“Con la edad, los ojos ven más lejos, no en la distancia, pero sí en el tiempo.” (aausábel, 2017)

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domingo, 10 de junio de 2018

Divertimento Debussy.


Con motivo del primer centenario de la muerte del compositor francés CLAUDE DEBUSSY (1862-1918), se ha estrenado el montaje teatral Debussy: amor y desamor, por un trío y un actor. El guion corre a cargo del narrador e intérprete Javier González de la Higuera, quien es acompañado por un trío musical que lo componen Pilar de la Casa (violoncello), Pablo Paniagua (violín) y Ramona Vergoti (piano).
El objetivo de la obra es hacer una incursión desenfadada por la ajetreada vida amorosa del músico, por medio de dar voz a dos de sus mujeres, con ironía y comicidad, pero siempre con respeto. Es evidente que se parte del ensayo de Fernando Argenta Los clásicos también pecan (2010), ya de por sí dotado de chispa, y crítico con la faceta íntima del genio galo, como cuando anota: “Su prestigio como compositor subía al mismo tiempo que su prestigio como persona bajaba.” Debussy fue uno de los grandes renovadores del arte sonoro al incorporar todas las notas de la escala (escala de tonos enteros) y saber crear una atmósfera etérea, evanescente, entre la realidad y el sueño. Cuando uno escucha a Debussy, le parece entrar en un mundo de faunos y ninfas, de paraísos bajo el mar o Atlántidas resucitadas. Esto explica que fuera muy utilizado en Hollywood, en aquellas películas de contenido dramático en que pasado y presente se mezclan y la muerte se dulcifica. Es el caso de un gran clásico de William Dieterle, The Portrait of Jennie (El retrato de Jennie, 1948), cuya banda sonora utiliza temas de Debussy. Un pintor (Joseph Cotten) se encuentra con una muchacha misteriosa (Jennifer Jones), a la que va viendo crecer en momentos intermitentes de su vida. La joven es un fantasma que se pierde entre la niebla. El pintor se prenda de ella y realiza un retrato. La historia original se debe a Robert Nathan. Autores de bandas sonoras como Miklós Rózsa (Spellbound) o Franz Waxman seguramente han registrado la influencia en su música de Claude Debussy.
Javier González de la Higuera es un actor de una dúctil versatilidad: su rostro lo mismo causa inquietud y desasosiego, como motiva a risa. En este caso saca su lado más humano y caracteriza de manera muy simpática, pero nada simple, a Gaby y Lilí, dos de las mujeres a quienes el músico frecuentó y que seguramente él amó a ratos. Gaby y Lilí sufrieron ambas un intento de suicidio cuando el músico perdió el interés en ellas. Debussy era un “rompecorazones”, muy dado al galanteo perpetuo. Llegaba a tener relaciones íntimas con señoras de más edad que contrataban sus servicios para dar clases a sus hijos. Por otra parte, el compositor siempre pretendió un “amor intelectual” que nunca llegó a materializarse. Obtuvo cierta estabilidad cuando se unió a Emma Bardac, quien había sido amante antes de Gabriel Fauré. Claude se divorció de Lilí el 2 de agosto de 1905, y el 30 de octubre de ese mismo año nacía su única hija, Claude Emma, apodada “Chouchou”, la gran pasión del músico.
En 1909, Claude Debussy comenzó a sufrir hemorragias intestinales. Fue intervenido el 7 de diciembre de 1915, pero el cáncer estaba ya muy extendido. Murió, entre los bombardeos de París por los alemanes, el 25 de marzo de 1918. Solo un año después, moría también su hija Chouchou, a los trece años, de difteria.
La selección de las piezas musicales de Debussy que acompañan a los soliloquios del narrador es ajustada y precisa: “La terrasse des audiences du clair de lune” (piano), “Beau soir” (violín y piano), “Reverie” (cello y piano), “Trío en sol mayor”. El espectador agradece escuchar la armonía de Debussy en directo. 
Una representación sencilla, pero sugestiva, que se disfruta con mucho gusto, y muy de agradecer para la paz del corazón.
© Antonio Ángel Usábel, junio de 2018.

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