“Sé que me iría de fábula,
si solo dijeras que te importa,
y aunque mi bolsillo estuviera vacío,
yo sería millonario.
Mis ropas podrían estar rasgadas y andrajosas,
pero en mi corazón sería un rey.
Tu amor es cuanto alguna vez importó.
Es todo.
Así que abre tus brazos y abrirás la puerta
a cuanto tesoro espero.
Estréchame y bésame y dime que eres mía
mucho más.
¿Debo seguir siendo un mendigo?
¿Quién sueña con fantasías sin cumplir?
¿O es que no me va a ir de fábula?
Mi destino es tuyo.
¿Seguiré siendo un mendigo?...”
Esta
letra pertenece a la canción Rags To Riches, que Richard Adler y Jeremy
Ross compusieron para que fuera grabada, en Nueva York, por TONY BENNETT
con el sello Columbia, el 17 de marzo de 1953, con producción y orquestación de
Percy Faith. Estuvo ocho semanas en la Billboard y obtuvo un disco de
oro. Percy Faith, el pianista canadiense de las manos abrasadas, el portentoso
arreglista que, con dieciocho años, apagó las llamas que rodeaban a su hermana.
Porque cada músico tiene su historia y sus secretos.
El
director de cine Martin Scorsese incluyó Rags To Riches en la banda
sonora de Uno de los nuestros (1990), un drama extraordinario que relata
el ascenso de un chico de barrio a familiar de la mafia.
Bennett,
que ha fallecido con 96 años el 21 de julio de 2023, no ha sido el mejor, pero
sí uno de los grandes vocalistas norteamericanos. Su nombre artístico se lo
puso Bob Hope, ya que nació en el barrio neoyorquino de Queens como Anthony Dominick
Benedetto, en el seno de una familia muy humilde (su madre, viuda, era
costurera). Fue el más jazzístico de los cantores de Swing, puesto que era
frecuente que diera tonalidades lentas a ciertas melodías (aunque no tanto como
su compañera en Columbia Barbra Streisand). Su voz parecía rasgada como los
trapos del mendigo de su canción, pero era una voz singular, no de grandes
tonos, pero que acompañaba. Era esa voz que uno espera poder escuchar toda una
noche en un solitario club nocturno, al son de un piano de cola. Tony Bennett y
un piano: delicadeza, suavidad, serenata para soñar despiertos. Esa voz que serpea
lentamente por la espalda desnuda de tu chica hasta acariciar y masajear su
nuca, mientras ella recuesta su cabeza en tu hombro.
Es
así como Bennett ha hecho interpretaciones magistrales de melodías sublimes, a
menudo del ámbito de Broadway, como es el caso de Stranger in Paradise,
del musical Kismet (Robert Wright y George Forrest, 1953), sobre la base
de las Danzas cumanas de Borodin. La canción canta: “Coge mi mano, / soy un
extraño en el Paraíso, / extraviado del todo en un país de ensueño; / un
extranjero en el Paraíso. / Si mis ojos alucinan, / eso es un peligro allí, /
para los mortales que están junto a mí. / Un ángel como tú; / vi tu rostro / y
me elevé / lejos del lugar común, / hasta el punto más raro en el espacio, /
donde permanezco suspendido, / hasta que sepa / si existe ocasión de que te
importe. / ¿No vas a responder a esta oración ferviente / de un extraño en el
Paraíso? / No me envíes a una terrible desesperación / por todos mis anhelos, / sino abre tus brazos
de ángel / a este extranjero en el Paraíso, / y dile que necesita ser /
simplemente un extraño”.
En
1951 había llegado su versión de Blue Velvet (Terciopelo azul),
canción de Bernie Wayne inspirada por una mujer así vestida durante una fiesta
en el hotel Jefferson de Richmond (Virginia). Aunque fue estrenada un año antes
por Ray Mason, fue Bennett quien la grabó primero. Sin embargo, su consagración
habría de demorarse hasta 1963, en la voz del cantante pop Bobby Vinton. “Iba
de terciopelo azul, / más azul que su terciopelo era la noche, / más suave que
su satén era la luz / de las estrellas”.
En
1959, interpretó Climb every mountain (Escala toda cima), de la
opereta de Rodgers y Hammerstein II The Sound of Music: “Escala toda
cima, / vadea toda corriente, / sigue todo arcoíris, / hasta que encuentres tu
sueño. / Un sueño que te va a pedir, / cuanto amor puedas dar, / todos los días
de tu vida, / mientras vivas…”
¿Dónde
nos espera Tony Bennett? ¿En qué salón de qué ciudad, y a qué hora?
Acudamos
sin demora. Se abre el telón de cielo marino jalonado de estrellas, y hay un piano en la
penumbra. Un hombre con pelo rizado y traje adelanta desde la oscuridad; pronto
nos va a iluminar con el micrófono que lleva. Pero antes la música despertará,
lenta y lejana.
© Antonio Ángel Usábel,
julio de 2023.
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