“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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sábado, 25 de marzo de 2017

Vaticanistas.


El fenómeno religioso siempre me ha interesado. Como creyente seducido por el catolicismo, pero a menudo desde una óptica ciertamente crítica, la historia de los papas, del Vaticano, y de la Iglesia católica en general, han gozado de mi más vivo interés. Comencé siendo seguidor del humanismo de Erich Fromm, con su visión desmitificadora de las creencias dogmáticas (El dogma de Cristo), continué profundizando en la interpretación que hacía Gonzalo Puente Ojea del Evangelio de Marcos, y me empapé de las crónicas vaticanas tan esclarecedoras y sugestivas de Juan Arias. A Paloma Gómez Borrero la seguí, sobre todo, por televisión.
Maravilloso tríptico el formado por Arias, Puente Ojea y Gómez Borrero en lo que al conocimiento del Estado Vaticano se refiere. En enero fallecía Gonzalo Puente, quien fue embajador de España ante la Santa Sede entre 1985 y 1987, nombrado por Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Asuntos Exteriores con Felipe González. Arias, a Dios gracias, todavía está en activo y sigue publicando libros y escribiendo para El País. Paloma Gómez Borrero, tan eterna ante nuestra mirada como su querida Roma, nos ha dejado este viernes, 24 de marzo de 2017, a las ocho de la tarde. Enferma de un proceso hepático, ha muerto al pie del cañón a los ochenta y dos años.
Nadie dominaba como ella los entresijos, las entretelas del Vaticano. Próxima siempre a la curia, entraba y salía con facilidad y llamaba a todas las puertas, donde era cálidamente recibida. Con Juan Pablo II mantuvo una amistad especial. Le dedicó al menos cuatro libros; lo acompañó en todos sus viajes. Y es que Paloma, lejos de ir contra corriente, era más papista que el Papa. Hablaba con orgullo del Santo Padre y del ministerio de la Iglesia romana. Nunca hubo atisbo de vena censora en sus palabras, y sí esa familiaridad casera que distingue a uno de los nuestros. Con Paloma, el Papa y sus monseñores podían tener la seguridad de un buen predicamento.
Paloma Gómez era, además, una extraordinaria prosista. Su estilo es directo y sencillo, y su escritura entra y se lee con placer y sin ningún esfuerzo.
Ha sido la voz de TVE en Roma durante más de una década, y su primera mujer corresponsal en el extranjero. Una de esas figuras que llenan nuestra cotidianeidad y que instantáneamente asociamos a un escenario o a un ámbito. Hace pocos días, a comienzos de febrero, nos dejaba también otro comentarista irrepetible, José Luis Pérez de Arteaga, la voz por excelencia de los conciertos de Año Nuevo, maravilloso timbre para visitar los compositores clásicos. Periodistas que han formado parte de la piel de la reciente intrahistoria de España, que nos han informado puntualmente como decanos de su oficio, y que serán difíciles de olvidar.
© Antonio Ángel Usábel, marzo de 2017.

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