Cada novela nueva de esta modesta autora es un regalo para los sentidos. Blanca del Cerro ha publicado en octubre de 2012 Y le regaló un jazmín, en Ediciones Hades. Su narrativa es siempre un cuento moral, sin ningún sentido peyorativo hacia el concepto, sino en la buena tradición de la literatura didáctica medieval o de la ficción ilustrada del XVIII. Se puede “enseñar deleitando”, plantear conflictos éticos interesantes tamizados por una prosa elegante, poética, impresionista, de ensueño, fina y delicada como el cristal de Murano. Es más, nuestra sociedad de hoy, tan perdida, tan extraviada, tan alejada de valores constructivos está muy necesitada de este tipo de propuestas.
Ya don Benito Pérez Galdós, en su
obra cumbre, Fortunata y Jacinta. Dos
historias de casadas (1887), sugería la posibilidad de que el futuro del
progreso ético humano pasara por una alianza: el pueblo bajo y la alta
burguesía señorial se necesitan mutuamente para caminar hacia una sociedad más
justa y estable. Fortunata muere, y deja su retoño a la infértil Jacinta, quien
lo toma a su cuidado como si fuera su hijo, con amor de madre. Ese niño crecerá
sano y fuerte, rodeado de los lujos con que nunca hubiera podido soñar. Podrá
estudiar idiomas, viajar al extranjero, ir a la universidad. Como antes se
solía decir, “ser un hombre de provecho”, en definitiva. Sí, es verdad, con
bondad el destino se puede cambiar.
Blanca, en su relato, diseña una
alianza parecida. Lobito es un niño de doce años que no ha tenido la suerte de
nacer en el palacio de las comodidades. Su madre, muy delicada de salud, es
limpiadora, y su padre, es un buscavidas que vende lotería clandestina en un
bar. Viven en una barriada humilde, separada de un centro financiero y de
urbanizaciones pudientes por un amplio parque, el de la Loma. Allí va todos los
días Lobito a charlar con sus amigos, pero no los de su edad, sino mucho más
crecidos: un cartero, los jardineros y las prostitutas. Cierto día cruza por su
lado una fascinante “ejecutiva ejecutora”, Lorena, que gasta un aroma de
jazmines. El crío se prenda del perfume y de la mujer. A partir de ese momento,
se propone conocerla. Y lo consigue. Un día se planta ante su puerta con un
ramo y el duende de la seducción cambiará sus vidas para siempre.
Este es un libro de amistad y de
compromiso a través del tiempo, entre una joven triunfadora individualista que
nunca soñó con ser madre y un chaval tierno necesitado de apoyo y cariño. Una
lección de amor, que es lo auténtico que podemos dar sin límites a las personas
de nuestro entorno, y el único don apacible que no decrece con la muerte, pues
pervive con fuerza en el recuerdo.
Estoy pensando ahora en historias
parecidas, como 84 Charing Cross Road
(1970), la amistad durante dos décadas entre Helene (Hanff, la autora) y Frank
(Doel), ella neoyorquina, él británico; la lectora y su librero ligados por la
correspondencia y las apreciaciones sobre los libros. El idealismo de la novela
de Blanca recuerda a películas como Cadena
de favores (Pay It Forward, Mimi
Leder, 2000), basada en un best-seller de Catherine Ryan Hyde, que habla de que
hacer el bien a los demás es lo que más llena por dentro. Por su parte, el lado
sórdido de un padre perdido y borracho, que apenas se centra en su hijo, puede
estar inspirado por Bibiana y su mundo
(1985), de José Luis Olaizola, un clásico ya de la literatura juvenil.
En cualquier caso, Blanca tiene
la virtud de escribir para todas las edades, grandes y pequeños. Su prosa
poética, evocadora del modernismo simbolista, está cuajada de símiles e
ingeniosas apreciaciones metafóricas, que solo he visto utilizar con decoroso acierto
en otros tres casos: Stephen Crane (La
roja insignia del valor, 1895), Ramón Mª del Valle-Inclán (Sonatas, acotaciones en sus Comedias bárbaras y en Luces de bohemia) y Arturo Uslar Pietri
(Las lanzas coloradas, 1931). Sirvan,
a manera de muestra, las siguientes citas: “París
es una especie de perla que brilla en medio de una marea de somnolencias y
sueños tristes. París es una fábula oculta” (p. 60); “La mañana era muy clara y muy brillante, con puntitos de luz saltando
por el cielo azul, como si fueran enanos diminutos buscando algún lugar donde
esconderse” (p. 74); “El aire
encerraba una especie de sabor gris que parecía tocarte con unos dedos un poco
pringosos” (p. 119); “Una mujer de
mediana edad [que] parecía fabricada
de vendavales” (ibíd.).
A pesar de ser un cuento bonito, Y le regaló un jazmín guarda el sabor
agridulce de la tragicomedia, porque el destino de Lobo tiene mucho que ver con
el drama que persigue hoy en día a muchos padres no amados por sus esposas, e
incluso despreciados y maltratados por ellas. El de muchas mujeres mimadas e inmaduras, que no
saben lo que quieren en la vida, y se llevan por delante, en su irresponsable
confusión, a los inocentes. Hace muy bien Lorena con no casarse nunca, pues no
está preparada para compartir su vida en serio con ningún hombre. Su perfil
egoísta, y hasta hedonista, con miedo acérrimo al compromiso firme por
inmadurez, cede sin embargo a una solución de madre soltera, brillantemente
eficaz.
¿Qué defectos tiene esta novela
de Blanca? Evidentemente, desprende algunos: no acierta a separar adecuadamente
las voces y los pensamientos de los dos personajes centrales, un niño y una
mujer. Ambos piensan y recrean lo pensado por igual, sin diferencia de matices.
Lobo no se expresa ni ordena su mente como un colegial de nuestro momento, sino
como un adulto. Lobo no se relaciona con niñas de su edad, ni lo vemos jugar
con compañeros de estudios. No existe presencia del universo infantil y
adolescente en la novela de Blanca, como tampoco cabía el mundo universitario
en La Regenta (1884), de “Clarín”. Los
amigos adultos de Lobito, por otra parte, contribuyen demasiado fácilmente, y
sin reparos, a hacer realidad su sueño. En especial, Félix el cartero. En este apartado,
el argumento flojea y se vuelve poco creíble.
Blanca del Cerro demostró ya poder de maestría en su anterior
novela, Soy la Tierra (2010), de
trama ecologista, y donde pergeñó unas relaciones familiares esmeradamente
trazadas, de hondo calado en los lectores. Ahora repite con esta hermosa lección
moral. Blanca se merece una creciente fortuna y magnánima presencia en el
panorama editorial en español.