“Como sé lo que quiero, miro al mundo
y le dejo rodar con su mentira.” (Concha Méndez)
Casi no llego a celebrar este 08
de marzo, Día Internacional de la Mujer. Y no quería perderme la cita.
“Las niñas no son nada”, se solía
decir antes. Mujeres invisibles a lo largo de la Historia. Mujeres ausentes en
los planes de estudio. Salvo excepciones, algunas presentadas en positivo, como
Juana de Arco, Isabel I de Castilla, Santa Teresa de Jesús, Isabel II, Rosalía
de Castro, Gertrudis Gómez de Avellaneda, “Fernán Caballero”, Marie Curie (mi
heroína favorita desde niño), y Valentina Tereshkova (la primera mujer
cosmonauta en la nave Vostok 6, junio de 1963). Otras, desfavorecidas por el
perfil que nos llegaba de ellas: Dalila, Cleopatra, Mesalina, Agripina, Drusila,
Juana la Beltraneja, Lucrecia Borgia, Mata Hari…
Algunos nombres femeninos –pocos,
muy escasos, como nutrientes racionados—salpicaban las lecciones de Sociales o
de Ciencias Naturales que aprendías. Merced a la apertura de las
investigaciones históricas y científicas de nuestro tiempo, se van conociendo
verdaderos manantiales de nombres de mujeres completamente ignoradas, o
arrinconadas a las sombras de un jardín cultivado solo por personal masculino.
Mujeres decisivas para el avance matemático, técnico o experimental. Mujeres humanistas
también, de Letras, menospreciadas por los manuales y de obra apenas publicada
y mucho menos leída.
En mis años universitarios aun a
duras penas conseguí saber un poco de Margarita Salas, de la Condesa de Pardo Bazán, de Virginia Woolf, de Clara Campoamor y Victoria Kent, de Concepción Arenal, de Colombine,
de María Lejárraga, de Concha Méndez (esposa del poeta Altolaguirre y, para mi
gusto, la mejor poeta del 27), de María Rosa Lida, de María Moliner, de María
Teresa León, y un largo etcétera de autoras condenadas al olvido: Josefina de
la Torre, Carmen Conde, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel… Algo, pero poco,
llegaba sobre Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Josefina
Aldecoa… Si uno se volvía cronista histórico, cabía encontrar poemas sueltos de
Sor Juana Inés de la Cruz y algún relato de María de Zayas. Si pensabas en
nuestras tierras hermanas de América Latina, quizá reparabas en Juana de
Ibarbourou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Chabuca
Granda, Victoria y Silvina Ocampo…
El ocultamiento de ilustres
personalidades femeninas no es un mal únicamente español: se ha dado en todo el
mundo. Hoy mismo visionaba yo un interesante largometraje de Theodore Melfi, Figuras
ocultas (Hidden Figures, 2016), que ha descubierto, al propio
público norteamericano, la existencia de un grupo numeroso de mujeres
científicas negras que trabajaron para la NASA desde comienzos de los años
sesenta del siglo anterior, y que fueron decisivas en el cálculo exacto de la
trayectoria de los cohetes y de la correcta reentrada de las cápsulas en la
atmósfera de la Tierra. Eran mujeres calculadoras, capacitadas para procesar en
escasos minutos complejas operaciones matemáticas, sin las cuales no se hubiera
obtenido ninguna seguridad en los viajes espaciales. Entre ellas destacó
Katherine Johnson, esencial para el éxito de las primeras misiones tripuladas
de la NASA. Junto a ella, una de las primeras programadoras de IBM, Dorothy
Vaughan, una autodidacta en su campo, así como la primera ingeniera de la
agencia espacial, Mary Jackson, quien luchó por ser admitida en un curso de
posgrado nocturno.
¡Cuántos nombres de mujeres
inteligentes habría que exhumar! ¡Cuánta justicia con ellas debiera hacerse
hoy! Incluyendo a aquellas curanderas que sabían de hierbas medicinales, y que
fueron atosigadas, cuando no asesinadas por la jerarquía religiosa. Se salvó
alguna, como Santa Hildegarda de Bingen (Alemania, siglo XII), investigadora de
la Naturaleza, de la fisiología humana, y mística visionaria, pero eso porque
era monja y priora.
Carmen Conde escribió: “Iré y
vendré. / Soy la pasajera inmóvil de tus ríos.” La pasajera estática que
permanece aun con el cambio continuo de lo real. Nosotros hemos conocido la
parte de la Historia que los hombres nos han contado. Nos falta por conocer la cara
oculta de la Luna: la contribución sustanciosa de las mujeres al desarrollo de
la Humanidad.
© Antonio Ángel Usábel, marzo
de 2020.
Las primeras periodistas españolas.
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