“Continuar vagando
hasta que el poema me alcance…”
(José Antonio Pamies)
El poema es la puerta a todo. El universo del cual no puede renegar el creador. El resultado de minutos de vida, de experiencias intrahistóricas personales, la persiana que vela la habitación propia. Es una apuesta por la geometría de la escritura, tinta cúbica de luz o de sombra.
Este poemario de José Antonio Pamies, En el umbral del día (Fundación Málaga, marzo de 2019, Premio Málaga Ciudad del Paraíso 2018), es un homenaje a la creación poética como única alternativa. Su poesía no es lírica, sino extraordinariamente eficiente. Se contiene a sí misma y habla con su propia voz. Es ella, como si tal cosa. Es el principio y el fin del ser en el tiempo. La voz no consigue estar callada ni en las horas de silencio, como surco de la noche y augur de impulsos solemnes. Luego se reproduce en el fonógrafo de la lectura y conmueve o no el alma de cada intérprete.
En el libro que nos ocupa hay evocación de la bohemia, luces de la ciudad, nostalgia del artista en su barrio, mundo dejado atrás, y ahora mudado en despacho de un distrito rural. Hay un reencuentro con las viejas estancias, los reflejos empañados, la recuperación de un espacio familiar, mas sin caer en nostalgias, ni en ninguna reconstrucción del pasado. Se mira la vida desde el presente, que es lo que importa. Se abren las cerraduras con la ganzúa del verso. Y en el plano metafórico comienza la lluvia que sube de la tierra al cielo, la humedad que sofoca el ardor, o la esfera que descuenta las horas del día: veintitrés, dos, una.
Trazos de canciones antiguas, reminiscencias del viejo canto porteño:
IV.
“Volver,
pasados los años,
a casa de tus padres.
Sentir,
que se detiene el tiempo
en los espejos rotos
de las habitaciones.”
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“Volver
con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir
que es un soplo la vida…” (Lepera / Gardel)
Rastros de un Madrid ilusionado -tal vez, incluso ilusorio—y profundamente fértil:
XII.
[…] “Invoco errores
de aquella juventud
que me llevó a creer en la utopía
de poetas lejanos, amigos sinceros
transmitiendo en horas solitarias
esta absurda pasión de libertad
que es la poesía.”
La poesía es camino y testigo ineludible del amor, la que guía en cada puesta de sol, en el atardecer, despejando los equívocos que esconden las sombras. La poesía es un arte sin explicaciones, un potencial que da sentido al mundo, y que, a la vez, porta la antorcha de lo inefable. Hablan las sinestesias: “silenciosa claridad”, “amanecen / miradas de cristal”; los oxímoron: “un silencio de ruido”; las metáforas: “sueños del arte / que hoy son ceniza muerta”. He aquí la partitura del poema, de la música de los sentidos.
La poesía construye un mundo paralelo, pero también inmortaliza este. La Naturaleza no imita al arte, sino que lo sugestiona. Y, al desperezarlo, brota la primavera en otro jardín lejano.
La poesía nos salva de la vulgaridad, de la mediocridad, del aislamiento. Es un canto testimonial desde la soledad, para mostrarnos a los demás vivos aspirantes a una felicidad esperada.
La poesía es lo ausente, lo que falta y lo que queda. La poesía, como el océano, nunca besará las nubes, porque ella misma será horizonte, mar, tierra y cielo.
© Antonio Ángel Usábel, julio de 2021.
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Para conseguir este poemario de José Antonio Pamies, En el umbral del día, el lector se puede dirigir a https://fundacionmalaga.com/libro/umbral-del-dia/
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