No sin verdadera malevolencia se
dice a veces que se conservan tantas astillas de la cruz de Cristo como para
reconstruir un bosque entero. Y tantas gotas destiladas del pecho de la Virgen
como para montar una central lechera.
Con el tercer secreto de Fátima parece querer ocurrir algo parecido.
Que se sepa, y hasta la fecha, se han difundido tres versiones totalmente
distintas del mismo. Las dos más conocidas y comentadas las incluíamos hace
unos días bajo el epígrafe “El tiempo y el momento”. Pero el tercer presunto
testimonio es bastante menos conocido, y lo ofrece el periodista José María Zavala en su libro El
secreto mejor guardado de Fátima. Una investigación 100 años después
(Barcelona, Ed. Planeta, 2017).
Zavala refiere que, en agosto de
2016, le llegó a la carpeta “spam” de su correo un mensaje anónimo que estuvo a
punto de borrar. En lugar de liquidarlo, optó por abrirlo, y he aquí que se
encontró a la Esclava del Señor. O a su portavoz, porque se trataba de la copia
de un texto manuscrito, en portugués, cuya autora debía de ser, nada más y nada
menos, que Lucia dos Santos, la vidente de Fátima. Zavala contactó con un
traductor nativo y con una perito calígrafo profesional, Dña. Begoña Slocker de Arce. La perito constató y certificó
pulcramente que el texto “dubitado” (fechado en Tuy, el 01 de abril de 1944),
recién recibido, había sido escrito por la misma persona que la de los textos
indubitados de control (es decir, las fotocopias de los secretos anteriores
redactados por Lucia dos Santos, en agosto de 1941). Su certificación fue
firmada en Madrid, a 08 de diciembre de 2016.
Tenemos, entonces, que considerar
que la vidente de Fátima escribió esta tercera versión del tercer misterio. ¿Y
qué dice este relato de veinticuatro líneas? Un Santo Padre, con los ojos del
mal, entra en un templo gris, a modo de fría fortaleza de cemento, dejando
atrás a una muchedumbre que lo alaba. La Señora lo interpretó como la apostasía
de la Iglesia. La misma Señora dictó que fuera difundido este secreto antes de
1960. Y añadió que la sede de Pedro, en tiempos de Juan Pablo II, debía
abandonar Roma (por no obedecer el dogma de fe) y ser trasladada a Fátima. San
Pedro del Vaticano tendría que ser demolido y una nueva catedral habría de
levantarse en Fátima. Si después de anunciado este secreto, el Vaticano no lo
acatara en un plazo de 69 semanas, Roma sería destruida.
Las sesenta y nueve semanas han
pasado, han venido dos Papas desde San Juan Pablo II, y el Vaticano parece
seguir en pie y sin intenciones de trasladarse a otro lugar.
Zavala relaciona este texto de
Lucia dos Santos con los peligros del abandono de la ortodoxia, a raíz del
Concilio Vaticano II, y la extensión de un confuso y falso ecumenismo. Y
menciona, a tal fin, las advertencias de San Escrivá de Balaguer y la
visionaria monja agustina Ana Catalina Emmerick (beatificada en 2004).
Pero, evidentemente, este nuevo
mensaje –redactado por Lucia tres años después que los que oficialmente se han
dado a conocer—se aparta de lo que hasta ahora se nos ha comunicado. No tiene
nada que ver la visión de un Anti-papa o un Pontífice al servicio del diablo,
con un Papa y unos obispos martirizados en medio de las ruinas de una ciudad.
Lucia dos Santos parecía escribir al dictado; pero ¿al dictado de quién? ¿De la
Señora que se le apareció? ¿De su propia conciencia de creyente? ¿O de terceras
personas, interesadas en llevarlo todo en la dirección más oportuna?
Este tipo de serias
contradicciones lo único que logra es sembrar la desconfianza y las dudas sobre
la autenticidad y legitimidad de los supuestos “mensajes de la Virgen María”.
Y, por descontado, causa una preocupación añadida a la Iglesia católica.
© Antonio Ángel Usábel, noviembre
de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario