“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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lunes, 10 de febrero de 2014

La venganza de Don Juan.


Arturo Fernández (Gijón, 1929) es el último de los galanes del teatro que nos queda vivo. Ya se fueron Francisco Rabal, Alberto Closas, Carlos Larrañaga y Juan Luis Galiardo. Fernández es, junto con Cary Grant, Gregory Peck y Sidney Poitier, el galán al que mejor le sientan los trajes. No puede salir sin uno a escena. Y hace muy bien, para encarnar a ese sinvergüenza de alta comedia que ha dado en obras como Los hombres no mienten.


 
En estos escasos y afortunados días (solo del 6 de febrero al 2 de marzo de 2014), el director Albert Boadella lo convoca en Teatros del Canal (C/ Cea Bermúdez 1, Madrid) para un curioso y divertido ejercicio de metateatro: Ensayando Don Juan. Una pieza original del mismo Boadella, que plantea la pretendida, y harto pretenciosa, deconstrucción del texto poético de Zorrilla por parte de una realizadora feminista. La tal señora, Angie (Mona Martínez) para más señas, que sale a escena con un estrafalario atuendo, muy parecido al de Pippi Calzaslargas, quiere montar un nuevo Tenorio contemporáneo que ponga al veterano y legendario conquistador a la altura de un zafio macarra violador de mujeres. Doña Inés (una delicada y dulce Sara Moraleda) será, ya de paso, virgen y puta. Y, para terminar de arreglarlo todo, el papel de Don Luis Mejía –rival de Don Juan en el drama--  irá a parar a Miguel (Jesús Teyssiere), un joven actor con más pluma que un ganso.
Pero, ¿qué pinta un maduro cómico como Fernando (Arturo Fernández) en este siniestro montaje? Pues ni más ni menos que dar vida al Comendador de Calatrava, Don Gonzalo de Ulloa; animarle como siempre, con esa hombría varonil del padre posesivo que encierra a su hija en un convento para mejor preservar su honra. Pero es que Fernando y Manolo el tramoyista (Janfri Topera) son los dos únicos que se saben de verdad todos los roles del texto original, y cuando pueden meten baza y reconducen la representación hacia los cánones del repertorio clásico. Fernando es, además, un caballero, un hombre educado, que viste bien y se expresa con galanura y corrección. Vive en el teatro, y encarna realmente su conciencia. Fernando representa todos esos grandes, grandes actores que se esmeraron por cuidar a los clásicos, por hacer vivir el verso con su genuina intensidad lírica. El guardián de un mundo escénico en extinción, que no se resigna ni se calla ante un vil ataque chafardero. Porque Zorrilla solo puede ser Zorrilla, y su Don Juan únicamente el Tenorio de toda la vida.


 
Fernando es incapaz de llamar Angie, sino Angélica, a su jefa, la directora. Esta, por su parte, está empeñada en que sus actores hagan lo que ella les indica, o sea, “lo que le sale de sus ovarios”. Ordena a Cristian / Don Juan (David Boceta) que hasta maltrate a Blanca / Inés para así alimentar el odio femenino hacia tan desconsiderado monstruo. La escena del diván –versos fuera-- se transforma en una gráfica violación. Pero, poco a poco, el recuerdo de los parlamentos a cargo de Fernando va suavizando, domeñando y estilizando a los actores, que se dan cuenta de que la obra lleva consigo su tradicional lectura.
Además, Fernando, con su compostura de señor, se gana el corazoncito tierno de la bella Inés, la joven Blanca, cansada del trato desprendido y zafio de su cabestro.


 
La comedia de Boadella es un canto a las formas clásicas de escenificar nuestro teatro histórico. Es también una loa al concepto de obra clásica en sí misma, en el plano dictado por Ítalo Calvino: “un texto que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Es una sátira piadosa del feminismo extremo, derrotado ahora por un lirismo que estremece el corazón.
 
Ensayando Don Juan es una nueva oportunidad de disfrutar de ese gran actor que es nuestro Arturo Fernández, quien dentro de unos pocos días cumplirá sus muy bien llevados ochenta y cinco años. Un hombre luchador y humilde que tras la bajada de telón sale de la mano de sus compañeros y no osa adelantarse ni un ápice. Recibe los aplausos dirigidos a todos. Ahí se ve el señorío, la caballerosidad de quien no se piensa un divo, y es uno más de un equipo de siete intérpretes meritorios.

© Antonio Ángel Usábel, febrero de 2014.
 
 
 
 

1 comentario:

  1. He visto la obra esta noche en Santander y me ha gustado. Resultan divertidos los opuestos y cómo intentan reconducir la escena, como tú dices, el tramoyista y Don Fernando, al saberse cada coma, cada 'oh' :)

    Además, me encantan las obras que hablan del propio teatro como esta. Genial.

    Saludos.

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