“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

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viernes, 5 de julio de 2019

El más galán caballero.

En la madrugada del 4 de julio de 2019, con noventa años, moría en un hospital de Madrid el galán más galán de las tres últimas décadas del teatro español. Arturo Fernández era el decano de la galanura. En la década de 1960, contendió en su rol de apuesto conquistador con Paco Rabal y quizá con Alberto Closas. Arturo era el señor del esmoquin, el actor que mejor ha llevado un traje, a la altura de un Gregory Peck o un Sidney Poitier. El rey indiscutible de la alta comedia, que él representaba y cuidaba mimosamente con compañía propia (un elenco que era casi siempre una pareja, para economizar y favorecer las giras por el territorio nacional). Los montajes de Arturo eran sobrios, pero la utilería siempre impecable, como la factura de sus corbatas. Hombres y mujeres elegantes, lustrosos, de la alta sociedad, con sus trampas, fingimientos y mentirijillas, cuyos problemas hacían las delicias de un público muy veterano, fiel, incondicionalmente rendido a la simpatía y entrega plena de su intérprete.


Arturo Fernández no se retiró porque contaba con la buena respuesta del público. Conseguía reponer con éxito la misma obra que la temporada anterior, pues siempre había gente que se había quedado sin verla. Pero, al mismo tiempo, ya estaba pensando y trabajando en su siguiente estreno, alguna pieza de comedia de esmoquin, a ser posible con pocos personajes, que le permitiera mostrarse a su público (sobre todo, al femenino) como este esperaba encontrarlo: de seductor, de conquistador, de eterno galán educado. Arturo pretendía que el público riera, se divirtiera, lo pasara bien. Pero también había un espacio para la reflexión en sus comedias: una defensa de la verdad, de la honestidad, de la fidelidad, frente al engaño, la falsedad o la traición. Ya fuera honradez en la pareja, ya lealtad entre un cura mayor y otro más joven (Enfrentados).

Para la posteridad quedará su nutrida filmografía (aunque no fue actor que realmente destacara en cine) y su excelente humor, su radiante optimismo, su vis dicharachera y hasta castiza, con su “chatín” y su “chatina”. Hombre de dicción esmerada, sobrio al expresarse, en un tono cálido y envolvente perfectamente cómplice con los personajes suyos.

Actor y empresario que nunca solicitó subvención para sus montajes, se va a notar la ausencia de su decana veteranía teatral. “--¿Este año no viene al Amaya Arturo Fernández?”

Siempre recordaremos a Arturo agradecido a su público, reverenciándolo con la mano derecha sobre el corazón, sus humildes inclinaciones de cabeza, mientras recibe del respetable los saludables y feéricos vítores de “¡Guapo, guapo!”

© Antonio Ángel Usábel, julio de 2019.

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