El Día Mundial de la Mujer, resignado al ocho de marzo, debería ser
todo el calendario, pues todos venimos de ese pequeño laboratorio natural que
la mujer lleva, donde la vida se gesta. El hombre planta la semilla, pero la
mujer la protege y alimenta hasta nueve meses. Y, sin embargo, a lo largo de la
evolución histórica humana, parece que el único destino de la mujer ha sido
procrear y cuidar a los hijos. Ni su inteligencia, ni su agudeza planificadora contaban.
La mujer cuando puede, y el hombre cuando quiere.
Muchas intelectuales en potencia,
escritoras, pensadoras, inventoras, habrán quedado ignoradas y a medio revelar
en sus vidas. Bastantes talentos perdidos, relegados, censurados y olvidados.
En 1902 se produjo un hecho que
iba a cambiar el curso de la Humanidad: Marie Curie, en
colaboración con su esposo Pierre, consiguió aislar
cristales de radio puro, un nuevo elemento químico, altamente energético, que
desprendía una fuerza invisible –pero arrolladora-- introducida en su seno por
la Naturaleza. Esto significaba que ciertos minerales refractaban energía por
sí mismos, en lo que se conoce como radiación natural. Cuando Marie y Pierre
sostenían en sus manos sales de polonio o de radio recibían esa fuerza, cuyo
efecto intuían como posiblemente beneficioso, a pesar de que a ellos les
causaba fatiga prolongada y yagas y escoriaciones dolorosas.
Marie representa la Pasión por
Descubrir, la primera Circe moderna en cruzar el pórtico del universo de la
Ciencia. Ha sido desde siempre, desde que yo era niño, mi heroína preferida.
Prendada de su Polonia natal, dolorida por su separación obligada de ella,
Marie hubo de marchar a Francia, el único sitio donde una mujer tenía la
posibilidad de cursar una licenciatura y hasta un doctorado en Ciencias. Con
absoluto arrojo y tesón fue una estudiante brillante, la primera de toda su
promoción. Marie pasaba frío, comía apenas, y combatía el hambre con sorbos de
infusión de té, o simplemente de agua tibia. Cuando conoció a Pierre Curie, se
sintió amada y admirada por el ilustre pero modesto profesor; supo que iba a
nacer un tándem especial, un pedaleo único por las carreteras del conocimiento
y, sobre todo, del descubrimiento. Dos premios Nobel confirman el espléndido
talento de esta gran mujer, de esta mente privilegiada que heredó en parte
también su hija mayor Irene.
Marie encarna la diosa de la
Ciencia, la Sabiduría objetivada por la observación y la experimentación. Una
vida entregada al provecho científico, a la necesidad de desentrañar los
misterios de la materia y de lo real.
Me parece que ella es el tótem de
lo sagrado femenino. Ningún personaje mejor para representar a este ocho de
marzo, la vuelta al día en ochenta mundos de Mujer.
© Antonio Ángel Usábel, marzo
de 2019.
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