“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

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domingo, 8 de marzo de 2020

Mujeres.


“Como sé lo que quiero, miro al mundo

y le dejo rodar con su mentira.” (Concha Méndez)


Casi no llego a celebrar este 08 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Y no quería perderme la cita.

“Las niñas no son nada”, se solía decir antes. Mujeres invisibles a lo largo de la Historia. Mujeres ausentes en los planes de estudio. Salvo excepciones, algunas presentadas en positivo, como Juana de Arco, Isabel I de Castilla, Santa Teresa de Jesús, Isabel II, Rosalía de Castro, Gertrudis Gómez de Avellaneda, “Fernán Caballero”, Marie Curie (mi heroína favorita desde niño), y Valentina Tereshkova (la primera mujer cosmonauta en la nave Vostok 6, junio de 1963). Otras, desfavorecidas por el perfil que nos llegaba de ellas: Dalila, Cleopatra, Mesalina, Agripina, Drusila, Juana la Beltraneja, Lucrecia Borgia, Mata Hari…
Algunos nombres femeninos –pocos, muy escasos, como nutrientes racionados—salpicaban las lecciones de Sociales o de Ciencias Naturales que aprendías. Merced a la apertura de las investigaciones históricas y científicas de nuestro tiempo, se van conociendo verdaderos manantiales de nombres de mujeres completamente ignoradas, o arrinconadas a las sombras de un jardín cultivado solo por personal masculino. Mujeres decisivas para el avance matemático, técnico o experimental. Mujeres humanistas también, de Letras, menospreciadas por los manuales y de obra apenas publicada y mucho menos leída.

En mis años universitarios aun a duras penas conseguí saber un poco de Margarita Salas, de la Condesa de Pardo Bazán, de Virginia Woolf, de Clara Campoamor y Victoria Kent, de Concepción Arenal, de Colombine, de María Lejárraga, de Concha Méndez (esposa del poeta Altolaguirre y, para mi gusto, la mejor poeta del 27), de María Rosa Lida, de María Moliner, de María Teresa León, y un largo etcétera de autoras condenadas al olvido: Josefina de la Torre, Carmen Conde, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel… Algo, pero poco, llegaba sobre Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Josefina Aldecoa… Si uno se volvía cronista histórico, cabía encontrar poemas sueltos de Sor Juana Inés de la Cruz y algún relato de María de Zayas. Si pensabas en nuestras tierras hermanas de América Latina, quizá reparabas en Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Chabuca Granda, Victoria y Silvina Ocampo…

El ocultamiento de ilustres personalidades femeninas no es un mal únicamente español: se ha dado en todo el mundo. Hoy mismo visionaba yo un interesante largometraje de Theodore Melfi, Figuras ocultas (Hidden Figures, 2016), que ha descubierto, al propio público norteamericano, la existencia de un grupo numeroso de mujeres científicas negras que trabajaron para la NASA desde comienzos de los años sesenta del siglo anterior, y que fueron decisivas en el cálculo exacto de la trayectoria de los cohetes y de la correcta reentrada de las cápsulas en la atmósfera de la Tierra. Eran mujeres calculadoras, capacitadas para procesar en escasos minutos complejas operaciones matemáticas, sin las cuales no se hubiera obtenido ninguna seguridad en los viajes espaciales. Entre ellas destacó Katherine Johnson, esencial para el éxito de las primeras misiones tripuladas de la NASA. Junto a ella, una de las primeras programadoras de IBM, Dorothy Vaughan, una autodidacta en su campo, así como la primera ingeniera de la agencia espacial, Mary Jackson, quien luchó por ser admitida en un curso de posgrado nocturno. 
¡Cuántos nombres de mujeres inteligentes habría que exhumar! ¡Cuánta justicia con ellas debiera hacerse hoy! Incluyendo a aquellas curanderas que sabían de hierbas medicinales, y que fueron atosigadas, cuando no asesinadas por la jerarquía religiosa. Se salvó alguna, como Santa Hildegarda de Bingen (Alemania, siglo XII), investigadora de la Naturaleza, de la fisiología humana, y mística visionaria, pero eso porque era monja y priora.
Carmen Conde escribió: “Iré y vendré. / Soy la pasajera inmóvil de tus ríos.” La pasajera estática que permanece aun con el cambio continuo de lo real. Nosotros hemos conocido la parte de la Historia que los hombres nos han contado. Nos falta por conocer la cara oculta de la Luna: la contribución sustanciosa de las mujeres al desarrollo de la Humanidad.

© Antonio Ángel Usábel, marzo de 2020.
Las primeras periodistas españolas.

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