Unidad no solo territorial, sino
también de intereses comunes, respetando la idiosincrasia y riqueza cultural de
los pueblos de España, pero trabajando todos por la prosperidad de la patria.
Esa debe ser la doble unidad, el
doble aliento por el que se trabaje. España no es únicamente la Comunidad de
Madrid, ni Castilla-León o Castilla-La Mancha. España es Cataluña, Valencia, el
País Vasco, Galicia, Aragón, Andalucía, Extremadura, Baleares, Canarias, y todas
las demás circunscripciones territoriales del país.
La situación de inestabilidad
actual viene motivada por varias causas:
1ª. El derecho constitucional de
representatividad significativa de las Comunidades Autónomas en el Congreso y
Senado.
2ª. La sumisión de décadas de los
partidos mayoritarios gobernantes (PSOE y PP) a los intereses nacionalistas, a
cambio de apoyos en las Cámaras Baja y Alta.
3ª. La transmisión de
competencias esenciales a las Comunidades Autónomas. Especialmente, el área
educativa, lo que ha propiciado la adaptación y manipulación a conveniencia de
los contenidos curriculares por parte de gobiernos locales nacionalistas.
4ª. El ansia de poder sin límites
de los partidos nacionalistas (o locales), no contentos nunca con una autonomía
más que generosa.
5ª. La interpretación de que el
sistema democrático vigente en España (Monarquía parlamentaria) es un régimen
impuesto durante la Transición política, merced a un pacto entre partidos, y no
a consultas electorales que fueran perfilando el sistema democrático que se
quería. Quien así cree, olvida los delicadísimos momentos por los que atravesó
toda la sociedad española desde la muerte de Franco hasta 1981 (golpe de Estado
de Tejero) y aun después. Lo complicado que fue el acercamiento de posturas,
alcanzar pactos de consenso beneficiosos para poner en marcha nuestra
democracia. Y todo eso en perpetua lucha con movimientos extremistas de un
bando y otro, y de grupos armados terroristas (ETA y Grapo). La acción del
terrorismo fue sangrienta e implacable durante varios años, con atentados todas
las semanas, y secuestros y asesinatos premeditados cada sí y cada no. Hubo que
vencer y sobreponerse a todo ese clima malsano, enemigo de libertades y del
bien común.
6ª. La escandalosa corrupción
política, que ha hecho perder la confianza en la democracia española y en los
partidos mayoritarios, principalmente responsables, e implicados en ella.
7ª. La ausencia de armonización
de criterios, en loor de un entendimiento fructífero, por parte de las fuerzas
políticas españolas. La Constitución de 1978 podrá convencer más o menos, pero es
la Carta Magna que regula todo el reglamento jurídico del Estado español y hay
que defenderla, respetarla, cumplirla y hacerla cumplir, al menos mientras esté
vigente.
Así pues, no se puede asegurar
que haya hoy un único culpable de la agria situación de inestabilidad a la que
nos lleva el separatismo.
La culpa es compartida. Por eso,
la solución exige unión, determinación, fuerza solidaria. Saber lo que se
quiere, por qué se desea así y cómo se quiere. España es grande y tiene que
continuar dando cabida a su extraordinaria riqueza cultural. Una riqueza que ha
de ser causa de orgullo general, y no de división o de desconocimiento entre
españoles.
España es una en su diversidad. Y
los españoles todos hemos de mirar al futuro con optimismo, amando a nuestro
país, a todo él. El porvenir en paz y prosperidad solo se puede construir con
la aportación de todos los ciudadanos. Y para ello debe haber absoluta
transparencia política, completa separación e independencia de poderes
(legislativo, ejecutivo, judicial), honradez en el ejercicio de los cargos
públicos, supresión de privilegios por desempeño de actividades públicas, disminución
del gasto por duplicidad de puestos burocráticos, concierto educativo eficaz
(ideológicamente neutro), igualación territorial, acceso libre a una formación
laboral eficiente, empleo estable y digno para todos los españoles, derecho a
una vivienda digna por parte de todos, paridad en los sexos, supresión de
impuestos abusivos, calidad en la Sanidad estatal.
Puede que me olvide de alguna
condición, pero entre las que he citado están muchas muy importantes.
Ahora resta que nuestros dirigentes
amen al país y se entreguen a él verdaderamente. Y que nos animen y nos inciten
a arrimar nuestro hombro a cada uno de nosotros. La cosecha dependerá del amor
que demos a España.
© Antonio Ángel Usábel, febrero
de 2019.