). Marcelo Casas –quien produce el espectáculo—, aquí feroz camaleón, se transmuta en caracteres distintos: cónsul sellador de pasaportes, vendedor árabe, vendedor chino, capitán de barco, pescador…
El aire pícaro, el descaro sinvergüenza, el descoque homosexual, alegran la vida de los risueños espectadores durante hora y media. La compañía Excentric, como el propio Mr. Phileas, ha hecho una apuesta que ha ganado. Ha recuperado todo un clásico europeo (que parecía muerto) y lo ha revitalizado para el teatro de hoy.

Una comedia de agradecer, fresca, meritoria y por ello recomendable.

© Antonio Ángel Usábel, octubre de 2017.