“Nada más tierno que irse
bajo el sol
en una playa.
Despedirse
jugando con el viento
y con el agua.
Quedarse inerte en la arena
la mano que rasgaba
la guitarra.
Esa mano virtuosa,
esa mano única,
imperiosa, disciplinada:
--La izquierda piensa
y la derecha ejecuta.
Se ha muerto la mano
de Francisco Sánchez.
La guitarra española
ha quedado viuda:
ha perdido
la rotundidad de la palabra.”
(A la Gloria y Arte de Paco de
Lucía,
español universal, fallecido
en Cancún, el 26 de febrero de 2014,
© Antonio Ángel Usábel).
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Estaba jugando con sus dos hijos
en una playa de Cancún (México) cuando notó que se le iban las fuerzas. Ningún
modo más generoso de morir. Tuvo tiempo de alcanzar un hospital, pero ya era
tarde para poder hacer nada. Paco de
Lucía, Francisco Sánchez Gómes (Algeciras, 1947) ha muerto a los sesenta y
seis años, el 26 de febrero de 2014. “Nuestra
convicción de que Paco vivió como quiso y murió jugando con sus hijos al lado
del mar”, ha declarado su familia.
Al parecer, según detalla el
diario ABC, estaba jugando al fútbol
con su hijo Diego, de siete años, en la playa del Carmen, mientras aguardaba la
llegada de un amigo, cuando de repente sintió un frío extraño en la garganta.
Empeoró al dirigirse al hospital en el coche de su mujer Gabriela. Consiguió
entrar andando en urgencias del hospital de Yucatán, pero al recostarse en una
camilla perdió el conocimiento y ya no lo recuperó. Había sufrido una parada
cardiorrespiratoria masiva.
Hacía veinte días que Paco de
Lucía había abandonado el tabaco (fumaba dos cajetillas diarias) y se había
puesto a hacer algo de deporte. Acaso estos cambios, aparentemente
beneficiosos, no lo hayan sido tanto para su salud. Veintisiete días antes, el
30 de enero de este mismo año, fallecía también su amigo y admirador, el poeta,
guitarrista y flamencólogo Félix Grande.
Ha sido el guitarrista más
entregado y disciplinado, el más perfecto, quien ha sabido encumbrar la
guitarra española al ducado del violín y del piano. Su instrumento macho, obra
de los hermanos Conde, volvía rotundos tanto los graves como los agudos. Utilizaba,
preferentemente, una Felipe Conde 28, una guitarra de conciertos de pino abeto
alemán, dotada de gran sonoridad. Paco de Lucía ha hecho cantar a su guitarra
con voz de clavel varonil. Se ha impuesto por la seguridad de sus falsetas y la
pulcritud verdaderamente maestra del punteado. Ha logrado la absoluta
perfección en su arte. Caballero de Gracia de la tradición flamenca y embajador
de la originalidad y la innovación, su estilo es irrepetible.
Paquito, el hijo de Luzia Gomes,
el menor de cinco hermanos, se crio en el número 8 de la calle de San Francisco
de Algeciras. Su padre, Antonio Sánchez, tocaba en las fiestas, y había
conseguido que su hijo mayor, Ramón, sacara su mismo arte. La escuela del Niño Ricardo (Manuel Serrapí Sánchez,
1904-1972) fue fuelle y fragua para aquella familia de músicos. Entre padre y
primogénito favorecieron la entrega disciplinada del jovencísimo Francisco, a
quien acostumbraron a ensayar hasta el infinito con una moneda en la base del
dedo pulgar, que nunca debía caer al suelo. Desde los seis años, hasta los
catorce –edad de su debut oficial, acompañando a su otro hermano Pepe, cantaor,
como “Los Chiquitos de Algeciras”—tuvo tiempo de redondear su manera. En 1967,
con veinte años, se abrió camino como solista, pero alternando sus conciertos
de virtuoso con el acompañamiento de Camarón de la Isla, con quien grabó doce
álbumes del mejor flamenco. Enrique Montoya ha tenido también la suerte de ser
secundado por él en varias grabaciones (Guadalquivir,
Nana del árbol…) Fue un tema
totalmente improvisado para el álbum Fuente
y caudal (1973), “Entre dos aguas”,
donde metía elementos de percusión de aire caribeño (un bajo y un bongo), el
que le lanzó a la fama en España, al ser incorporado al repertorio de las
discotecas.
En 1975 se subió al escenario del
Teatro Real de Madrid. Era la primera vez que una guitarra flamenca se
escuchaba en tan selecto espacio. Un año después, lo emulaba Manolo Sanlúcar, otro grande del mismo
instrumento.
Paco de Lucía era un aplicado
estudioso autodidacta de la armonía; por eso, se acercó a otros ritmos, como el
jazz, la rumba, la salsa o el mambo… No le asustaba lo clásico, a lo que, sin
importunar, daba nuevos giros: ahí está su versión del Concierto de Aranjuez (1991), que se le atragantó a Narciso Yepes. El jazz era una
posibilidad de universalizar su talento, cosa que hizo en la década de 1980, al
unirse a los guitarristas John McLaughlin y Al Di Meola.
Manolo Sanlúcar acaba de certificar:
“Paco fue inmenso, un portento… Ha sido y
será siempre el más significativo guitarrista flamenco de la historia”.
Perfeccionista hasta el límite, rara vez quedaba verdaderamente satisfecho con
una grabación.
Paco de Lucía estaba orgulloso de
haber enaltecido la música de su tierra, “un
flamenco muy maltratado”, y de hacerlo con su dulce martirio de guitarra.
Cuando subía a un escenario, sabía que había que darlo todo, con brillantez,
con una precisión técnica absoluta. No era vanidoso y vivía el arte por el
arte: “Yo con tener tres chándales
colgados en mi armario no necesito más”. Le preocupaba la desunión de los
españoles, el peligro de desmembramiento de la nación “más antigua de Europa”. De eso culpaba a las ambiciones de los
politiquillos: “Ponlo en letra grande:
¡Cabrones de los políticos!”
Se ha ido el más entregado
guitarrista flamenco y, probablemente incluso, de música ligera, como
demuestran los trabajos grabados en 1969 junto a su hermano Ramón de Algeciras:
Tango de la rosa, Celos, Los pescadores
de perlas, La luna sobre las ruinas del castillo, Qué será será… (en 12 hits para 2 guitarras flamencas y orquesta
de cuerda). Paco de Lucía estaba a tan inmensa altura como los guitarristas
clásicos Narciso Yepes, Joaquín Rodrigo y el venezolano Alirio Díaz.
Descanse en paz el maestro.
© Antonio Ángel Usábel, febrero
de 2014.
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Gracias por el artículo.
ResponderEliminarLarga memoria a Paco de Lucía.