“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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martes, 10 de septiembre de 2024

Lanza en astillero.

El pasado 9 de agosto de este 2024, la agencia EFE daba la noticia de que un archivero sevillano, D. José Cabello Núñez, había atribuido un nuevo significado a la expresión cervantina “lanza en astillero”, usada en el primer capítulo del Quijote de 1605.


Recordemos aquí el célebre inicio:

«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».

Según se lee en el artículo del periodista Alfredo Valenzuela, «la traducción definitiva es “lanza en ristre”, ya que la idea de que “astillero” significaba almacén, armario o panoplia era justo la opuesta al significado real de esa expresión en época de Cervantes, según pudo demostrar el archivero con documentos históricos».

Esto es descontextualizar la expresión, tal y como la emplea Cervantes en el arranque de su obra. Porque, aunque en otros documentos, “en astillero” quisiera decir ‘algo preparado, dispuesto’, sin embargo, tal significado no es aplicable a lo que expresa el insigne novelista. Con todos nuestros respetos a la labor de D. José Cabello, Covarrubias, quien fue contemporáneo de Cervantes, y que publicó su Tesoro de la lengua castellana en 1611, explica que "astillero" es sinónimo de "lancera", el estante donde un hidalgo guarda sus lanzas, y que suele estar en el soportal del patio de la casa, para que los visitantes lo vean.

Nada más claro y lógico, si tenemos en cuenta que no se conoce actividad guerrera a Don Alonso Quijano, llamado el Bueno. Es decir, era un hombre retirado en la placidez y tranquilidad de su aldea manchega, dedicado a la lectura de sus libros de caballerías.

Este significado de ‘lancera’, o percha en la que se ponían las lanzas para que resultaran de orgullosa contemplación, es el que le otorga también el Profesor Martín de Riquer en su edición del Quijote. Y añade que tanto la lancera como el escudo o adarga, indican la hidalguía veterana del personaje protagonista, quien “conservaba las armas de sus antepasados” (v. ed. en Booket, 2004, p. 33). La adarga era un escudo pequeño, recubierto de ante, que protegía el lado izquierdo del pecho, mientras se esgrimía la lanza en el brazo derecho.

En el capítulo V de la Primera Parte, el ama de Don Alonso grita espantada, porque ha comprobado que no están ni la lanza, ni las armas ni la adarga. ¿Dónde miraría la señora? Obviamente, donde se guardaban: en la lancera o astillero.

Luego carece de sentido querer interpretar "lanza en astillero" como 'arma preparada, o dispuesta'. La edad del hidalgo -unos cincuenta años- era la propia de un hombre retirado, entregado a la ociosidad de sus lecturas. Todo lo lejos de un batallador.

Andrés Trapiello, en su “traducción” del Quijote al castellano actual, vierte la expresión como “lanza ya a la espera”, es decir, en desuso y convertida en objeto decorativo (v., ed. Austral, marzo 2019). Las versiones escolares de la novela no suelen quebrarse mucho la cabeza, y prefieren, o bien omitir la expresión entera (como hace José Luis Giménez-Frontín, Penguin Random House, 2018), o bien adaptarla como “un hidalgo que tenía una lanza” (v. ed. de Nieves Sánchez Mendieta, Alfaguara, 2005).

En cualquier caso, no nos parece discutible, ni dudosa, la interpretación que siempre se ha dado.

© Antonio Ángel Usábel, septiembre de 2024.

Acceso a la noticia de la agencia EFE. 

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