“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

En este país...

En este país...

miércoles, 25 de enero de 2017

Convivimos.


Muy difícil es enseñar a quien no está bien educado. La forja de un ser humano, como persona, comienza en casa; es labor de los padres. La escuela puede contribuir a formar personas, mediante el refuerzo de una serie de valores éticos que perfilen las bases de la CONVIVENCIA.

Un profesor de Religión católica, agustino, me enseñó una vez que el hombre no solo VIVE, sino que CONVIVE, puesto que está destinado a socializar.

Pero, para que una sociedad admita a personas, ha de defender también a ultranza buenos y sólidos valores: respeto, tolerancia a otras formas de pensar, saber guardar el turno de palabra, nunca alzar la voz para acallar al otro, tener cortesía con los ciudadanos de más edad (y experiencia), atender al maestro, que es guía hacia el conocimiento.

Si la sociedad no defiende esos valores, es un grupo social enfermo. Puede que los jóvenes, hoy día, estén recibiendo de la sociedad una lectura equivocada de lo que es la vida. Quizá se les convoca demasiado al éxito, y no al sacrificio, a la imposición y no a la tolerancia, a la egolatría y no a la empatía. Pero puede que también la sociedad esté siendo muy injusta con ciertos jóvenes, trabajadores, animosos, solidarios, emprendedores, cuyo destino no se acaba de afianzar dentro de un inclemente mercado laboral que da pocas oportunidades. Esos jóvenes que se han preocupado por aprovechar bien sus años de formación --ya sea para estudios de Grado superior, o ya para el Grado medio--, conscientes de que en el mundo hay millares de chicos que quieren estudiar, pero no lo logran, pues viven en condiciones precarias, NECESITAN Y SE MERECEN SU LUGAR EN LA TIERRA. 

Un conocido me comentó el caso de un familiar suyo que, en El Cairo, estudió Medicina por las noches... a la luz de una farola, pues su familia era tan pobre que no se podía costear la energía eléctrica. Parece un cuento del realismo mágico. Y, sin embargo, es real. No hay límites ni fronteras que detengan el ímpetu del espíritu humano. El aliento de quien sabe que debe superar cualquier dificultad, en el empeño de realizar su objetivo. 

Y es fundamental que la sociedad inculque, desde el seno mismo del hogar, ese ánimo de lucha, que no de lucro. Esa necesidad de formar personas responsables y que transmitan la idea de voluntad y de responsabilidad. Solo así se llegará a un mundo mejor, más sensato, que aborrezca lo impropio, lo descabellado, lo lastimoso, lo insolidario, lo mezquino y ruin. 

El profesorado ha de ser ayudado en la labor de enseñar conocimientos, trabajando con niños y adolescentes que acepten con agrado su misión de guías, de maestros, los que marcan el camino. Y es tarea principal de los padres cuidar de que sus hijos se sepan comportar, y con ello acepten convivir.

Como afirma en cierto documental un niño hindú de muy humilde condición, pero de máxima entrega, hemos venido a la vida sin nada, y sin nada nos marcharemos de ella. Solo seremos lo que podamos alcanzar con nuestro esfuerzo, y lo que dejemos detrás de nosotros. Joven e hijo, hombre y padre, trabaja, construye un mundo mejor, que aquel genovés solo supo condolerse de sus muchas riquezas materiales que iba a dejar a su muerte. Lo más triste: la cosificación del alma, el alma petrificada. La mansión de Xanadú. Qué pena no contar nada más que con cosas como confidentes.

© Antonio Ángel Usábel, enero de 2017.
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Profesora del IES Isidro de Arcenegui estalla después de 19 años en la docencia: "Estoy harta de aguantar la mala educación de un porcentaje cada vez más alto de alumnos, del proteccionismo de los padres y de los cambios de normas de la Administración"

Lunes, 23 Enero 2017 13:01 

La profesora Eva María Romero Valderas, aclarando que no es por un hecho puntual sino por una sucesión de dinámicas sociales y educativas, decidió realizar una Intervención-Arenga, en Claustro del pasado martes que constara literalmente en acta, como así ha sido recogido, analizando multitud de problemas en la educación derivados de lo que se recoge en el titular de esta noticia, y que ha contado con el apoyo unánime del Claustro de profesores. Ésta es su intervención al completo, donde reseñando una contestación de un padre por teléfono, en la que le espeta a la profesora que está ahí para aguantar, y profundizando en los problemas destacados en el titular de esta noticia, pone en valor el trabajo visible e invisible que desempeña el profesorado:
 

Vayan por delante dos premisas:


1ª: No tengo nada en contra del Equipo directivo. Esto que voy a decir a continuación no es producto de una situación puntual que deba resolverse con una modificación del Plan de Centro ni nada parecido. Sí quiero que conste en acta.
 2ª: Esto que voy a hacer ahora se llama arenga: discurso militar para enardecer a las tropas antes de entrar a la batalla.
¡Ya estoy harta!

Ya está bien señores, de seguir aguantando.

Yo no estoy aquí para aguantar, y utilizo las palabras textuales que un padre me dijo por teléfono cuando lo llamé para que corrigiera la actitud de su hija, que no me dejaba hacer mi trabajo.

A mí, que yo sepa, me pagan para enseñar, no por aguantar.

Harta de la sociedad, que encumbra a seres que presumen de su ignorancia, que valora a un futbolista o a un ‘nini’ más que a una persona con estudios, respetuosa y educada. De los programas de televisión, que presentan como modélicos a aquellos que sin estudios y sin sacrificio alguno se han colocado ganando un sueldazo por criticar, acostarse con, comprar en…

Estoy harta de aguantar la mala educación con la que llegan, cada vez en mayor porcentaje, los niños al Instituto. La falta de consideración, no digo ya de respeto, hacia mi persona cuando entro en las clases, que parece como si entrara el viento por la ventana.

Harta del proteccionismo de los padres, que quieren que sus hijos aprueben sin esfuerzo y sin sufrir, sin traumas…De la falta de valoración del esfuerzo que sí hacemos nosotros.

Harta de la Administración, que cambia las leyes y la normativa que rige en mi trabajo sin preguntarme qué opino y sin darme formación para hacer bien mi nuevo trabajo. Que me coloca dos horas más en el horario lectivo y me explota laboralmente, porque yo, en los últimos años, lo único que hago es trabajar, trabajar como una posesa. Ya, hasta mis hijos me lo dicen.

Ahora dicen que nos van a devolver esas horas, ¿sabéis donde nos la van a devolver? En el horario irregular que dedicamos en casa, el que nadie ve. Yo tardo cinco horas en corregir 30 exámenes de 1º de Bachillerato, entonces ¿ya esa semana no doy ni una hora más en casa, no? Ya no programo, no preparo mis exámenes, no me actualizo para utilizar la Tablet (que me he comprado de mi bolsillo para trabajar mejor), ni para saber utilizar la plataforma digital del Centro, no relleno informes de faltas, no redacto actas…y un largo etcétera de tareas invisibles.

El colmo es que algunos de nosotros nos hemos planteado pedir reducción de jornada, cobrando menos, para hacer bien nuestro trabajo. Pero, ¿adónde vamos a llegar? ¿En qué trabajo se hace eso? ¿Dónde se ha visto renunciar a tu salario para dormir con la conciencia tranquila? Esto no pasa en ningún lado.

Y encima de todo hay que aguantar “¡Qué bien viven los maestros!” Porque para la sociedad somos unos privilegiados que “no damos un palo al agua”.

Las 67 propuestas de mejora de la Educación famosas no vienen sino a machacarnos todavía más. ¿Qué vamos a hacer cuando a un alumno no lo podamos expulsar unos días por mal comportamiento? Además, tampoco está bien visto que lo pongamos a barrer o hacer tareas para la comunidad…el padre no quiere que humillemos a su hijo. Pues yo creo que debemos imbuirnos de la gracia del Juez Calatayud. Autoridad somos igual que él. Ejerzamos nuestra autoridad, es lo único que la ley nos reconoce, hagámosla efectiva.

Tenemos que hacernos oír, actuar como colectivo, no irnos quejando por los rincones, a escondidas, que parece que nos da vergüenza. Así no se nos oye fuera. Gritemos nuestro inconformismo, no podemos seguir así, exijamos nuestros derechos como trabajadores, que parece que todo el mundo tiene derechos menos nosotros.

Enseñamos a nuestros alumnos por ser críticos, mentes libre pensadoras que puedan elegir y discriminar lo que les conviene de lo que no, y nosotros somos los primeros aborregados, no hacemos nada, seguimos agachando la testuz para que el yugo nos caiga con más fuerza.

Yo así no aguanto más, vosotros haced lo que queráis. Llevo 19 años en la docencia, tengo 45, a lo mejor es mi crisis de la mediana edad...pero, si algo me han dado los años es valor, no tengo miedo, y, como me aprieten más el tornillo, saltaré como un resorte. Solo quiero avisar: de aquí en adelante no pienso quedarme callada ‘por educación’. Contestaré en el mismo tono y con la misma contundencia que se me trate.

A mí me gusta enseñar y transmitir. Me gusta el trato con los alumnos, los quiero y animo. Me considero un motor social de cambio, una fuerza generatriz. No soy un burro de carga dispuesto a aguantar hasta que reviente.

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¿Quién ha de hacer los deberes?


Se me ocurre que hay una sociedad que tiene una serie de deberes pendientes y más aún con los resultados aún calientes de la evaluación Pisa
ELVIRA LINDO

17 DIC 2016 - 18:56 CET
La leyenda, más que urbana, doméstica, existe: los deberes los hacen los padres. No los míos, desde luego. Ni tampoco los suyos, si compartimos generación. Cuando nosotros éramos niños, las madres, que eran las que solían estar en casa, no estaban muy pendientes de ese asunto. De vez en cuando, se oía la célebre frase “¿no tienes deberes?” en un tono rutinario. Éramos, para bien o para mal, más independientes; para bien o para mal, nuestra primordial misión en la vida como niños era no dar guerra. Y aprobar. Una vez que nos tocó ser padres y madres, en ocasiones, divorciados, vivíamos nuestro papel con culpabilidad, y sí, les hicimos algunos deberes a nuestros niños. Que tire la primera piedra el que no lo hiciera. En mi caso, como mis cualidades pedagógicas son nulas era como que terminaba antes si lo remataba yo. No siempre me pusieron buena nota, la verdad sea dicha.

 Ahora me cuentan amigos más jóvenes que las criaturas andan agobiadas por el volumen de deberes a los que han de enfrentarse cada tarde. A eso se suma que con los disparatados horarios españoles, las madres o los padres ya no están en casa para aliviarles el trabajo. Dado que el asunto ha llegado al Congreso de los Diputados, de lo cual me alegro (es urgente que los políticos hablen de asuntos como la educación y dejen de embarullarnos con sus polémicas banales), se me ocurre que hay una sociedad que tiene una serie de deberes pendientes y más aún con los resultados aún calientes de la evaluación Pisa. Apunto algunos:

Los padres tienen el deber de educar a sus hijos en la medida de lo posible, para que el profesor pierda menos tiempo en corregir unos modales que dificultan la enseñanza; la sociedad en sí misma tiene el deber de entender que la buena educación diaria, en la calle o en el trabajo, es formativa, que la cortesía es tan contagiosa como la zafiedad; si antes aceptábamos que la educación de los niños correspondía a la sociedad en general y no solo a papá o a mamá, ahora debería comprenderse que el aumento de la grosería y la violencia verbal contribuyen a cómo se comportan los niños; el Gobierno y la oposición tienen el deber de racionalizar los horarios para favorecer la convivencia familiar; los padres tienen el deber de no sobrecargar a sus hijos con un exceso de actividades extraescolares que a cualquiera de nosotros agotaría; los niños tienen el derecho inapelable a jugar; los adultos tienen el deber de favorecer el juego en la calle; los niños tienen el deber de aburrirse, y los padres, de no provocar en sus hijos una necesidad constante de novedades; los padres tienen el deber de no sobreestimular a los niños favoreciendo un carácter ansioso e impaciente; los profesores deben serlo por vocación, no es un oficio que tolere las medias tintas; el Gobierno no debe sobrecargar a la educación pública con las necesidades provenientes de la inmigración, es un asunto que concierne a toda la comunidad educativa, privada, concertada o pública; el Gobierno debe entender que es urgente y necesaria una asignatura que aborde los derechos y deberes de la ciudadanía; los centros no deben tolerar las faltas de respeto a los profesores por parte de los alumnos; los padres no deben tolerar que sus hijos ofendan a sus profesores; los padres no deben hablar de manera displicente de los profesores delante de sus hijos; las tutorías, más en estos tiempos, deben considerarse parte fundamental de la actividad escolar; las asignaturas creativas, como la música o las artes plásticas, no deben relegarse al horario extraescolar como si no sirvieran para nada; los niños tienen el derecho a ir bien desayunados al colegio; los padres, los profesores y los médicos deben entender que hay niños que sufren ansiedad y la ansiedad no precisa medicación sino un ritmo social distinto; el estado debe asumir que la escuela tiene que seguir siendo el mayor mecanismo de igualdad social; el sistema educativo debe insistir en que los niños aprendan a expresarse con claridad y a comprender un texto, de ahí depende en gran parte su futuro; la educación debiera ser uno de los temas prioritarios del discurso político; los profesores deberían de tener más tiempo para desarrollar sus clases y no vivir esclavos de la burocracia.

Cargar sobre el profesorado el que los niños sean excelentes es injusto. Todos deberíamos entender que un niño no se educa solamente en el colegio y que los resultados académicos son un reflejo de lo que está ocurriendo en un país: el nivel de educación en la calle, en los medios, la ansiedad que provoca la falta de expectativas, la agresividad, los malos modos, las palabras gruesas. Eso importa. Cargar sobre las espaldas del profesorado el deber de que los niños sean excelentes es injusto. Los cachorros se educan en la manada, así que usted y yo, como parte de ella, también tenemos un montón de deberes que hacer.