“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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domingo, 23 de julio de 2023

Tony Bennett: De fábula.

“Sé que me iría de fábula,

si solo dijeras que te importa,

y aunque mi bolsillo estuviera vacío,

yo sería millonario.

Mis ropas podrían estar rasgadas y andrajosas,

pero en mi corazón sería un rey.

Tu amor es cuanto alguna vez importó.

Es todo.

Así que abre tus brazos y abrirás la puerta

a cuanto tesoro espero.

Estréchame y bésame y dime que eres mía

mucho más.

¿Debo seguir siendo un mendigo?

¿Quién sueña con fantasías sin cumplir?

¿O es que no me va a ir de fábula?

Mi destino es tuyo.

¿Seguiré siendo un mendigo?...”

Esta letra pertenece a la canción Rags To Riches, que Richard Adler y Jeremy Ross compusieron para que fuera grabada, en Nueva York, por TONY BENNETT con el sello Columbia, el 17 de marzo de 1953, con producción y orquestación de Percy Faith. Estuvo ocho semanas en la Billboard y obtuvo un disco de oro. Percy Faith, el pianista canadiense de las manos abrasadas, el portentoso arreglista que, con dieciocho años, apagó las llamas que rodeaban a su hermana. Porque cada músico tiene su historia y sus secretos.

El director de cine Martin Scorsese incluyó Rags To Riches en la banda sonora de Uno de los nuestros (1990), un drama extraordinario que relata el ascenso de un chico de barrio a familiar de la mafia.


La canción melódica y los “crooners” (vocalistas) tuvieron su momento álgido en la época de la Depresión, la II Guerra Mundial, los años cuarenta y hasta inicios de los sesenta del pasado siglo XX, cuando el pop confraternizó durante un tiempo con el creciente espíritu roquero. Las Grandes Bandas (los hermanos Dorsey, Harry James, Benny Goodman, Glenn Miller, Artie Shaw, Louis Armstrong, Count Basie, Cab Calloway, etc.) actuaban en salas de fiestas y en programas de radio, y solían ser acompañadas por solistas que a menudo alcanzaban fama independiente. Así surgieron nombres como Bing Crosby, Frank Sinatra, Dean Martin, Tony Martin, Vic Damone, Nat “King” Cole, Bobby Darin, Eddie Fisher, Andy Williams, Pat Boone, Perry Como, Al Martino, Mat Monro (británico)… Y, como no, Tony Bennett.

Bennett, que ha fallecido con 96 años el 21 de julio de 2023, no ha sido el mejor, pero sí uno de los grandes vocalistas norteamericanos. Su nombre artístico se lo puso Bob Hope, ya que nació en el barrio neoyorquino de Queens como Anthony Dominick Benedetto, en el seno de una familia muy humilde (su madre, viuda, era costurera). Fue el más jazzístico de los cantores de Swing, puesto que era frecuente que diera tonalidades lentas a ciertas melodías (aunque no tanto como su compañera en Columbia Barbra Streisand). Su voz parecía rasgada como los trapos del mendigo de su canción, pero era una voz singular, no de grandes tonos, pero que acompañaba. Era esa voz que uno espera poder escuchar toda una noche en un solitario club nocturno, al son de un piano de cola. Tony Bennett y un piano: delicadeza, suavidad, serenata para soñar despiertos. Esa voz que serpea lentamente por la espalda desnuda de tu chica hasta acariciar y masajear su nuca, mientras ella recuesta su cabeza en tu hombro.


Tony sabía dar una impronta personal a la noche y a la música que paladeaba. Volvía suya la canción. Por eso dijo de él su amigo Sinatra, en 1965, que “ve lo que el compositor tenía en su mente, y posiblemente un poco más”.

Es así como Bennett ha hecho interpretaciones magistrales de melodías sublimes, a menudo del ámbito de Broadway, como es el caso de Stranger in Paradise, del musical Kismet (Robert Wright y George Forrest, 1953), sobre la base de las Danzas cumanas de Borodin. La canción canta: “Coge mi mano, / soy un extraño en el Paraíso, / extraviado del todo en un país de ensueño; / un extranjero en el Paraíso. / Si mis ojos alucinan, / eso es un peligro allí, / para los mortales que están junto a mí. / Un ángel como tú; / vi tu rostro / y me elevé / lejos del lugar común, / hasta el punto más raro en el espacio, / donde permanezco suspendido, / hasta que sepa / si existe ocasión de que te importe. / ¿No vas a responder a esta oración ferviente / de un extraño en el Paraíso? / No me envíes a una terrible desesperación /  por todos mis anhelos, / sino abre tus brazos de ángel / a este extranjero en el Paraíso, / y dile que necesita ser / simplemente un extraño”.

En 1951 había llegado su versión de Blue Velvet (Terciopelo azul), canción de Bernie Wayne inspirada por una mujer así vestida durante una fiesta en el hotel Jefferson de Richmond (Virginia). Aunque fue estrenada un año antes por Ray Mason, fue Bennett quien la grabó primero. Sin embargo, su consagración habría de demorarse hasta 1963, en la voz del cantante pop Bobby Vinton. “Iba de terciopelo azul, / más azul que su terciopelo era la noche, / más suave que su satén era la luz / de las estrellas”.

En 1959, interpretó Climb every mountain (Escala toda cima), de la opereta de Rodgers y Hammerstein II The Sound of Music: “Escala toda cima, / vadea toda corriente, / sigue todo arcoíris, / hasta que encuentres tu sueño. / Un sueño que te va a pedir, / cuanto amor puedas dar, / todos los días de tu vida, / mientras vivas…”


Otra de sus melodías más emblemáticas –verdadera carta de presentación suya-- fue I Left My Heart in San Francisco (Dejé mi corazón en San Francisco), grabada el 23 de enero de 1962. “Vuelvo a casa, a mi ciudad, junto a la bahía (…) Mi amor me espera allí”.

¿Dónde nos espera Tony Bennett? ¿En qué salón de qué ciudad, y a qué hora?

Acudamos sin demora. Se abre el telón de cielo marino jalonado de estrellas, y hay un piano en la penumbra. Un hombre con pelo rizado y traje adelanta desde la oscuridad; pronto nos va a iluminar con el micrófono que lleva. Pero antes la música despertará, lenta y lejana.

© Antonio Ángel Usábel, julio de 2023.

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