La editorial Seix Barral va a lanzar,
el próximo 5 de abril de 2016, una edición conmemorativa del clásico de Juan Marsé Últimas tardes con Teresa. Se han cumplido
cincuenta años desde aquella primera edición de tres mil ejemplares, con golosa
portada de Oriol Maspons y esa deliciosa Susan Holmquist fotografiada desde
arriba, ligera de equipaje, en blanco desnudo, al volante de un descapotable. (Por
si alguien no sabía por dónde iban los tiros, ahí estaba la portada).
Esta nueva versión incluye las
calificaciones (y descalificaciones) del equipo censor. La novela estuvo a
punto de no ser autorizada por una serie de motivos:
1º. El protagonista es un delincuente
de poca monta, un ladrón de motos. (Quizá a los censores les faltó apuntar que
no era alguien que robara a lo grande, faceta tampoco permisible en una España
bien ordenada).
2º. Sentido clasista del relato:
enfrentamiento entre la alta burguesía barcelonesa y los desclasados, en
particular, un inmigrante murciano, un “charnego”. Demasiada –y muy
peligrosa—envidia por las clases privilegiadas. Tufo a posible reivindicación
de la injusticia social y la lucha de clases.
3º. Alusión a sectores marxistas,
con los cuales el autor demuestra tener empatía.
4º. Ambiente recargado de
erotismo, con descripciones de intimidades sexuales. (Temor de los censores a
la incitación al onanismo, o bien a la reproducción de estas escenas con la
novia, con la consiguiente pérdida de la inocencia y de la pulcritud en las
formas).
5º. Inclusión demasiado frecuente
de expresiones groseras y subidas de tono, como “hijo puta”, “cabrón”, “joder”,
y demás.
6º. El autor es conocido por sus
tendencias marxistas; por ejemplo, por haber firmado cartas colectivas de
adhesión, enviadas al Sr. Ministro de Información y Turismo, durante tres meses
de 1963.
Por tales faltas, se
desaconsejaba autorizar Últimas tardes
con Teresa. Sin embargo, la audacia y persistencia de Juan Marsé, su carta
de reivindicación de la calidad de la obra al por entonces Director General de
Información, D. Carlos Robles Piquer, y su posterior reunión con él,
posibilitaron suavizar los descalificativos y allanar el camino a la
publicación de la novela. Simplemente se exigió cambiar algún “pechos” por
“senos”, algún “muslo” por “antepierna” (no “entrepierna”, ¡por Dios!). Tras
estas pequeñas modificaciones, el relato quedó autorizado el 1 de marzo de
1966. A primeros de abril, se imprimió en Seix Barral Hermanos. El precio del
ejemplar, ciento veinte pesetas.
Pero las vicisitudes no acababan
con la censura. Cuando apareció la novela en las librerías, llovió sosa
cáustica. No gustó, naturalmente, a los conservadores. Tampoco a los
progresistas más de izquierdas. Menos, a los catalanes bien enraizados. La
trama constituye un órdago a la alta burguesía catalana –no española, sino
catalana, o barcelonesa--, la de la pérgola y el tenis, puesto que un indigno y
pretencioso charnego osa tomar al asalto la cama de una señorita bien. Es como
una segunda Regenta, pero cambiando a
la malcasada insatisfecha por la joven virginal atraída por lo vulgar. A la
peregrina Oviedo, por Barcelona, quizá más emprendedora. Por si fuera poco, el Pijoaparte no es representante de nada
ni de nadie en particular. No tiene inquietudes políticas. Se mueve por sí
mismo, por su propia ambición. ¡Vaya manera de servir Marsé a las clases
proletarias! No se observan vínculos ideológicos con ninguna tesis reglada. ¡Estamos
ante un escritor LIBRE! Un autor que no se debe a nadie, ni se inclina ante
nadie, y cuya obra es como un tábano sobre el anca de un buey. ¡Eso no se puede
consentir!
ABC recoge, en su reportaje del 19 de marzo de 2016, que cierto
comunista abofeteó a una camarada de su formación por nombrar la novela de
Marsé y decir que le había parecido bien. El precio de la sumisión esclavista a
unas siglas.
No hay nada como demostrar
valentía y, además, tratar de ser independiente. Por todo ello, ¡felicidades y
enhorabuena, Juan Marsé!
© Antonio Ángel Usábel,
marzo de 2016.
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