“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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En este país...

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martes, 25 de marzo de 2014

El mejor presidente de la democracia.


Ha muerto Adolfo Suárez González (n. Cebreros, Ávila, 25-09-1932), pasados tres minutos de las tres de la tarde del domingo 23 de marzo de 2014. Tenía 81 años. Un hombre injustamente tratado por la enfermedad (víctima del despiadado Alzheimer, esposa e hija fallecidas de cáncer), y a menudo también, ignorado o incluso traicionado por sus correligionarios políticos.


Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid, procurador en Cortes por Ávila, Gobernador Civil de Segovia, Director General de Radiodifusión y TVE, Suárez se curtió como servidor social en cargos de responsabilidad dentro del Movimiento Nacional. De hecho, fue vicesecretario general del Movimiento hasta 1975, momento de la desaparición de Francisco Franco.
Por su moderación, seriedad, sensatez, dedicación personal, espíritu de entrega y sacrificio, y carácter íntegro, llamó la atención del futuro rey Juan Carlos I, quien le encomendó dirigir y comandar el arduo proceso de transición hacia un sistema bicameral de Monarquía parlamentaria.
Adolfo Suárez iba a tener aliados –el rey y su camarilla de reformistas demócratas, como Torcuato Fernández Miranda, Landelino Lavilla Alsina, Manuel Gutiérrez Mellado, Marcelino Oreja Aguirre, Fernando Abril Martorell, Rodolfo Martín Villa, Enrique Fuentes Quintana, Francisco Fernández Ordóñez, Joaquín Garrigues Walker, Pío Cabanillas Gallas, Íñigo Cavero Lataillade, Agustín Rodríguez Sahagún, Leopoldo Calvo Sotelo--, pero también se debería enfrentar a durísimos y despiadados adversarios, crueles enemigos de la transición.
Entre los “dinamiteros” del proyecto político de Suárez y del rey Juan Carlos:
A) Los grupos paramilitares y pistoleros de extrema derecha.
B) Gran parte del ejército español, heredero y defensor del régimen autoritario.
C) Los partidos y asociaciones de extrema derecha: falangistas y fascistas.
D) Los partidos y asociaciones de extrema izquierda: comunistas y anarquistas.
E) Las organizaciones terroristas independentistas o de extrema izquierda; fundamentalmente, ETA y Grapo.
F) Las razones sociales: alto índice de paro y de inflación.


Suárez, nombrado Presidente del Gobierno en julio de 1976, a instancias de Torcuato Fernández Miranda, Presidente de las Cortes, consigue sacar adelante en las urnas su Ley para la Reforma Política. Fue el 15 de diciembre de 1976. Con una participación del 77,47% del censo electoral, votan a favor del cambio un 94,2% de españoles, frente a un 2,6% en contra, un 3% en blanco, y un 0,2% de votos nulos.
Quedaba claro que España quería una transición hacia un sistema democrático.
Pero el camino no estaría sembrado de rosas, precisamente, sino de alambres de espino y muertos.
Ya el 4 de agosto de 1976, Suárez amnistía a todos los presos políticos del franquismo. Fue la primera medida para una reconciliación nacional.
La noche del 24 de enero de 1977, al menos cuatro pistoleros ultraderechistas irrumpían en un despacho de abogados laboralistas en el número 55 de la calle Atocha de Madrid, y asesinaban a sangre fría a cinco letrados vinculados a CC.OO. y PCE.
El 9 de abril de 1977, un Sábado Santo, desoyendo muchas voces críticas, Adolfo Suárez legaliza el Partido Comunista de España.
El 15 de junio de 1977, los españoles son convocados a elegir libremente la agrupación política que deseen que forme gobierno. La Unión de Centro Democrático (UCD), el partido de Suárez, consigue 165 escaños; el PSOE (liderado por Felipe González Márquez), 118; el PCE (de Santiago Carrillo), 20; Alianza Popular (de Manuel Fraga Iribarne), 16; el PSP de Tierno Galván, 6; Pacte Democratic per Catalunya, 11 escaños; Partido Nacionalista Vasco, 8 escaños; Unió de Centre-Democrácia Cristiana de Catalunya, 2 escaños; Esquerra Republicana de Catalunya, 1 escaño, y Euskadiko Ezquerra, 1 escaño.
En el primer gobierno de Adolfo Suárez, los militares son apartados de la cartera ministerial, y quedan bajo la sola autoridad del general Gutiérrez Mellado, vicepresidente primero para Defensa.
Por su parte, ETA y Grapo no paran quietos y siguen cometiendo sus fechorías, en pro de la desaparición del estado español. Un sinnúmero de atentados con muertos –la mayoría, militares—se suceden despiadadamente en los años de los gobiernos de UCD: 64 atentados de ETA durante 1978, 84 en 1979, 93 en 1980. El país se baña en la sangre vertida por los terroristas vascos. En 1980, hasta el mes de noviembre, fueron abatidos por el terrorismo etarra 57 civiles, 11 miembros de las fuerzas armadas, 7 policías nacionales, 27 guardias civiles, 2 inspectores de la Policía Nacional, 2 policías municipales y 1 vigilante privado.


Los periódicos vaticinan la dimisión del gobierno por el solo efecto de la ofensiva terrorista.
Gutiérrez Mellado, en nombre del rey y del presidente del gobierno, tiene que intervenir para contener a los militares, azuzados por los partidos de ultraderecha para un alzamiento contra la democracia. Así, acalló al general Atarés en Cartagena, y al capitán de navío Menéndez Vives en el Hospital Gómez Ulla de Madrid, tras el vil asesinato por el Grapo de dos policías y un guardia civil. Gutiérrez Mellado exigió a sus compañeros de armas obediencia y lealtad al orden legalmente constituido. Frente a su firmeza, los gritos de quienes hablaban de honor y gloria.
Es evidente que la violencia fascista de los grupos terroristas, unida a la debilidad de las últimas legislaturas de centro, propiciada por intrigantes y ambiciosos sin escrúpulos que anidaban en UCD, ante la indiferencia y parsimonia –o incluso aliento-- de los partidos democráticos de izquierdas, socavaron el proyecto Suárez y allanaron el camino a los golpistas del 23 de febrero de 1981. Se dice que Adolfo Suárez dimitió el 29 de enero de 1981 al oír ya “ruido de sables”. No es verdad. Tuvo que irse al sufrir al enemigo en casa: la falta de apoyo en el seno de UCD.


El propio Landelino Lavilla, lacerado por cierta ingratitud, en una entrevista concedida a Pedro J. Ramírez en Diario 16 (12 de enero de 1981), vino a decir que Suárez ejercía el poder con mano blanda, circunstancial, y que parecía capitanear una nave sin rumbo fijo: “Conste que no imputo al presidente Suárez un ejercicio arbitrario o abusivo de sus poderes. Si algo le hubiera de imputar, sería el escaso ejercicio de los mismos. Porque si discutibles son, en todo caso, las ventajas de una excesiva concentración formal del poder, son indiscutibles los inconvenientes de un poder concentrado y no ejercido por su titular. Esto produce un vacío que se llena de un modo confuso, desordenado y asistemático”. Es decir, don Landelino estaba hablando de Adolfo Suárez como de un gobernante feble. Un débil. En igual sentido se pronuncia entonces Alfredo Molinas, presidente de la Patronal catalana: “Es necesario un Gobierno que gobierne y que gobierne con autoridad […] Este Gobierno no se comporta como nosotros creemos que debería comportarse un Gobierno empeñado en sacar al país de la crisis por la que atraviesa”.
Sin embargo, lo que quizá estaban requiriendo los descontentos de la UCD, y que no eran propiamente de los intrigantes baratos, era un poder dictatorial provisional. Pero Suárez dejó aclarado, en mayo de 1980, que él “ni era Maura, ni Dato, ni Canalejas”.
Pío Cabanillas, Rosa Posada y Leopoldo Calvo Sotelo se mantuvieron fieles a Suárez. No así otros colaboradores y compañeros, como Óscar Alzaga y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. Alfonso Guerra, por su parte, número dos del PSOE, tildó a Suárez de “tahúr”. Como si únicamente vieran en el presidente la cabeza de turco que había que guillotinar para que todos los problemas se acabaran. A finales de enero de 1981, en plena crisis del último gobierno Suárez, el rey se va de caza a Sierra Morena; en unas pocas horas de un viernes, se abaten 205 ciervos, 25 jabalíes, 11 gamos y 16 zorros. Sin embargo, ante la inconsistencia de la posición del gobierno, Don Juan Carlos pone precipitado fin a su descanso y regresa a Madrid en helicóptero. Paralelamente, el diario El Alcázar, para echar más leña al fuego del extremismo, habla de la posibilidad de un indulto o cuando menos reducción de condena a etarras.
En 1982, en agradecimiento a los servicios prestados al país, Suárez es nombrado por el rey Duque de Suárez. Crea un nuevo partido político de centro-izquierda, de signo liberal, el Centro Democrático y Social (CDS), al que se lleva a leales colaboradores suyos, como Rodríguez Sahagún. Tiene mediana suerte con esta formación entre 1982 y 1989, y en 1991 decide retirarse de la política activa ante los malos resultados electorales.
Suárez preside entonces el Consejo Español de Apoyo a los Refugiados (CEAR), es miembro del gabinete rector de la Universidad Católica de Ávila, y desde 2001, presidente de la Fundación de Víctimas del Terrorismo.
En 1996, se le concede el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia. En 2002, obtiene el Premio a los Valores Humanos del grupo Correo Prensa Española.
Además, Adolfo Suárez estaba en posesión de la Gran Cruz del Mérito Civil, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, la Gran Cruz al Mérito Naval, la Gran Cruz al Mérito Militar, la Gran Cruz de Cisneros, la Gran Cruz de Isabel  la Católica, la Gran Cruz del Yugo y las Flechas y la Gran Cruz de Carlos III.  Contaba, así mismo, con valiosas condecoraciones extranjeras, entre ellas la banda del Águila Azteca (enero de 1996) y la Gran Cruz de la Orden de la Libertad de Portugal (febrero de 1996).
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Suárez ha sido un político honrado, cabal, servicial, alejado de todo nepotismo, de toda ansia de poder y de enriquecimiento. Un hombre tolerante y respetuoso que sabía escuchar y que lograba convencer. Un ser conciliador, ecléctico, moderado, liberal, centrista, alejado de cualquier radicalismo. Un espíritu abierto a las ideas sensatas y al diálogo.

Solo con la colaboración de todos se puede construir un futuro mejor.
Suárez ha sido nuestro Winston Churchill.
Suárez mantuvo a España alejada de chantajes nacionalistas, de escándalos de corrupción generalizada y de una visión de la política como medio de medro personal. Y lo hizo en una época extremadamente crítica y dura, tremendamente insolidaria y turbulenta.
Suárez se merece nuestra sincera, emotiva y eterna gratitud, y nuestro cariñoso recuerdo como político íntegro que demostró servir lo mejor que pudo y supo a un país, España, al cual se entregó.

† DESCANSE EN PAZ ADOLFO SUÁREZ GONZÁLEZ (1932-2014).


 
© Antonio Ángel Usábel, marzo de 2014.
[Con información procedente de Enciclopedia Universal Micronet 2004]

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El general Manuel Gutiérrez Mellado se dirigió a la prensa en estos oportunos términos, en 1976, cuando fue nombrado vicepresidente primero del Gobierno:
"Lo que he tratado de hacer y decir es lo que creo coincide con los deseos de la mayoría de los españoles:
- Que no vuelva jamás la lucha armada a nuestro suelo, sobre todo si es entre españoles.
- Que impere la moderación y el diálogo y no los extremismos radicalizados de cualquier signo.
- Que no queramos romper con el pasado, para aprovechar y continuar lo que fue beneficioso, justo y bueno.
- Que miremos, además, hacia el futuro con esperanza, ganas de hacer y alegría.
- Que aceptemos que ninguno tenemos toda la razón, sino sólo parte.
- Que no queremos, ni admitimos, ni vamos a aceptar la violencia para resolver ningún problema.
- Que nuestra sociedad tiene que ser más justa, sobre todo en lo social, si es preciso cediendo en favor de los más débiles.
- Que la participación de todos sea equilibrada, pero cada vez mejor en los aspectos político, económico y social.
- Que logremos, en el concierto de las naciones, el puesto que merece España.
- Que todas nuestras regiones, satisfechas en sus anhelos tradicionales, se sientan orgullosas de ser España.
- Que nuestras Fuerzas Armadas unidas, fuertes y conscientes de su elevada misión, sean médula y carne de la Nación.
- Que el difícil paso de un régimen personal a otro de participación sea hecho sin violencias y aceptado como tarea a realizar por todos los españoles.
- Que ayudemos con nuestra adhesión, nuestra lealtad y nuestro entusiasmo a nuestros Reyes, que tan maravilloso ejemplo en todos los órdenes nos están dando.

sábado, 1 de marzo de 2014

El hombre que puso voz a una guitarra.


“Nada más tierno que irse
bajo el sol
en una playa.
Despedirse
jugando con el viento
y con el agua.
Quedarse inerte en la arena
la mano que rasgaba
la guitarra.
Esa mano virtuosa,
esa mano única,
imperiosa, disciplinada:
--La izquierda piensa
y la derecha ejecuta.
Se ha muerto la mano
de Francisco Sánchez.
La guitarra española
ha quedado viuda:
ha perdido
la rotundidad de la palabra.”
(A la Gloria y Arte de Paco de Lucía,
español universal, fallecido
en Cancún, el 26 de febrero de 2014,
© Antonio Ángel Usábel).
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Estaba jugando con sus dos hijos en una playa de Cancún (México) cuando notó que se le iban las fuerzas. Ningún modo más generoso de morir. Tuvo tiempo de alcanzar un hospital, pero ya era tarde para poder hacer nada. Paco de Lucía, Francisco Sánchez Gómes (Algeciras, 1947) ha muerto a los sesenta y seis años, el 26 de febrero de 2014. “Nuestra convicción de que Paco vivió como quiso y murió jugando con sus hijos al lado del mar”, ha declarado su familia.

 
Al parecer, según detalla el diario ABC, estaba jugando al fútbol con su hijo Diego, de siete años, en la playa del Carmen, mientras aguardaba la llegada de un amigo, cuando de repente sintió un frío extraño en la garganta. Empeoró al dirigirse al hospital en el coche de su mujer Gabriela. Consiguió entrar andando en urgencias del hospital de Yucatán, pero al recostarse en una camilla perdió el conocimiento y ya no lo recuperó. Había sufrido una parada cardiorrespiratoria masiva.
Hacía veinte días que Paco de Lucía había abandonado el tabaco (fumaba dos cajetillas diarias) y se había puesto a hacer algo de deporte. Acaso estos cambios, aparentemente beneficiosos, no lo hayan sido tanto para su salud. Veintisiete días antes, el 30 de enero de este mismo año, fallecía también su amigo y admirador, el poeta, guitarrista y flamencólogo Félix Grande.
Ha sido el guitarrista más entregado y disciplinado, el más perfecto, quien ha sabido encumbrar la guitarra española al ducado del violín y del piano. Su instrumento macho, obra de los hermanos Conde, volvía rotundos tanto los graves como los agudos. Utilizaba, preferentemente, una Felipe Conde 28, una guitarra de conciertos de pino abeto alemán, dotada de gran sonoridad. Paco de Lucía ha hecho cantar a su guitarra con voz de clavel varonil. Se ha impuesto por la seguridad de sus falsetas y la pulcritud verdaderamente maestra del punteado. Ha logrado la absoluta perfección en su arte. Caballero de Gracia de la tradición flamenca y embajador de la originalidad y la innovación, su estilo es irrepetible.
Paquito, el hijo de Luzia Gomes, el menor de cinco hermanos, se crio en el número 8 de la calle de San Francisco de Algeciras. Su padre, Antonio Sánchez, tocaba en las fiestas, y había conseguido que su hijo mayor, Ramón, sacara su mismo arte. La escuela del Niño Ricardo (Manuel Serrapí Sánchez, 1904-1972) fue fuelle y fragua para aquella familia de músicos. Entre padre y primogénito favorecieron la entrega disciplinada del jovencísimo Francisco, a quien acostumbraron a ensayar hasta el infinito con una moneda en la base del dedo pulgar, que nunca debía caer al suelo. Desde los seis años, hasta los catorce –edad de su debut oficial, acompañando a su otro hermano Pepe, cantaor, como “Los Chiquitos de Algeciras”—tuvo tiempo de redondear su manera. En 1967, con veinte años, se abrió camino como solista, pero alternando sus conciertos de virtuoso con el acompañamiento de Camarón de la Isla, con quien grabó doce álbumes del mejor flamenco. Enrique Montoya ha tenido también la suerte de ser secundado por él en varias grabaciones (Guadalquivir, Nana del árbol…) Fue un tema totalmente improvisado para el álbum Fuente y caudal (1973), “Entre dos aguas”, donde metía elementos de percusión de aire caribeño (un bajo y un bongo), el que le lanzó a la fama en España, al ser incorporado al repertorio de las discotecas.

En 1975 se subió al escenario del Teatro Real de Madrid. Era la primera vez que una guitarra flamenca se escuchaba en tan selecto espacio. Un año después, lo emulaba Manolo Sanlúcar, otro grande del mismo instrumento.
Paco de Lucía era un aplicado estudioso autodidacta de la armonía; por eso, se acercó a otros ritmos, como el jazz, la rumba, la salsa o el mambo… No le asustaba lo clásico, a lo que, sin importunar, daba nuevos giros: ahí está su versión del Concierto de Aranjuez (1991), que se le atragantó a Narciso Yepes. El jazz era una posibilidad de universalizar su talento, cosa que hizo en la década de 1980, al unirse a los guitarristas John McLaughlin y Al Di Meola.
Manolo Sanlúcar acaba de certificar: “Paco fue inmenso, un portento… Ha sido y será siempre el más significativo guitarrista flamenco de la historia”. Perfeccionista hasta el límite, rara vez quedaba verdaderamente satisfecho con una grabación.

Paco de Lucía estaba orgulloso de haber enaltecido la música de su tierra, “un flamenco muy maltratado”, y de hacerlo con su dulce martirio de guitarra. Cuando subía a un escenario, sabía que había que darlo todo, con brillantez, con una precisión técnica absoluta. No era vanidoso y vivía el arte por el arte: “Yo con tener tres chándales colgados en mi armario no necesito más”. Le preocupaba la desunión de los españoles, el peligro de desmembramiento de la nación “más antigua de Europa”. De eso culpaba a las ambiciones de los politiquillos: “Ponlo en letra grande: ¡Cabrones de los políticos!”

Se ha ido el más entregado guitarrista flamenco y, probablemente incluso, de música ligera, como demuestran los trabajos grabados en 1969 junto a su hermano Ramón de Algeciras: Tango de la rosa, Celos, Los pescadores de perlas, La luna sobre las ruinas del castillo, Qué será será… (en 12 hits para 2 guitarras flamencas y orquesta de cuerda). Paco de Lucía estaba a tan inmensa altura como los guitarristas clásicos Narciso Yepes, Joaquín Rodrigo y el venezolano Alirio Díaz.
Descanse en paz el maestro.

© Antonio Ángel Usábel, febrero de 2014.
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