“Nada
podía comprar a mi gurú;
ni
siquiera el amor.” (P. Yogananda)
Rafael Álvarez El Brujo
nos lleva a la India, a los pies del Himalaya. El camino ascendente de un yogui
o santón célebre, Paramahansa Yogananda (1893-1952).
Cuando era niño, Yogananda se tumbó en su cama, cerró los ojos, y contempló la
oscuridad. Un muro. Entonces se hizo una pregunta relevante: “¿Qué hay detrás
de la oscuridad?” Los padres del pequeño Mukunda eran adeptos del santón Lahiri
Mahasaya (nombre harto repetido por El Brujo durante su representación). A raíz
de perder a su madre, con once años, al sentirla fundida con la Gran Madre
Cósmica Universal, Yogananda decidió consagrar su vida a responder a aquella
antigua pregunta: ¿qué existe tras la tiniebla? Se puso a servir a un gurú (Yukteswar
Giri) que encontró en Benarés –la ciudad sagrada--, quien le acercó, por medio
del kriya yoga, la solución al eterno enigma.
Detrás de las tinieblas (como
creía también Juan de la Cuesta, impresor del Quijote) está la Luz. La Luz es
una constante cósmica. Yogananda y Einstein coincidieron en lo mismo. La Luz es
la energía absoluta. Nada supera su fuerza expansiva, ni su velocidad. Se puede
alcanzar la paz completa canalizando la relajación del cuerpo, a través de la
energía de la mente y de la espina dorsal, hasta aproximarse a la Energía vital
de la Luz cósmica. En 1920, Yogananda se creyó llamado a predicar el yoga en Occidente,
y viajó a Estados Unidos. Allí encontró un ferviente seguidor y mecenas, el
magnate del petróleo James Lynn. Yogananda habló de una relación personal con
la divinidad, que es Energía, Luz. Enviaba sus lecciones incluso por correo
postal aéreo. Creó una comunidad de monjes y monjas célibes en Mount Washington
(Los Ángeles): Self-Realization
Fellowship (‘Confraternidad de la Realización del Ser’).
Yogananda intentó una simbiosis
entre panteísmo, hinduismo meditativo y cristianismo. A Cristo se le lleva
dentro –pensaba—y hay que encontrarlo. No es tanto una pura cuestión de fe como
sí de intuición y realización personal. La meditación del kriya yoga puede
conducir a la contemplación de la luz divina. Y con ello a un estado mental y
corporal de bienestar, relajación y paz completa. El universo es como una gran
película proyectada y nosotros somos los actores. Solo nos falta mirar hacia el
proyector, la fuente de luz, el origen de todo. En cierto modo, es una
relectura del mito de la caverna de Platón. En principio, vemos sombras
reflejadas sobre una pared. Pero, a medida que nos vamos perfeccionando y
limpiando interiormente, somos capaces de visionar más, con mayor nitidez. Nos
acercamos a las verdaderas realidades, en este caso reunidas, concentradas en
la Energía del Cosmos.
Yogananda continuó enseñando kriya yoga en Estados Unidos. Efectuó algunos viajes a la India, y consiguió atraerse a personalidades como Mahatma Gandhi. A menudo, entraba en trance, en suspensión entre la consciencia y la absorbente contemplación íntima de la divinidad. Durante una recepción en el hotel Biltmore de Los Ángeles, se sintió plenamente “santificado” y cayó muerto al suelo. Era el 7 de marzo de 1952. Su cuerpo se conserva incorrupto:
Yogananda continuó enseñando kriya yoga en Estados Unidos. Efectuó algunos viajes a la India, y consiguió atraerse a personalidades como Mahatma Gandhi. A menudo, entraba en trance, en suspensión entre la consciencia y la absorbente contemplación íntima de la divinidad. Durante una recepción en el hotel Biltmore de Los Ángeles, se sintió plenamente “santificado” y cayó muerto al suelo. Era el 7 de marzo de 1952. Su cuerpo se conserva incorrupto:
«El señor Harry T. Lowe,
director del cementerio de Forest Lawn Memorial Park de Glendale (en el cual
reposa provisionalmente el cuerpo del Maestro), remitió a Self Realization
Fellowship una carta certificada ante notario, de la cual se han extraído
los párrafos siguientes:
“La ausencia de cualquier signo visible de descomposición en el cuerpo
de Paramahansa Yogananda constituye el caso más extraordinario de nuestra
experiencia […] Incluso veinte días
después de su fallecimiento, no se apreciaba en su cuerpo desintegración física
alguna […] Ningún indicio de moho se
observaba en su piel, ni existía desecación visible en sus tejidos. […] Este estado de perfecta conservación de un
cuerpo es, hasta donde podemos colegir de acuerdo con los anales del
cementerio, un caso sin precedentes. […] Cuando se recibió el cuerpo de Yogananda en el cementerio, nuestro
personal esperaba observar, a través de la cubierta de vidrio del féretro, las
manifestaciones habituales de la descomposición física progresiva. Pero nuestro
asombro fue creciendo a medida que transcurrieron los días sin que se produjera
ningún cambio visible en el cuerpo bajo observación. El cuerpo de Yogananda se
encontraba aparentemente en un estado de extraordinaria inmutabilidad. […]
Nunca emanó de él olor alguno a descomposición. […] El aspecto físico de Yogananda instantes
antes de que se colocara en su lugar la cubierta de bronce de su féretro, el 27
de marzo, era exactamente igual al que presentaba el 7 del mismo mes, la noche
de su deceso; se veía tan fresco e incorrupto como entonces. No existía razón
alguna para afirmar, el 27 de marzo, que su cuerpo hubiera sufrido la más
mínima desintegración aparente. Debido a estos motivos, manifestamos nuevamente
que el caso de Paramahansa Yogananda es único en nuestra experiencia”.»
“Y añadió: No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir.”
(Ex 33, 20) “El único que tiene
inmortalidad y habita en luz inaccesible;
a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.” (1 Tim 6, 16)
Existe esa posibilidad de que
Yogananda alcanzara la visión de esa Luz en Majestad que ocupa la última etapa
del camino espiritual. Que se llenara de ella y así entregara su alma rebosante
de paz.
Yogananda escribió mucho acerca
de sus experiencias meditativas. Como todo místico –tanto oriental como
occidental--, procuró la purificación del alma y del cuerpo para unirse a la
esencia divina. Su libro más comentado es Autobiografía
de un yogui, cuya redacción comenzó en 1945. Pero alumbró otros muchos y extensos
títulos, como los tres volúmenes de La
segunda venida de Cristo. En esta obra, Yogananda reivindica la presencia
del Jesús que todos llevamos con nosotros, y que hay que descubrir y
revitalizar. Como segundo nazareno, tampoco Yogananda se cortó el cabello, que
llevaba en rizada y larga melena sobre los hombros. Como todo seguidor de yoga,
prescribió vivir en el presente, olvidando el pasado (que no vuelve) y no
pensando en el futuro (que aún no existe). Hay que postergar tanto el peso de los
recuerdos, como las arriesgadas conjeturas. El hombre es SER, primero, más que
hacer. Si no descubre la plenitud de su Ser, no alcanza nada. Estas enseñanzas,
anteriores al cristianismo, y con más de cinco mil años de antigüedad, han sido
actualmente incorporadas en Occidente al método Mindfulness: vivir conscientemente; poner atención plena (pero
sosegada) a todo instante del tiempo presente.
Entrevista con "El Brujo" sobre "Autobiografía de un yogui".
Entrevista con "El Brujo" sobre "Autobiografía de un yogui".
* * *
La obra de Rafael Álvarez, en el Teatro Cofidis Alcázar de Madrid, se
extiende durante dos horas y media. Para un público interesado en aspectos
trascendentes, ese tiempo pasa hermosamente rápido. El Brujo, muy consciente en
todo momento de la densidad temática del drama, lo ameniza con un anecdotario
personal que intenta conectar con los diferentes estadios de Autobiografía de un yogui. Como
introducción a la vida e inquietudes metafísicas de Yogananda, la propuesta y
la lectura son acertadas. La visualización invita a saber más sobre este
personaje. A la salida, en el vestíbulo del mismo teatro, se pueden adquirir
diversas publicaciones sobre Yogananda, incluido el documental Awake (Despierta). La vida de Yogananda
(narrado en castellano, entre otros, por el propio Rafael Álvarez).
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