(A Maribel y Ana)
Hoy,
domingo once de agosto de 2019, se cumplen dos años del
fallecimiento de Francisco
Salvador, una persona insustituible en mi
vida. Paco era como un familiar mío más, y no de los menos
relevantes, precisamente.
Treinta
y dos años de amistad y de maestría forjados con el temple de un
carácter bondadoso y un aprecio, respeto y ánimo eternamente
conciliador, derivados de un sentido común excepcional. Paco era un
ser profundamente inteligente, que lo conducía a ser sensato, a ser
prudente, a no juzgar nunca a la ligera, y a tratar de encontrar,
para cualquier contrariedad, un punto medio.
Paco
era el hombre tranquilo que comunicaba firmeza ante las adversidades.
Te apoyaba indiscutiblemente y te daba ánimos necesarios para seguir
adelante. No pocos fueron los momentos en que le transmití mis
problemas y escuché su consejo. No pocos fueron los momentos en que
me hacía reír cuando yo estaba triste. En que me abrazaba y me
decía: “--Ánimo, Antoñito, que de esta sales.” Un apoyo
perfectamente secundado por su mujer, Maribel, la gran fortuna de
Paco en la vida.
Como
profesor, tenía una habilidad innata para captar la atención de su
alumnado, con naturalidad, sin apenas esfuerzo. Todo el mundo atendía
a las explicaciones de Paco, rigurosamente precisas y sintetizadoras
de la materia nuclear de cada tema. Los apuntes de las clases de Paco
eran anotaciones para siempre, útiles en cualquier necesidad. Yo los
he utilizado, en parte, en mis exposiciones, porque son el legado de
un docente experto.
Menos
mal que no se dedicó al periodismo, y sí a la enseñanza. La
escuela no pudo tener mejor maestro. Con él se sentía el placer de
aprender y lo que Cajal y Ochoa llamaban la pasión de descubrir.
Paco era exigente, pero humano. Humano nunca demasiado humano. Era el
“hombre de bien” ilustrado, empeñado en el progreso de todos. En
el Evangelio de Lucas de hoy se lee aquello de construir un tesoro en
el cielo, fuera del espacio-tiempo, “porque donde está vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Paco nos dejó su
tesoro de hombre limpio de corazón, próximo de continuo al prójimo.
Y el apóstol Pablo añade: “La fe es fundamento de lo que se
espera y garantía de lo que no se ve”. Esperamos reunirnos algún
día de nuevo con Paco, para darle, y que nos dé, un abrazo muy
fuerte.
De
momento, su recuerdo --grato e imborrable-- lo hace estar vivo junto
a nosotros, acompañándonos siempre. Cada vez que entro en un aula,
Paco me acompaña, está conmigo. Cada vez que en el vivir diario me
desanimo, Paco me alienta y me da fuerzas. Siento su mano en mi
hombro, y su voz amiga. Y eso es un verdadero tesoro, un lujo que no
tiene fin.
Francisco
Salvador, parece que te has ido, pero no es cierto.
Gracias
una vez más.
Dios
te bendiga, y nos bendiga y guarde a todos.
Antonio
Ángel Usábel, agosto de 2019.