“Miré los
muros de la patria mía,
si un tiempo
fuertes, ya desmoronados,
de la carrera
de la edad cansados,
por quien
caduca ya su valentía.
Salíme al
campo; vi que el sol bebía
los arroyos
del hielo desatados,
y del monte
quejosos los ganados,
Entré en mi
casa: vi que, amancillada,
de anciana
habitación era despojos;
mi báculo más
corvo y menos fuerte;
vencida de la
edad sentí mi espada,
y no hallé
cosa en qué poner los ojos
que no fuese
recuerdo de la muerte.”
Este soneto
pesimista de D. Francisco de Quevedo y
Villegas (1580-1645), parece responder muy bien al signo de nuestros
tiempos. La poesía tiene la virtud de
atravesar la barrera de las edades y seguir hablando a los hombres y mujeres
del futuro.
El Barroco fue un momento de honda tribulación a causa de un marcado desengaño. Se había vivido por encima de las posibilidades, y pronto tocó pagar el dispendio. El imperio español era sombra de sí mismo, y los últimos Austrias se comían en fiestas y cachondeos lo poco que quedaba. Las guerras de religión en Europa, la mala gestión de nuestros recursos, el robo, las malas cosechas, el abandono del campo, la apatía general, la falta de inventiva y de iniciativa, la hipocresía, las epidemias… llevaron a decir a Argensola aquello de “Porque este cielo azul que todos vemos,/ ni es cielo, ni es azul. ¡Lástima grande/ que no sea verdad tanta belleza!”. Solo los nobles vivían bien, y como potentados, estimulaban el desarrollo de las artes y tenían en nómina a los intelectuales. No existía una burguesía consolidada, pues los oficios artesanales se resintieron con la expulsión de los moriscos y muchos otros (cirujano, boticario, recaudador, prestamista, sedero, orfebre…) quedaban en manos de los conversos (algunos de los cuales, judaizaban en secreto), y quienes además tenían vetado su paso a América.
Cuando los españoles del siglo XX decidimos entrar en la Unión Europea, tuvimos que subordinar nuestro sistema productivo a la Comunidad. Se cerraron minas y astilleros, se sacrificaron industrias, se arrancaron vides y olivos, se sacrificaron vacas lecheras… se despobló el campo. Comenzó un éxodo radical y definitivo del pueblo a la ciudad. Íbamos a ser un país de servicios: sol, playa, turismo, hoteles, restauración… Justo nuestra imagen de las películas de los años sesenta: Málaga, Marbella, Torremolinos, Benidorm, Baleares, Canarias… Eso quería que fuéramos la Unión Europea. A cambio, nos compensó generosamente. Nos cebó con dinero.
Pero ese
dinero, engolfado cómo no, desapareció. O fue muy mal invertido y gestionado.
Así que, nuestro gozo en un pozo. Nos quedamos sin producción, y también sin
dinero. Resultado, ahora qué tenemos: ¡NADA!
Y un país que no tiene industria, ni
pequeñas y medianas empresas (porque han ido a la quiebra, y sus inversores,
endeudados hasta las cejas), no puede contrarrestar de ninguna forma un periodo
de crisis. Como en el Barroco, nos vemos obligados a pedir créditos en el
extranjero, y a emitir deuda que compran otros países. No podemos crear empleo.
Nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) lían el petate y se van. Aquí no les espera
más que miseria y consunción. Lo malo es que se siga agotando nuestra capacidad
de endeudamiento. Y que el espectro terrible de la crisis resurja de sus
rescoldos como el Ave Fénix.
Pero lo mejor
está por llegar. El Dominical de
Intereconomía publicaba este pasado domingo (19 de mayo de 2013) una
sustanciosa entrevista con Santiago
Niño-Becerra, catedrático de Estructura Económica en la Facultad de Economía
IQS (Universidad Ramón Llull, Barcelona). Según este analista, la depresión
económica afectará claramente a España hasta por lo menos 2020. Nunca
volveremos a la época de esplendor de 2006. A partir de ahora, nos tocará
lidiar con una cierta estabilidad, con sus altibajos y pequeños “sustos”.
España suma a su tendencia deudora una bajísima productividad, una dependencia
exagerada entre distintas regiones y áreas, y un PIB más bien famélico.
La banca se
infló a conceder créditos sin garantías viables de devolución. El mercado se
congestionó de paquetes tóxicos, y la burbuja terminó estallando. Se podría
argumentar que todo el mundo tenía derecho a pedir para una casa, o para un
negocio. Sí, pero habría que ver qué casa y qué negocio. De todas formas, la especulación
urbanística había despegado mucho antes, y los precios (incluidos los
alquileres) pujaban con las nubes. A mayor coste, mayor endeudamiento. Si
estalla una crisis, lo paga el empleo. Y si uno pierde el empleo… ¿cómo va a
poder pagar lo que le han prestado? Según
las últimas estadísticas, ya hay 420.000 hogares españoles sostenidos
únicamente por un pensionista. La cifra en 2007 era de 150.000. Casi se ha
triplicado en seis años. Hay que considerar que el 75% de los mayores
pensionistas perciben menos dinero que el salario medio de un trabajador sin
cualificación. Hoy por hoy, la pensión media se sitúa en 975 euros brutos. Con
esta cantidad tienen que vivir el jubilado, sus hijos y hasta sus nietos.
Hay quien,
como Alfonso Guerra (Tiempo, 17-05-2013), propone trabajar cuatro días a la semana, es
decir, reducir un 20% el tiempo de trabajo cuando existan pérdidas gananciales
a cambio de mantener todos los empleos. En esa circunstancia, el gobierno
debería ayudar, ocupándose de la mitad de la nómina de cada trabajador. Al
estado, en teoría, le resultaría más rentable que pagar el subsidio de
desempleo: sobre un 80% del tiempo, el estado asumiría el bruto del 40%, en
torno a 9.116 euros si se calcula sobre el salario medio anual bruto de 2010
(22.790 euros). La cuantía media anual por desempleo está en unos 10.269 euros.
Ello supondría un ahorro para el estado de algo más de mil euros al año por
trabajador.
Sin embargo,
la opción de trabajar menos horas y días a la semana, a cambio de mantener el
empleo, y sin recibir ningún aporte estatal, está ya siendo puesta en práctica
por varias empresas desde hace, por lo menos, tres años, si no más. Hay
personas que trabajan en días alternos para poder conservar su puesto. Claro
que con una reducción importante en su nómina.
El nuevo modelo de contrato único que
alguien propone para España es dudosamente viable, y peligroso. Todos los
empleados contarían como fijos, y solo la antigüedad marcaría la cuantía de
indemnización por despido. Pero como somos un país de servicios, con temporeros
en la hostelería, la restauración y las campañas de recogida, esta idea no es
de fácil aplicación. Además, simplificaría demasiado las cosas al patrono de
cara al despido: podría prescindir de gente cuando quisiera, a muy bajo costo. Todos
los puestos estarían “en el aire”, y los trabajadores jugando a las sillas.
Perdería el que se quedara sin la suya.
La gran escapada de jóvenes talentos
hacia países con mayor estabilidad y mejor salario medio, hace que España se
esté vaciando de gente de valía. En la investigación científico-técnica, las
precarias becas o incluso su supresión, obligan a emigrar al joven bien
preparado. Toda persona tiene derecho a una vida digna, a una vivienda
digna, a un trabajo rentable y decoroso, y al reconocimiento social y
profesional.
En titulares, Lord Robert Skidelsky, profesor de
Economía Política en la Universidad de Warwick y biógrafo de Keynes, determina:
“A España le iría mejor fuera de la
Eurozona”. Para él, o se llega a la unión económica completa, o no se
llega, y cada uno tira por separado. “Si
no van a acometer las grandes reformas que se requieren (economía única), es
mejor dejarlo (…) Quizá se podría
formar una Eurozona más pequeña, una ‘Germanozona’, con Alemania, Holanda, Luxemburgo,
Dinamarca, y probablemente Polonia y Francia”. El 27% de desempleo español
es estúpido y malvado; significa sacrificar a una generación.
Volviendo a Santiago Niño-Becerra, este es
pesimista en cuanto a la recuperación de las PYMES (Pequeñas y Medianas
Empresas), al no haber liquidez para créditos que las financien. Una nueva PYME
deberá demostrar su porqué, su necesidad de arranque, permanencia y proyección.
Con suerte, logrará credibilidad exterior y un apoyo financiero foráneo. Con el
tiempo, si prosperan, serán absorbidas por un gigante multinacional o una gran
corporación, y se esfumarán como entidades patrias.
El catedrático
de la Ramón Llull aconseja “no asumir
deudas, pensar muy bien si se necesita algo antes de adquirirlo, recalcular la
forma de vida a fin de precisar menos. En resumen, aclimatarse a un entorno de
escasez.”
Niño-Becerra
recalca que el sistema económico español, nefastamente, necesita emplear a
mucha gente para crecer. Pero el capital es el que suele fallar. Y si no se
invierte dinero, no hay creación de puestos laborales.
Y augura
también un hecho mucho más inquietante, próximo al de las peores distopías: “VAMOS A UNA MUCHO MAYOR INTERVENCIÓN DE LAS GRANDES CORPORACIONES EN
LA VIDA ECONÓMICA. POR LO QUE NOS DIRIGIMOS HACIA LA OLIGOPOLIZACIÓN DE
NUMEROSOS SUBSECTORES. OBVIAMENTE EL
PAPEL DE LOS ESTADOS SE REDUCIRÁ. Y OBVIAMENTE TAMBIÉN LA DEMOCRACIA, TAL Y
COMO SE HA ENTENDIDO. ESO TAMBIÉN. PIENSO QUE ES UNA CUESTIÓN DE EVOLUCIÓN,
LUEGO ES ALGO INEVITABLE".
Lo que este analista ve como un proceso natural de evolución de las sociedades y de los mercados, otros lo entienden como una tragedia muy preocupante. Así, Alfonso Guerra nuevamente: “En democracia nunca se puso en causa la libertad de los mercados. AHORA HAN ACUMULADO TAL PODER DE DECISIÓN QUE AMENAZAN A LA DEMOCRACIA, Y ESTA TIENE QUE REACCIONAR PARA MANTENER LOS DERECHOS CONQUISTADOS POR LOS CIUDADANOS DURANTE TODO EL SIGLO XX (…) POR MUCHO QUE DESAGRADE A LOS NEOLIBERALES, LA JUSTICIA SOCIAL NO ES UN LUJO AL QUE HAY QUE RENUNCIAR A CAUSA DE LA CRISIS. AL CONTRARIO, RECONSTRUIR LA JUSTICIA SOCIAL ES HOY LA PRIORIDAD, EL ÚNICO MEDIO DE SALIR DE NUESTRA DEPENDENCIA DE LA DEUDA”.
Lo que este analista ve como un proceso natural de evolución de las sociedades y de los mercados, otros lo entienden como una tragedia muy preocupante. Así, Alfonso Guerra nuevamente: “En democracia nunca se puso en causa la libertad de los mercados. AHORA HAN ACUMULADO TAL PODER DE DECISIÓN QUE AMENAZAN A LA DEMOCRACIA, Y ESTA TIENE QUE REACCIONAR PARA MANTENER LOS DERECHOS CONQUISTADOS POR LOS CIUDADANOS DURANTE TODO EL SIGLO XX (…) POR MUCHO QUE DESAGRADE A LOS NEOLIBERALES, LA JUSTICIA SOCIAL NO ES UN LUJO AL QUE HAY QUE RENUNCIAR A CAUSA DE LA CRISIS. AL CONTRARIO, RECONSTRUIR LA JUSTICIA SOCIAL ES HOY LA PRIORIDAD, EL ÚNICO MEDIO DE SALIR DE NUESTRA DEPENDENCIA DE LA DEUDA”.
Margaret Thatcher, admirable política y
mujer, se equivocó al creer que al mercado había que dejarlo y que los
problemas tendían a solucionarse por sí solos, sin ningún tipo de regulación
estatal. Si la cabeza la hubiera pillado bien en estos tiempos tan aciagos,
habría que ver qué es lo que hubiera dicho para justificar lo injustificable:
el desmoronamiento del capitalismo salvaje y la economía neoliberal.
De acuerdo con
el DRAE, un oligopolio es la “concentración de la oferta de un sector
industrial o comercial en un reducido número de empresas”. Es decir un tipo
de oligarquía económica, que concentre casi toda la producción en manos de unas
pocas firmas. El gobierno de los mejores, de los más capacitados para fagocitar
a los débiles (como sucede en la naturaleza con la supervivencia del más
fuerte), y capaces de asumir intensos retos.
Más
capitalismo brutal. 1965: La caza, de
Carlos Saura. La caza del conejo. Y cuando se acaban los conejos… los prójimos,
los próximos, los parientes. ¡Qué más dará! A tiro limpio con todos. ¿Habrá
alguien que quede a salvo? ¿Habrá quien se libre de este infierno?
Los ilustrados
--la Declaración de Independencia norteamericana al frente (4-07-1776)--,
defendían el derecho del hombre a la búsqueda de la felicidad. El hombre tenía
que ir en su busca y conseguirla de la manera que estimara oportuno, pero
siempre sin dañar a los demás. En el futuro, pueden surgir corporeidades
mortales y rosas que nos digan cómo tenemos que ser felices. Que nos dicten
nuestra manera de vivir y nos vendan o proporcionen una felicidad falsa. A los
esclavos de color, en los estados del Sur, se les mantenía rudos e ignorantes y
se les emborrachaba los días de fiesta para que se sintieran felices. Así no
sabiendo, ignorando, no pensaban en su propia desgracia y tiraban para adelante
sin chistar. ¿Es algo parecido lo que nos espera a nosotros? Si recordamos a
Orwell, a Huxley, a Bradbury, pronosticaron gobiernos que dictaban la manera de
ser “felices” sus ciudadanos. Negando constantemente el pasado, construyendo
una narrativa en serie, atontando con la televisión, anulando la conciencia de
grupo, pero también del individuo, alienando el ser. Control. La clave:
Control. Internet ya invade nuestro espacio interior, nuestra “vida privada”:
los servidores guardan un tiempo nuestros correos, programas espía ceden datos
nuestros a diferentes empresas, las redes sociales testimonian y recogen lo que
pensamos y decimos. Estamos más vigilados que nunca, que en la época de la soga
y el caldero. Y vamos a terminar echando la una tras el otro, al fondo del
pozo.
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