La profesora Karen L. King, catedrática de la Escuela de Teología de la
Universidad de Harvard, ha dado a conocer la transcripción de un minúsculo
fragmento de un papiro copto del siglo IV de nuestra era, donde se sugiere la
posibilidad de que Jesús de Nazaret estuviera casado. El papiro está en manos
privadas y mide 8 x 4 cm. El texto que presenta, muy incompleto, está escrito con
tinta negra en copto sahídico. El fragmento ha sido autentificado
filológicamente por tres expertos: Roger Bagnall, papirólogo y director del
Instituto para los estudios del Mundo Antiguo de Nueva York; AnneMarie
Luijendijk, profesora de Paleocristología en Princeton; y Ariel Shisha-Halevy, experto
en lengua copta de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Sin embargo, dado el
escaso tamaño de la pieza, no ha sido sometida a prueba de datación por Carbono
14, ni tan poco se ha obtenido aún el análisis de su tinta (en proceso).
El fragmento presenta ocho frases
incompletas. Nuestra transcripción, de la versión inglesa al castellano, es la
siguiente:
1. “No
a mí. Mi madre me dio la vida”.
2. “Los
discípulos dijeron a Jesús…”
3. “Negar.
María es digna de eso…”
4. “Jesús
les dijo, Mi esposa…”
5. “Podrá
ser discípula mía…”
6. “Que
los chismosos crezcan…”
7. “En
cuanto a mí, habito con ella para…”
8. “Una
imagen”
Este fragmento ha sido bautizado por la profesora King como El Evangelio de la esposa de Jesús (Gospel Jesus’s Wife). Pudo haber pertenecido a un evangelio de la post-resurección, es decir, los textos gnósticos que detallaban los parlamentos entre Jesús y sus discípulos una vez abandonado el sepulcro. Presenta algunas similitudes con el Evangelio de Tomás, el Evangelio de María, y el Evangelio de Felipe, textos tardíos del siglo II en adelante, que no sirven para fijar cuestiones relativas al Jesús histórico, sino que responden a interpretaciones sobre su vida y su mensaje, recogidas por distintas leyendas de la tradición oral, y por diferentes comunidades cristianas. Al parecer, en la 2ª mitad del siglo II, hubo ciertas disputas –recogidas por Clemente de Alejandría—sobre si Jesús estuvo casado o no. Una importante corriente teológica defendía el valor de la virginidad y del celibato dentro del ministerio cristiano, y admitía la sexualidad entre los no célibes solo por el bien de la procreación natural de la especie. Por el contrario, algunos pensaban que la sexualidad estaba siendo arrinconada e intentaban demostrar que Cristo la tuvo, como hombre, con una mujer.
El fragmento reseñado no sería
ninguna prueba, pues, de un matrimonio de Jesús, sino solo reflejo de un debate
que pudo durar varios siglos en el seno de la Iglesia. En el texto transcrito
ahora, Jesús habla de la dignidad de María –supuestamente, la Magdalena, su
compañera más fiel y la primera en descubrir vacío el sepulcro, según Juan--.
Es decir, María, aun cuando mujer, sería muy digna de ser discípula suya, lo
mismo que los doce. Esta idea aparece defendida en el apócrifo Evangelio de María, donde se lee que
Jesús la amaba “más que a otras mujeres” y que Pedro no era quién para
desautorizar su participación en la misión apostólica. En el Evangelio de Felipe, se dice que la
besaba (no en la boca, que no está en el texto original, y es lectura
supuesta), probablemente con un fin ritual de distinción. Esto molestaba mucho a
los doce, a quienes Jesús contestó que la amaba a ella de un modo distinto. El Evangelio de Felipe se ha relacionado
con el grupo cristiano de los valentinianos, que defendían el matrimonio como
un rito donde se recibía una emanación llegada de lo alto. En este mismo texto,
a menudo se interpretan los besos como forma de transmitir un hálito
espiritual. No obstante, los celos demostrados por los doce señalan –en el caso
de Jesús y María Magdalena-- a algo más prosaico y carnal. Por ende, a la
Magdalena se la tilda de “koinonos” de Cristo, o sea, ‘compañera’ a secas, o
también ‘novia’ (con las naturales implicaciones sexuales). El verbo
greco-copto “r-koinonei” apuntaba a la cópula, la unión física de los cuerpos.
Pero volvamos a la transcripción
del fragmento de papiro: “Que los chismosos crezcan”. A este Jesús le da igual
lo que piense la gente, porque considera lícita su relación con María: “En
cuanto a mí, habito con ella para… una imagen”. ¿Está aludiendo Jesús a la “cámara
nupcial” de que se habla, como rito de purificación, en el citado apócrifo de
Felipe? No podemos saberlo a ciencia cierta. Recordemos, eso sí, que el proceso
de dignificación de las mujeres que seguían a Jesús comienza hacia el año
80-100, cuando se compone el Evangelio canónico de San Juan. En él se da
crédito y protagonismo a María Magdalena en la visita del jardín del sepulcro
(20, 1-18). Mientras Pedro y el otro seguidor se marchan a casa tras ver que la
tumba está vacía, María se queda allí sola, y llora desconsoladamente. El
propio Maestro tiene que aparecérsele y llamarla por su nombre para que ella se
calme. Entonces María se echa sobre él porque él dice: “—Deja de tocarme”. Hay
una fuerte implicación afectiva en esta respuesta. Significa que la Magdalena,
llevada de un profundísimo amor a Jesús –incluso un amor pasional--, necesitaba
tocarlo, abrazarlo, tenerlo consigo. Este Evangelio aceptado es la primera
evidencia de que Jesús igualaba como discípulas, amigas y testigos suyas a las
mujeres. No implica, sin embargo, una unión carnal de Jesús con María. En el
año 80, después de feroces persecuciones del cristianismo en Roma, este
necesitaba expandirse y fortalecerse, y no se podía dejar a la mujer fuera de
ese plan. La mujer, a menudo, era mejor y más fiel creyente que el hombre (lo
vemos incluso hoy día, cuando las iglesias son frecuentadas más por mujeres
maduras y ancianas que por creyentes masculinos). Esta empresa interesada no
resta historicidad, no obstante, al testimonio de Juan, todavía próximo a la
predicación de Jesús. De hecho vemos cómo, en la literatura apócrifa, se
intensifica el papel de la mujer dentro del plan de apostolado.
Para mí hay un pasaje, del mismo
Evangelio canónico de Juan, que zanja cualquier duda respecto de si Jesús
estaba casado o no. Al pie de la cruz están María, la madre de Jesús, la
hermana de su madre, María esposa de Cleofás, y María Magdalena. En un
determinado momento, sintiéndose morir, Jesús les habla. Encomienda a su madre
al cuidado del discípulo amado, y a este a aquella. En adelante serán madre e
hijo (v. cap. 19, 25-27). ¿Por qué no menciona para nada Jesús en esa crítica
encomienda a María Magdalena? Evidentemente, porque no existía con ella ningún
lazo familiar. Era una buena discípula y amiga, sí, pero no era su mujer.
La profesora King deja claro que este
fragmento de papiro no supone ningún testimonio histórico sobre el estado civil
de Jesús de Nazaret. Solo refleja que algunas comunidades cristianas de entre
los siglos II y IV deseaban que Jesús hubiera estado casado.
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