“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

En este país...

jueves, 20 de agosto de 2020

De repente me encuentro...

De repente me encuentro en la calle Princesa de Madrid, a la altura de Ventura Rodríguez. Acabo de dejar atrás las Concepcionistas y, enfrente, el Palacio de Liria. En realidad estoy a cuatrocientos kilómetros de distancia, en Santander. Pero ahora prefiero avanzar por esa calle madrileña, que tanto he transitado, mientras me pregunto a dónde voy, hacia dónde camina mi vida. Si llegaré a Plaza de España y acometeré Gran Vía, o si daré la vuelta, a la Plaza de los Cubos. Cuántos recuerdos de intimidad velada esconde para mí ese rincón. Y los cines Princesa, Renoir y Golem, cuántas gratas horas en versión original, solo o en compañía de otros.

Estaba aún en la calle Princesa. Por allí tenía su casa y su salón literario la Condesa de Pardo Bazán, de feliz estatua en la acera contraria. Por allí había un sitio de multicopias donde tiré ejemplares de mis trabajos universitarios. Cerca también la calle del Limón, donde vivía un buen profesor mío de Arte e Historia universal. 

Cruzando Tutor, más abajo, en Ferraz casi, el impresionante Museo Cerralbo, en el que el tiempo se detiene en el siglo de las guerras carlistas. 

Cuando uno transita por esas calles, en verdad no sabe hacia dónde se dirige ni por qué. Puede subir o bajar, pero siempre le parece permanecer en el mismo estado de espera y en el mismo sitio. Tal vez cerca o tal vez lejos de casa. Tal vez aún con veintitrés años o tal vez con cincuenta y tres. Puede que tranquilo paseante, o impaciente y apresurado por llegar a una cita. Con sus parientes vivos o ya no. Con las esperanzas e ilusiones por hacer, o con ellas olvidadas. Con una bolsa de El Corte Inglés y un regalo dentro, o sin nada en la mano. 

Si deseo capturar múltiples retazos de mí mismo, o la intemporalidad de mi persona, no he de separarme de la calle Princesa. No es mi rincón favorito de Madrid, pero sí uno de los que mejor me representa y contiene. Me da la sensación de que ahí empieza y acaba todo. De que alimenta mi soledad siempre reinstaurada. Donde me siento escupido al mundo, y sin un por qué ni un para qué o un hasta qué tramo del paseo.

Definitivamente, nunca encontraré a los demás allí, conmigo. Solo mi eterno ser ausente. La presencia fantasmal de un hombre que nunca sigue una dirección definitiva ni alcanza una meta determinada. 

Siempre, de repente, sigo a alguien; me doy cuenta: soy yo. Me encuentro en Princesa.

© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2020.

No hay comentarios:

Publicar un comentario