“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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sábado, 28 de agosto de 2021

Ángeles sin brillo.


Un héroe no tiene por qué ser famoso. Hay héroes que permanecen en la penumbra. El Diccionario de la RAE define “héroe”, en su primera acepción, como la persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble. Vendría después el individuo ilustre o famoso por sus hazañas y virtudes. Así, ¡cuántos héroes ha habido que no son recordados hoy, pues su gesta no pasó a las enciclopedias! Muchísimos. 

Héroe se puede ser toda la vida, o solamente unos minutos, unas horas, o unos días. Aun siéndolo siempre, no es ninguna garantía para el recuerdo o la fama, que, por otro lado, tampoco ha de convertirse en obsesión, como sí ocurrió en Castilla durante la Edad Media. La fama, entonces, era un consuelo para sobreponerse a la muerte. Quien era famoso, viviría, de algún modo, para siempre. Pero hoy el mundo nos tiene acostumbrados a olvidar. Son demasiados los hechos que ocurren, y se suceden muy rápido. Además, pasamos por alto demasiado a menudo el sacrificio y abnegación de los otros; como si no contara ni fuera importante. Por ejemplo, la entrega de los misioneros, voluntarios y cooperantes al bien de los desfavorecidos, tanto en regiones del tercer mundo, como a la vuelta de la esquina. Ninguno pasará a los libros de Historia ni a las enciclopedias, anuarios y anales. Pero han sido, han estado ahí, y han obrado acciones de relevancia en ayuda y socorro del prójimo.

Vamos a hablar de un libro que deja testimonio de virtudes de servicio y solidaridad que rozan el heroísmo. Unas virtudes de unos hombres y mujeres de vida normal, que salieron a relucir en un determinado momento, y que, aunque nunca volvieran a brillar, ellos y ellas llevan siempre consigo, para dicha de todos. Es el texto del periodista y escritor Félix Rosado Martín García-Barbero, Odisea 4x4 Filomena. Ángeles y héroes en la tormenta, publicado por Amazon en 2021. Durante la copiosa nevada del ocho al nueve de enero de ese año, en Madrid, se registraron numerosos casos de aislamiento: personas que necesitaban ir a un tratamiento de diálisis, sanitarios que precisaban llegar a sus hospitales, ancianos que se quedaban sin recibir su ración de comida, familias a las que les fallaba la calefacción. Las calles no se veían y el profundo manto blanco las había convertido en intransitables. Entonces surgieron unos hombres, propietarios de vehículos todoterreno, que espontáneamente decidieron coordinar esfuerzos para servir de transporte gratuito a quien lo necesitara. Mediante las redes sociales (Facebook, Messenger, WhatsApp, Telegram) se pusieron de acuerdo para ir a recoger y llevar hasta sus destinos a personas necesitadas de urgente desplazamiento. También para auxiliar a madrileños en sus casas, con calefactores o productos esenciales. El caos en la capital de España –y en sus alrededores—duró cuatro días: del ocho al once de enero. Un colapso agravado por la situación de alto riesgo por la pandemia de Covid-19, que obligaba a tomar medidas de prevención a la hora de llevar a alguien. Solo en el Barrio del Pilar, hubo al menos seis conductores que se pusieron al volante de sus máquinas para sortear la nieve helada y estar diez y catorce horas yendo de un punto a otro con viajeros. Y en otras áreas de Madrid, igualmente. Félix Rosado contactó con ellos y fue recogiendo sus experiencias de esas cuatro jornadas más largas y difíciles.

El resultado es un libro-reportaje. No es una novela, porque no se lee como una novela. El 80% de su contenido es real. No estamos ante un Dominique Lapierre / Larry Collins de ritmo frenético, que uno devore de principio a fin, comiéndose las uñas (si tiene tendencia a ello). No va a aprender nada de Historia, como suele suceder con los libros de esos autores, pero sí va a saber de gente normal que, durante poco tiempo, fue absolutamente imprescindible. Y que, probablemente, salvó vidas. No pasarán a las enciclopedias, y quizá dentro de poco no sean recordados, pero quien lea este libro, quien lo compre, o encuentre en una biblioteca o en un mercadillo, sabrá que estas personas existieron, y lo que obraron por los demás en esos días de la tormenta Filomena.

Fueron personas que comenzaron a moverse como empujadas por un resorte invisible. El caso más claro, el de Enrique, empresario: “…Abre la puerta de su Ford, un ranger del 19 y queda pensativo. No va a ser para ayudar solamente a su suegro. El hospital de la Luz al que lo ha llevado ha abierto esperanzas y, como su nombre indica, luz para otras personas que van a requerir su ayuda. El destino lo ha conducido a ese grupo de SOS 4x4. Empieza a simpatizar con las peticiones de auxilio, diálisis, urgencias, médicos, enfermeros. –Me uno al grupo y pongo un mensaje: si necesita algo, me avisa—escribe (…) Los hados lo han abocado a ser un héroe inesperado del 4x4 para enfermos y personal sanitario (…) Conduce antes de desayunar, antes de la comida, antes de la cena. No me acordaba de que había que comer, dice (…) No ve calles, están enterradas, los buses atascados, la gente sin poder desplazarse, empieza a sentir la cara oculta de la nieve, un paisaje apocalíptico, árboles tirados, coches cruzados, es desolador”.

En un momento en que las fuerzas de seguridad y de asistencia públicas carecían de cobertura, ahí estaban los dueños de esos todoterreno para paliar la compleja situación. Y uno de ellos recién salido de un problema de salud muy delicado: contento y dispuesto a conducir. 

Los cinco últimos capítulos del libro de Félix Rosado se ocupan de ciudadanos de distintos servicios –policía, clínicas, empresas de interurbanos—y cómo afrontaron ellos los condicionantes de la nevada. En nuestra opinión, alcanzan gran interés, y deberían haber sido insertados entre los episodios dedicados a los conductores. De esta manera, el reportaje se habría vivido más como un relato novelístico emotivo y emocionante, al despejar la rutina de un ir y venir en un 4x4. Los casos de cierto riesgo complacen a mucho lector. Tal y como el libro se presenta resulta un poco reiterativo, aparte de extenso. Se podría haber aligerado la parte de los conductores voluntarios y no por ello el texto hubiera carecido de su matiz testimonial. Al fin y al cabo, no es un evangelio ni ha de tener estructura común, paralela o sinóptica.

Félix Rosado ha tenido la iniciativa de dar voz pública a estos héroes de la tormenta. Ha sido consciente de lo que otros vivíamos de manera inconsciente. Ha llamado la atención sobre un caso, ha estado ahí, se ha preocupado; ha escrito una crónica valiosa, aunque no redonda.

Lectores, acuérdense de sus vecinos. Estímenlos en gran medida. No son serafines ni portan alas, pero pudieran serlo. Son únicamente, como en la película de Douglas Sirk, ángeles sin brillo.

© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2021.

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