“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

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martes, 21 de mayo de 2013

"Miré los muros de la patria mía..."


“Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo más corvo y menos fuerte;
vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en qué poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.”
Este soneto pesimista de D. Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), parece responder muy bien al signo de nuestros tiempos.  La poesía tiene la virtud de atravesar la barrera de las edades y seguir hablando a los hombres y mujeres del futuro.

El Barroco fue un momento de honda tribulación a causa de un marcado desengaño. Se había vivido por encima de las posibilidades, y pronto tocó pagar el dispendio. El imperio español era sombra de sí mismo, y los últimos Austrias se comían en fiestas y cachondeos lo poco que quedaba. Las guerras de religión en Europa, la mala gestión de nuestros recursos, el robo, las malas cosechas, el abandono del campo, la apatía general, la falta de inventiva y de iniciativa, la hipocresía, las epidemias… llevaron a decir a Argensola aquello de “Porque este cielo azul que todos vemos,/ ni es cielo, ni es azul. ¡Lástima grande/ que no sea verdad tanta belleza!”. Solo los nobles vivían bien, y como potentados, estimulaban el desarrollo de las artes y tenían en nómina a los intelectuales. No existía una burguesía consolidada, pues los oficios artesanales se resintieron con la expulsión de los moriscos y muchos otros (cirujano, boticario, recaudador, prestamista, sedero, orfebre…) quedaban en manos de los conversos (algunos de los cuales, judaizaban en secreto), y quienes además tenían vetado su paso a América.

Cuando los españoles del siglo XX decidimos entrar en la Unión Europea, tuvimos que subordinar nuestro sistema productivo a la Comunidad. Se cerraron minas y astilleros, se sacrificaron industrias, se arrancaron vides y olivos, se sacrificaron vacas lecheras… se despobló el campo. Comenzó un éxodo radical y definitivo del pueblo a la ciudad. Íbamos a ser un país de servicios: sol, playa, turismo, hoteles, restauración… Justo nuestra imagen de las películas de los años sesenta: Málaga, Marbella, Torremolinos, Benidorm, Baleares, Canarias… Eso quería que fuéramos la Unión Europea. A cambio, nos compensó generosamente. Nos cebó con dinero.
Pero ese dinero, engolfado cómo no, desapareció. O fue muy mal invertido y gestionado. Así que, nuestro gozo en un pozo. Nos quedamos sin producción, y también sin dinero. Resultado, ahora qué tenemos: ¡NADA!
Y un país que no tiene industria, ni pequeñas y medianas empresas (porque han ido a la quiebra, y sus inversores, endeudados hasta las cejas), no puede contrarrestar de ninguna forma un periodo de crisis. Como en el Barroco, nos vemos obligados a pedir créditos en el extranjero, y a emitir deuda que compran otros países. No podemos crear empleo. Nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) lían el petate y se van. Aquí no les espera más que miseria y consunción. Lo malo es que se siga agotando nuestra capacidad de endeudamiento. Y que el espectro terrible de la crisis resurja de sus rescoldos como el Ave Fénix.
Pero lo mejor está por llegar. El Dominical de Intereconomía publicaba este pasado domingo (19 de mayo de 2013) una sustanciosa entrevista con Santiago Niño-Becerra, catedrático de Estructura Económica en la Facultad de Economía IQS (Universidad Ramón Llull, Barcelona). Según este analista, la depresión económica afectará claramente a España hasta por lo menos 2020. Nunca volveremos a la época de esplendor de 2006. A partir de ahora, nos tocará lidiar con una cierta estabilidad, con sus altibajos y pequeños “sustos”. España suma a su tendencia deudora una bajísima productividad, una dependencia exagerada entre distintas regiones y áreas, y un PIB más bien famélico.
La banca se infló a conceder créditos sin garantías viables de devolución. El mercado se congestionó de paquetes tóxicos, y la burbuja terminó estallando. Se podría argumentar que todo el mundo tenía derecho a pedir para una casa, o para un negocio. Sí, pero habría que ver qué casa y qué negocio. De todas formas, la especulación urbanística había despegado mucho antes, y los precios (incluidos los alquileres) pujaban con las nubes. A mayor coste, mayor endeudamiento. Si estalla una crisis, lo paga el empleo. Y si uno pierde el empleo… ¿cómo va a poder pagar lo que le han prestado? Según las últimas estadísticas, ya hay 420.000 hogares españoles sostenidos únicamente por un pensionista. La cifra en 2007 era de 150.000. Casi se ha triplicado en seis años. Hay que considerar que el 75% de los mayores pensionistas perciben menos dinero que el salario medio de un trabajador sin cualificación. Hoy por hoy, la pensión media se sitúa en 975 euros brutos. Con esta cantidad tienen que vivir el jubilado, sus hijos y hasta sus nietos.
Hay quien, como Alfonso Guerra (Tiempo, 17-05-2013), propone trabajar cuatro días a la semana, es decir, reducir un 20% el tiempo de trabajo cuando existan pérdidas gananciales a cambio de mantener todos los empleos. En esa circunstancia, el gobierno debería ayudar, ocupándose de la mitad de la nómina de cada trabajador. Al estado, en teoría, le resultaría más rentable que pagar el subsidio de desempleo: sobre un 80% del tiempo, el estado asumiría el bruto del 40%, en torno a 9.116 euros si se calcula sobre el salario medio anual bruto de 2010 (22.790 euros). La cuantía media anual por desempleo está en unos 10.269 euros. Ello supondría un ahorro para el estado de algo más de mil euros al año por trabajador.
Sin embargo, la opción de trabajar menos horas y días a la semana, a cambio de mantener el empleo, y sin recibir ningún aporte estatal, está ya siendo puesta en práctica por varias empresas desde hace, por lo menos, tres años, si no más. Hay personas que trabajan en días alternos para poder conservar su puesto. Claro que con una reducción importante en su nómina.
El nuevo modelo de contrato único que alguien propone para España es dudosamente viable, y peligroso. Todos los empleados contarían como fijos, y solo la antigüedad marcaría la cuantía de indemnización por despido. Pero como somos un país de servicios, con temporeros en la hostelería, la restauración y las campañas de recogida, esta idea no es de fácil aplicación. Además, simplificaría demasiado las cosas al patrono de cara al despido: podría prescindir de gente cuando quisiera, a muy bajo costo. Todos los puestos estarían “en el aire”, y los trabajadores jugando a las sillas. Perdería el que se quedara sin la suya.
La gran escapada de jóvenes talentos hacia países con mayor estabilidad y mejor salario medio, hace que España se esté vaciando de gente de valía. En la investigación científico-técnica, las precarias becas o incluso su supresión, obligan a emigrar al joven bien preparado. Toda persona tiene derecho a una vida digna, a una vivienda digna, a un trabajo rentable y decoroso, y al reconocimiento social y profesional.

En titulares, Lord Robert Skidelsky, profesor de Economía Política en la Universidad de Warwick y biógrafo de Keynes, determina: “A España le iría mejor fuera de la Eurozona”. Para él, o se llega a la unión económica completa, o no se llega, y cada uno tira por separado. “Si no van a acometer las grandes reformas que se requieren (economía única), es mejor dejarlo (…) Quizá se podría formar una Eurozona más pequeña, una ‘Germanozona’, con Alemania, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca, y probablemente Polonia y Francia”. El 27% de desempleo español es estúpido y malvado; significa sacrificar a una generación.
Volviendo a Santiago Niño-Becerra, este es pesimista en cuanto a la recuperación de las PYMES (Pequeñas y Medianas Empresas), al no haber liquidez para créditos que las financien. Una nueva PYME deberá demostrar su porqué, su necesidad de arranque, permanencia y proyección. Con suerte, logrará credibilidad exterior y un apoyo financiero foráneo. Con el tiempo, si prosperan, serán absorbidas por un gigante multinacional o una gran corporación, y se esfumarán como entidades patrias.
El catedrático de la Ramón Llull aconseja “no asumir deudas, pensar muy bien si se necesita algo antes de adquirirlo, recalcular la forma de vida a fin de precisar menos. En resumen, aclimatarse a un entorno de escasez.”
Niño-Becerra recalca que el sistema económico español, nefastamente, necesita emplear a mucha gente para crecer. Pero el capital es el que suele fallar. Y si no se invierte dinero, no hay creación de puestos laborales.
Y augura también un hecho mucho más inquietante, próximo al de las peores distopías: “VAMOS A UNA MUCHO MAYOR INTERVENCIÓN DE LAS GRANDES CORPORACIONES EN LA VIDA ECONÓMICA. POR LO QUE NOS DIRIGIMOS HACIA LA OLIGOPOLIZACIÓN DE NUMEROSOS SUBSECTORES. OBVIAMENTE EL PAPEL DE LOS ESTADOS SE REDUCIRÁ. Y OBVIAMENTE TAMBIÉN LA DEMOCRACIA, TAL Y COMO SE HA ENTENDIDO. ESO TAMBIÉN. PIENSO QUE ES UNA CUESTIÓN DE EVOLUCIÓN, LUEGO ES ALGO INEVITABLE".


Lo que este analista ve como un proceso natural de evolución de las sociedades y de los mercados, otros lo entienden como una tragedia muy preocupante. Así, Alfonso Guerra nuevamente: “En democracia nunca se puso en causa la libertad de los mercados. AHORA HAN ACUMULADO TAL PODER DE DECISIÓN QUE AMENAZAN A LA DEMOCRACIA, Y ESTA TIENE QUE REACCIONAR PARA MANTENER LOS DERECHOS CONQUISTADOS POR LOS CIUDADANOS DURANTE TODO EL SIGLO XX (…) POR MUCHO QUE DESAGRADE A LOS NEOLIBERALES, LA JUSTICIA SOCIAL NO ES UN LUJO AL QUE HAY QUE RENUNCIAR A CAUSA DE LA CRISIS. AL CONTRARIO, RECONSTRUIR LA JUSTICIA SOCIAL ES HOY LA PRIORIDAD, EL ÚNICO MEDIO DE SALIR DE NUESTRA DEPENDENCIA DE LA DEUDA”.
Margaret Thatcher, admirable política y mujer, se equivocó al creer que al mercado había que dejarlo y que los problemas tendían a solucionarse por sí solos, sin ningún tipo de regulación estatal. Si la cabeza la hubiera pillado bien en estos tiempos tan aciagos, habría que ver qué es lo que hubiera dicho para justificar lo injustificable: el desmoronamiento del capitalismo salvaje y la economía neoliberal.
De acuerdo con el DRAE, un oligopolio es la “concentración de la oferta de un sector industrial o comercial en un reducido número de empresas”. Es decir un tipo de oligarquía económica, que concentre casi toda la producción en manos de unas pocas firmas. El gobierno de los mejores, de los más capacitados para fagocitar a los débiles (como sucede en la naturaleza con la supervivencia del más fuerte), y capaces de asumir intensos retos.
Más capitalismo brutal. 1965: La caza, de Carlos Saura. La caza del conejo. Y cuando se acaban los conejos… los prójimos, los próximos, los parientes. ¡Qué más dará! A tiro limpio con todos. ¿Habrá alguien que quede a salvo? ¿Habrá quien se libre de este infierno?

Los ilustrados --la Declaración de Independencia norteamericana al frente (4-07-1776)--, defendían el derecho del hombre a la búsqueda de la felicidad. El hombre tenía que ir en su busca y conseguirla de la manera que estimara oportuno, pero siempre sin dañar a los demás. En el futuro, pueden surgir corporeidades mortales y rosas que nos digan cómo tenemos que ser felices. Que nos dicten nuestra manera de vivir y nos vendan o proporcionen una felicidad falsa. A los esclavos de color, en los estados del Sur, se les mantenía rudos e ignorantes y se les emborrachaba los días de fiesta para que se sintieran felices. Así no sabiendo, ignorando, no pensaban en su propia desgracia y tiraban para adelante sin chistar. ¿Es algo parecido lo que nos espera a nosotros? Si recordamos a Orwell, a Huxley, a Bradbury, pronosticaron gobiernos que dictaban la manera de ser “felices” sus ciudadanos. Negando constantemente el pasado, construyendo una narrativa en serie, atontando con la televisión, anulando la conciencia de grupo, pero también del individuo, alienando el ser. Control. La clave: Control. Internet ya invade nuestro espacio interior, nuestra “vida privada”: los servidores guardan un tiempo nuestros correos, programas espía ceden datos nuestros a diferentes empresas, las redes sociales testimonian y recogen lo que pensamos y decimos. Estamos más vigilados que nunca, que en la época de la soga y el caldero. Y vamos a terminar echando la una tras el otro, al fondo del pozo.

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