La imaginación de Juan Carlos Rubio y de Luis Miguel Serrano obra la magia de que dos autores sublimes, que no se conocieron, la reina del misterio, Agatha Christie Mallowan (1890-1976), y el varias veces candidato al Nobel, el canario Benito Pérez Galdós (1843-1920), sostengan una fructífera y amena conversación en la habitación de un hotel tinerfeño, el Taoro, donde la primera, en efecto, se alojó en febrero de 1927, huyendo de las penurias que la aquejaban (la muerte de su madre, y la solicitud de divorcio de su esposo, Archibald). Allí concluyó otra de sus novelas de asesinatos, titulada El misterio del tren azul. Tal es el arranque de Querida Agatha Christie, comedia teatral estrenada el 8 de septiembre de 2024, en el Teatro Garnelo (Montilla, Córdoba), y que ha sido representada dos días, 22 y 23 de agosto, en Casyc de Santander, dentro de su temporada Talía.
Durante una noche tormentosa, Agatha intenta telefonear a su infiel Archie, sin conseguirlo. Depresiva, se prepara una dosis letal de sulfato de talio. Pero, antes de que llegue a ingerirla, alguien llama a su puerta. En el umbral, al destello de un relámpago, aparece la esbelta figura de Don Benito, elegantemente ataviado. El personaje se justifica diciendo que ha oído las cavilaciones de la escritora a través del frágil tabique, pues él se aloja en la habitación contigua. Sabe que Agatha se va a suicidar, y se propone disuadirla. Con tranquilidad, dado que vivir es más difícil que morir, él mismo se bebe el agua envenenada. Tendrán una hora para departir amigablemente, antes de que el tóxico cumpla su cometido.
Entre burlas y veras, amenizada la charla de cara al público con la fina ironía del novelista canario, y entre copitas de ginebra, va pasando la hora y veinte de representación. Conocemos las circunstancias personales de ambos genios de la narración. De Pérez Galdós, por ejemplo, su prodigalidad, su afición a las conquistas amorosas, y el drama de perder, por suicidio, a Lorenza Cobián, la madre de su única hija, María. De Christie, su gusto por el surf, su carácter resolutivo, su necesidad de viajar, su amor hacia Rosalind, su también única descendiente, y una imaginación para inventarse mundos y personajes afianzada desde la infancia.
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Monumento a Agatha Christie en Puerto de la Cruz (Tenerife) |
Querida Agatha Christie es una comedia que entretiene y agrada, muy solventemente interpretada por Carmen Morales (lástima que sea una actriz a quien no se vea más a menudo en teatro) y Juan Meseguer (quien edifica un agradable, muy caballeroso y risueño Don Benito). Desde luego que el final de la obra habría entusiasmado a la madre de la autora británica, Clara Miller, muy entregada a prácticas espiritistas y a creencias en lo paranormal.
Juan Carlos Rubio nos brindó, hace poco, el estupendo drama Música para Hitler, escrito en colaboración con Yolanda García Serrano, y estrenada en abril en Teatros del Canal (Madrid). En ella, un oficial alemán, melómano y sensible (magníficamente construido por Cristóbal Suárez, en una de las más creíbles, memorables y sólidas interpretaciones de la temporada madrileña), visita a Pau Casals en su refugio francés, para tratar de convencerlo de que toque ante el dictador germano, entonces aún amo de Europa. Carlos Hipólito compone un muy sereno y emotivo Casals, dispuesto a seguir con su vida tranquila, sus convicciones demócratas, y a no ceder ante las presiones del oficial, pese a que este pueda seducir a su sobrina, acogida por el matrimonio. La calidad del texto de este drama lo consideramos superior a la comedia sobre Agatha Christie, y se merecería un largo recorrido por la cartelera española. Completan el elenco Kiti Manver y Marta Velilla.
© Antonio Ángel Usábel, agosto de 2025.
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No queremos dejar pasar la ocasión de destacar el coleccionable de National Geographic Historia Grandes Mujeres, dedicado a Agatha Christie: enigmas de una escritora. Se trata de un fascículo de 143 páginas, de lectura amenísima, y con un completo acercamiento a la personalidad de la autora más publicada a nivel mundial después de Shakespeare, con más de cuatrocientos millones de ejemplares vendidos. La redacción de esta biografía breve se debe a María Romero Gutiérrez de Tena.
Agatha Christie fue la mejor novelista de la Historia, la de más fértil imaginación, con una inusitada e inigualable habilidad para crear tramas detectivescas, así como una gran variedad psicológica de personajes, quizá por debajo, eso sí, de escritores como Dostoievski, Tolstoi, Flaubert, “Clarín”, o el mismo Benito Pérez Galdós.
Una mujer intrépida, que perdió a su padre a los once años de edad. En París, llegó a ser una consumada pianista, pero su timidez la impedía actuar ante un público. Decidió entonces estudiar compuestos químicos y ofrecerse como enfermera en Torquay, su localidad natal, durante la Gran Guerra de 1914. En 1918, y sin contar con el permiso materno, decidió casarse con Archibald Christie, aviador de combate, de quien tomó su apellido. Dos años más tarde, consigue publicar su primera novela, El misterioso caso de Styles, aunque su consagración no llegará hasta 1926, cuando dé a la imprenta El asesinato de Roger Ackroyd, considerada obra cumbre del relato de detectives. Durante 1922, ella y Archibald dan la vuelta al mundo promocionando el Imperio británico y recogiendo objetos para una exposición londinense. A su paso por Sudáfrica, aprende por sí sola a subirse a una tabla de surf, pese a la amenaza de los tiburones y los frecuentes cortes en hombros y pies con el coral.
En 1926, pierde a su madre y su marido le solicita el divorcio, para casarse con una jovencita. La autora se refugia sola en la mansión familiar de Ashfield, necesitada de urgentes reformas que ella misma acomete entre una profunda crisis de ansiedad. El 3 de diciembre se monta en su vehículo y desaparece, dejándolo abandonado en una carretera. Toda Inglaterra se pregunta qué ha sido de la creadora de Hércules Poirot. Once días más tarde, la policía la encuentra en un balneario de Harrogate, registrada bajo el nombre de Teresa Neele, y aquejada de amnesia.
En febrero del año siguiente, viaja a Tenerife, con su hija Rosalind. En ese mismo año, en un cuento, presenta a su detective femenina, la sagaz, resuelta, observadora e inquieta Miss Marple, una anciana aficionada a investigar crímenes. A partir de Muerte en la vicaría, de 1930, Agatha le dedicó otras doce novelas. En 1928, se divorcia de Archibald y emprende un largo recorrido en solitario por Europa y Asia en el famoso, y lujosísimo tren, Orient Express. El viaje la conduce a Irak, donde visita las excavaciones de Ur, y conoce al que será su nuevo esposo y compañero definitivo, el arqueólogo Max Mallowan. Cuando se casa con Mallowan el 11 de septiembre de 1930, él tenía 27 años y ella casi 40.
Casarse con un arqueólogo que trabajaba en Oriente Medio implicaba abandonar su hogar inglés e irse a vivir a casas de adobe y tiendas de campaña en el desierto, a unos treinta kilómetros de Mosul. Por las noches, los chinches y las ratas asaltaban los camastros, y Agatha solía preferir dormir al raso, bajo las estrellas. Para ayudar a su marido Max en las investigaciones de campo, y por propio gusto suyo, se volvió una experta en la restauración y datación de cerámica mesopotámica, cuyas piezas ella dibujaba para el inventario con milimétrica precisión.
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Agatha Christie y Max Mallowan, h. 1950. |
En 1930, idea un seudónimo, Mary Westmacott, con el fin de diversificarse como novelista y escribir romances. Aún hoy esas novelas (de las que Agatha se sentía muy orgullosa, pues la permitían ser más ella misma) deben publicarse con la indicación, al menos en la cubierta, de su famoso nombre verdadero, para atraer al público lector y que sean vendibles. Un amor sin nombre, Retrato inacabado y Lejos de ti esta primavera, fueron el contrapunto a los relatos de crímenes.
En enero de 1934, Agatha Christie regala a su público la historia de Poirot de la que estaba más orgullosa, Asesinato en el Orient Express, con un argumento inspirado por el secuestro y homicidio del pequeño hijo del héroe de la aviación Charles Lindbergh.
Durante la década de 1930, reside entre Inglaterra y Oriente Medio, escribiendo y asistiendo a su marido en sus excavaciones. En 1939, publica otro enorme éxito: Diez negritos (rebautizada como Y no quedó ninguno, para evitar las connotaciones racistas).
En 1943, nace su único nieto, Matthew Prichard, a quien regalará los derechos de la obra La ratonera, estrenada en 1952 y escenificada ininterrumpidamente desde entonces (25.000 representaciones hasta 2012). Este drama de intriga se basa en el relato corto Tres ratones ciegos, que Christie leyó para emisión por la BBC en 1947.
Preocupada por garantizar un futuro boyante a su hija Rosalind y a su nieto Matthew, en 1944 Agatha redacta dos volúmenes que permanecerán inéditos y que se guardarán en una caja fuerte de máxima seguridad. Uno de ellos, titulado Telón, la despedida del genial Hércules Poirot. Verá la luz en 1975.
En 1950, comienza a escribir su autobiografía, que no concluirá hasta quince años después. Este libro completará su texto anterior Ven y dime cómo vives (noviembre de 1946), sobre sus años en Oriente Medio como arqueóloga.
Agatha Christie ha dado obras numerosísimas a los aficionados al misterio y al crimen. Además de las ya citadas, cabe destacar con infinito agrado: Asesinato en Mesopotamia (1936), Muerte en el Nilo (1937), Cita con la muerte (1938), Navidades trágicas (1939), Maldad bajo el sol (1941), Cinco cerditos (1942), Cianuro espumoso (1945), La venganza de Nofret (1945), Se anuncia un asesinato (1950), La señora McGinty ha muerto (1952), Después del funeral (1953), El templete de Nasse-House (1956), El tren de las 4:50 (1957), Un gato en el palomar (1959), El espejo se rajó de parte a parte (1962), Misterio en el Caribe (1964), Noche eterna (1967), Némesis (1971), Los elefantes pueden recordar (1972), Un crimen dormido (1976).
En 1971, la reina Isabel II la distinguió con el título de Dama Comendadora de la Orden del Imperio británico.
Hacia 1974, dejó de escribir.
Agatha Christie falleció plácidamente, por causas naturales, ante su marido Max Mallowan, el 12 de enero de 1976, en su casa de Winterbrook (Wallingford, Inglaterra). Tenía 85 años. Ella y Max vivieron juntos durante tres décadas y un lustro. Max falleció tan solo dos años después, en agosto de 1978, a los 74 años. Había recibido el título de “Sir”. Sin embargo, Mallowan volvió a casarse, en 1977, con la arqueóloga Barbara Parker, compañera suya de trabajo.